traslado a mutxamel entre julio y noviembre

La marcha de las harineras de Benalúa: así se produce en las últimas fábricas urbanas de Alicante

11/04/2021 - 

ALICANTE. Su primera piedra se colocó en 1934. Y, ahora, después de 87 años en los que han enraizado como parte de la foto característica del acceso sur de Alicante, están a punto de hacer las maletas para mudarse a Mutxamel: el municipio en el que realmente se produjo su alumbramiento. Se trata de las históricas harineras de Benalúa, Bufort y Cloquell; las dos últimas fábricas asentadas en pleno casco urbano de Alicante que ya preparan su traslado a sus nuevas instalaciones en el polígono de Riodel (promovido, precisamente, por los propietarios de las harineras, tras formar una UTE con Elecnor).

Salvo cambio imprevisto, la primera en regresar a su lugar de origen será Harinas Cloquell. La compañía ya ha conseguido cerrar la estructura de la nueva nave en la que centralizará su producción, con la intención de poder estrenarla en el mes de julio. Se trata de un edificio de 1.800 metros cuadrados distribuidos en tres cuerpos, sobre una parcela de 5.600 metros cuadrados, a la que se suma una reserva de espacio adicional de otros 7.000 metros más para desarrollar futuras ampliaciones.

Harinas Bufort seguirá sus pasos solo unos meses después, el próximo noviembre. La compañía acaba de cerrar la compra de dos naves en el mismo polígono industrial (justo frente a la futura sede de Cloquell) que suman 1.050 metros cuadrados, en las que organizará el almacenamiento y la distribución del producto, después de haber concertado un acuerdo con otra histórica del sector (la ilicitana Harinas Serrano) sobre la moltura del cereal.

Las dos compañías juntas suman una plantilla de 50 empleados y una facturación de 6,5 millones anuales con una producción media de 20 millones de kilos de harina a un precio de 30 céntimos el kilo. Las cifras se han resentido (con una caída del 25% en las ventas) por el efecto inevitable de la pandemia, aunque ahora comienzan a reactivarse tras la reapertura de la mayoría de los hornos tradicionales: sus principales clientes. Y el objetivo a partir de ahora es seguir haciendo lo que mejor saben hacer: fabricar harina. "Somos correosos; hemos sobrevivido a la República, a la Guerra Civil, a la Dictadura; ahora también a la pandemia... y no vamos a parar", asegura José Luis Bufort, a las riendas de la harinera que toma su apellido.

Cuando su abuelo, Francisco Bufort Alemany, fundó la empresa matriz de aquella harinera original, tras asociarse con las familias Cloquell y Poveda, posiblemente no se imaginaba que ese proyecto iba a crecer hasta llegar a su cuarta generación. Probablemente por aquel entonces tampoco llegó a concebir la posibilidad de expandirse fuera de los límites de Alicante. Pero lo hizo. La compañía fue capaz de reflotar otra fábrica harinera adquirida en Albacete en 1944, que hoy todavía sigue plenamente operativa, además de otra industria harinera en Alcoy, comprada once años después a la familia Coloma (ahora, ya desaparecida tras cesar su actividad hace más de una década). La explicación solo cabe buscarla "en el trabajo; somos una familia que se ha dedicado a trabajar", explica Bufort.

En el caso de la empresa que todavía dirige junto a su hijo, la singladura se inició en 1934 con la construcción de la fábrica que hoy sigue ocupando un espacio honorífico de la Avenida de Elche, cuando el barrio de Benalúa pasaba por ser las afueras de Alicante. Aquel primer edificio, diseñado por el arquitecto Miguel López, constaba únicamente de tres pisos. Pero, varios años después de que Cloquell también se asentase en el mismo barrio, en 1935, los cambios tecnológicos y la necesidad de introducir la maquinaria del sistema neumático utilizado en el proceso de producción, forzaron una ampliación de la fábrica original. Esa modificación se ejecutó a finales de los años 60. La fábrica ganó una altura más y se construyeron los silos de almacenaje, de 22 metros de altura.

Desde entonces, la fábrica ha mantenido su estructura sin variaciones significativas. Se compone de una sección de oficinas, una sección de recepción del cereal, una sección de producción, tres naves dedicadas a la mezcla y envasado, y dos muelles de carga con capacidad para siete camiones de transporte. Y en todo ese viaje por la historia nunca ha dejado de producir. "No paramos ni en la Guerra Civil, cuando la fábrica fue intervenida. De hecho, el comisario de zona nombró cabo a mi tío, Francisco Bufort Climent, para que se hiciese cargo de la producción porque no sabían cómo hacerlo", relata.

