Pues sí, claro que fue un héroe, pero de verdad, no como esos de ficción de la serie Marvel donde los hay y de todos los gustos. Y aunque lo fuera, nuestro protagonista de este escrito es tan desconocido como real. Muchos fueron los beneficiados de sus heroicidades. Y con estas, fue muy generoso y caritativo. Venga, acompáñeme en este relato que ahora se lo cuento.
Su nombre es José María Muñoz y Bajo de Mengíbar (1814-1890). Fue polifacético, se dedicó a actividades dispares en diversos lugares de la geografía española, también en Alicante. Pero antes de empezar a contárselo, decirle que nació el 28 de abril de 1814 en Cabezuela del Valle (Cáceres).
De familia poco pudiente, entró en el seminario después de recibir una educación religiosa estricta en su casa. Pero ocurrió un hecho familiar que cambió el destino de su vida. Vean. Su padre – Alonso Muñoz – comprometido y defensor de los pretendidos derechos dinásticos de Carlos María Isidro de Borbón, aspirante al trono de España durante la minoría de edad de quien sería la Reina Isabel II, fue apresado durante esa guerra carlista y fusilado (1834). En aquella época en España era Reina Regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (viuda del Rey Fernando VII). Después de la muerte de su padre, Jose María quiso seguirle los pasos, se salió del seminario y se alistó con los Carlistas. No le fue mal a este singular personaje y de él se cuentan curiosas anécdotas como la que sigue recogidas en el libro titulado Repertorio poético de las veladas celebradas por la Sociedad Artística y Literaria de Cuevas, en las noches de 10 y 23 de noviembre y 12 de diciembre de 1879 en honor del Héroe de la Caridad el Excmo Sr D Jose María Muñoz. Vaya con el título.
Esta que les cuento ahora es uno de esos sucesos. Ocurrió en Arcos de Navarra. Allí "tuvo que mandar el piquete de ejecución de tres jóvenes oficiales hechos en aquel día prisioneros …. Compadecido de ellos pásose de acuerdo con los mismos y con los soldados del piquete, … que, habiéndose dirigido los disparos al aire, dejáronse caer al suelo los tres oficiales … ". Posteriormente Muñoz le dio 18 reales a cada uno y las instrucciones para marcharse sigilosamente sin que fueran vistos por sus verdugos carlistas.
Tras el Convenio de Vergara (31 agosto 1839), con el abrazo del General Espartero (isabelino) y del General Maroto (carlista) ante sus ejércitos, se terminó la primera guerra carlista en el norte de España. Estando Jose María en Burgos se le acercó un hombre que dijo que era el Coronel Durán. Este le manifestó que "yo soy uno de los tres oficiales a quien en Arcos salvaste. Mis compañeros han muerto, quedo yo solo y sin duda Dios me ha guardado la vida para recompensar tu noble y heroica acción. Sé que eres pobre, yo tengo bienes de fortuna, vente conmigo; partamos mi pan, que todavía es esto muy poco para pagarte la tranquilidad de mi cariñosa familia y la vida que te debo". Durán estaba agradecido, no es para menos. Tampoco se esperaba la respuesta de Muñoz que le contestó afirmando que "soy un pobre militar aventurero y no puedo ni debo aceptar tus dones, pues para vivir me basta hoy con mi trabajo. Si alguna vez tienes la ocasión de hacer lo que yo por vosotros hice, sólo entonces debes recordar la deuda que tienes pendiente y, al satisfacerla a un desgraciado, piensa que lo haces a mí". Curiosa respuesta la de Jose María. Se dieron un abrazo y cada uno volvió al camino de su vida.
A partir de entonces Jose María se dedicó a tareas burocráticas con varios empleos como el de Secretario del Gobierno Civil de Gerona, hasta alcanzar el cargo de Contador del Tribunal Mayor de Cuentas del Rey (1869), nada menos. Estas actividades las compaginó con acciones empresariales de éxito en varios sectores como el de la minería, explotación ganadera en Burgos, comerciante de harinas en Barcelona y de tabaco en Cádiz, construcción, …. Su esfuerzo fue recompensado con una gran fortuna que no guardó para él, quiso compartirla. Ya verán.
Casó con Carolina Ortiz con la que tuvo dos hijos. Parte de los ingresos de sus actividades pronto los dedicó a acciones solidarias. En su pueblo natal montó una maternidad, un hospital, dos escuelas, concedió becas a oficios y carreras ,….
Vino a Alicante, al parecer por problemas de salud, cuando tenía los 63 años. Pronto mostró su generosidad altruista dando donativos y realizando acciones humanitarias. Luego se lo cuento. Fue especialmente caritativo y generoso después de unas inundaciones en poblaciones de Alicante, Almería, y Murcia, durante la Riada de Santa Teresa, llamada así por ocurrir el 15 de octubre, de 1879. Jose María donó para los damnificados más de cinco millones de reales – una fortuna para aquella época – para repartir a los afectados de las poblaciones de Orihuela, Murcia, Lorca, Águilas, Huercal-Overa y Cuevas de Almanzora.