¿Cuál es el secreto que ha permitido que esa empresa familiar siga en el negocio casi un siglo después? Básicamente, la capacidad de adaptación a las necesidades de los clientes. "Servimos al día a todo el arco mediterráneo desde Cartagena a Castellón, porque los clientes no tienen capacidad de almacenaje y no quieren stock. Nuestra baza es el servicio logístico: los camiones salen de ruta por la mañana y regresan por la noche tras concluir todo el reparto", detalla Bufort. "Además, fabricamos un producto de calidad y somos capaces de producir hasta diez clases de harina distinta en función del porcentaje de mezcla de cada variedad de cereal. Yo siempre digo que hacemos un traje casi a medida, en función de lo que nos pide cada cliente", añade. 

¿Cómo se organiza ese proceso de producción? Todo comienza con el volcado del cereal, transportado desde la fábrica de Albacete, desde el Puerto de Cartagena o desde el Puerto de Alicante. El trigo se deposita en la tolva de recepción. Y a partir de ahí, todo está automatizado. En la tolva se produce una primera limpieza del grano, para retirar posibles impurezas. Y, después, se eleva mediante un sistema mecánico, hasta la cuarta planta de la fábrica para comenzar a atravesar un exhaustivo engranaje de lavado, limpieza y moltura que consigue reducir el diámetro del grano hasta obtener el volumen deseado.

Todo ese sistema mecánico funciona por aspiración y decantación a través de un interminable laberinto de tubos que atraviesa las cuatro plantas de la fábrica. Cada uno de los pasos resulta esencial para depurar el grano y para clasificar el salvado, las sémolas y los distintos tipos de harina, en función de cada tipo de cereal y del grado de moltura exigido. Pero, "la clave de todo son los planchister; son los auténticos pulmones de la fábrica", explica Soucel Oliveira, el jefe molinero. "Son las máquinas que clasifican el cereal en función de su diámetro y las que distribuyen el producto a la siguiente fase del proceso que le corresponde", concreta.

En último término, tras superar ese proceso de criba y después de que la maquinaria haya comprobado que el trigo dispone del grado de humedad y de densidad necesaria, el cereal acaba pasando por ocho molinos para su moltura en los que se puede realizar hasta 16 pasadas, en función de la finura que se pretenda obtener. Todo, además, sin ningún tipo de residuo en la evacuación del aire utilizado por el sistema neumático, tras su filtrado y depuración.

La historia continúa

A partir de ahora, en el caso de Bufort, ese proceso se llevará a cabo en las instalaciones de Harinas Serrano. O bien, en la nueva planta de producción de Cloquell, con la que se prevé mantener sinergias, y que sí dispondrá de instalaciones propias para compatibilizar la moltura del cereal, su mezcla y el envasado del producto, así como su almacenamiento y distribución. 

¿Qué sucederá con las dos fábricas históricas a partir de ese traslado? Lo cierto es que todavía está por concretar. En principio, el desarrollo del Plan Parcial aprobado en 2003 preveía el traslado de las harineras y su demolición para abrir paso a la promoción de unas 145 viviendas sobre su solar liberado de edificaciones. No obstante, el Ayuntamiento de Alicante, a través de la Concejalía de Urbanismo, trata de aprovechar el trámite de la reparcelación para plantear una redistribución que permita compatibilizar la construcción de ese futuro residencial con la conservación de parte de las dos fábricas, pese a que no están incluidas en el catálogo de protecciones aprobado por el pleno el pasado septiembre. 

En último término, se trata de un planteamiento con el que se pretende dar un uso público a esos inmuebles, todavía por definir, después de que se haya sopesado la posibilidad de integrarlos en el proyecto de construcción de un centro de congresos. Por ahora, se trata solo de un planteamiento en estudio, pendiente de encaje, sobre dos edificios concebidos, diseñados y concebidos para el uso industrial que todavía tienen. En todo caso, los propietarios de las dos compañías despejan cualquier tipo de dudas: ese posible acuerdo sobre la conservación de las fábricas no va a interferir en la continuidad de las empresas.

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