En esta riada, el río Segura se desbordó a su paso por el pueblo alicantino de Orihuela y su huerta, causando la muerte a cientos de personas y produciendo cuantiosos daños materiales. El agua llegó hasta el alta mayor de la Catedral. El Gobernador Civil de entonces – Ricardo Puente Brañas – creó una Junta para analizar los daños y emprender las acciones que hicieran falta para paliar las necesidades de los damnificados. Esta la presidió Jose María Muñoz. Formaron también parte de esta Junta: Eleuterio Maisonnave, Francisco Bushel, Clemente Miralles, Nicasio Camilo Jover, Rafael Campos, Carlos Sánchez Palacio, José Mirete y Alejandro Harmsen. Muñoz entregó dos millones de reales para entregar a cien familias oriolanas. Si quiso dar ejemplo, lo dio con creces. Si sólo pretendía ser generoso, lo fue extraordinariamente.
En Alicante dio donativos a los pobres; donó cien camas para leprosos además de dar lo que necesitaran para su aseo, alimentos y medicinas; aportó 12.000 reales para que se distribuyeran en premios a la virtud; … En 1882 Jose María Muñoz construyó 12 casitas en el popular barrio del Arrabal Roig para pescadores pobres y sus familias escogidos a través de un concurso público según necesidades; a esto se le denominó el Barrio de la Caridad. Estas casas tuvieron mala suerte. Una noche de tormenta, en noviembre de 1884, con viento y mucha lluvia, junto con un pequeño y corto terremoto, provocó la caída de enormes rocas del monte Benacantil contra el muro de contención que se había construido en la calle del Socorro provocando la ruina y la destrucción final de estas casas. A su vez, la casa de su vivienda que Jose María Muñoz se había construido en el Paseo Ramiro, la donó al Ayuntamiento para que en su planta baja se montase una escuela de niños y una de niñas en la planta superior, y se hiciera todo después de su fallecimiento. Este ocurrió en Alicante en 1890.
Jose María Muñoz no era amigo de recibir reconocimientos, ni que le agradecieran su solidaridad, aunque no pudo impedir que recibiera del Gobierno la Gran Cruz de Beneficencia o que la Diputación Provincial de Alicante lo nombrara Benemérito de la Provincia (1879). Cabezuela del Valle le reconoció como Hijo Predilecto; ... Cuevas de Almanzora, lo nombró hijo adoptivo (1880), haciéndole en vida un gran homenaje y levantando una estatua en su honor en la plaza del Ayuntamiento. A raíz de esta, en Cuevas se le llama el Santo Negro por la tez oscura de su cara fruto de recibir el bronce una capa de barniz oscuro. Así lo cuenta el periodista Carlos Herrera en uno de sus artículos en el diario ABC (9 de noviembre de 2012).
La Corporación Municipal de Alicante, presidido por el alcalde José Bueno Rodríguez, le concedió la distinción de Hijo Adoptivo el 24 de octubre de 1879. El acta del acuerdo dice así: “el Ayuntamiento, teniendo en consideración los filantrópicos sentimientos que distinguen al Excmo Sr D Jose María Muñoz y de que tan relevantes pruebas ha dado en pro de los que sufren en distintas ocasiones y recientemente con motivo de la terrible inundación de Murcia y Orihuela y la pertinaz sequía que aflige a esta ciudad, acordó por unanimidad declararle Hijo Adoptivo de Alicante y, a propuesta del Sr Campos, que se le entregue el diploma de este nombramiento por una Comisión de la Municipalidad”. Además, se le puso su nombre a la calle que antes se llamaba de Las Almas y se propuso al Gobierno que se le concediera el título de Marqués de la Caridad.
"He tenido la oportunidad de mantener una entrevista con el señor Muñoz. Es un personaje alto, de 1,70 más o menos, representando unos 60 o 65 años, con barba y una corona de laurel en la cabeza, pulcramente vestido y con una condecoración en el pecho, en la parte izquierda. Es una impresionante figura, altivo, sereno, dulcemente amistoso. Su espléndida figura resplandece desde la cabeza a los pies, por su solemnidad, por su singular sello de señorío. A sus pies leo una inscripción metálica, que copio literalmente: D. Jose Mª Múñoz socorrió con cien mil duros a los inundados de 1879. Haciéndose digno de universal gratitud. Se le dedica este recuerdo, costeado por suscripción popular" –. Así nos contó el periodista Fernando Gil Sánchez en una de sus Crónicas de la Terreta en marzo de 1980 al encontrar su estatua tumbada en un almacén de lo que fue la antigua cochera de tranvías de Alicante junto a la calle Madroñal – Esta estatua se colocó en el Paseo Ramiro poco después de su muerte, y ya saben que no por casualidad.
Pero por la incomprensión a tanta generosidad, la incultura del ignorante o la violencia de un momento de desmesurada euforia, fue derribada por un grupo de políticos liberales en 1909 y la pasearon arrastrándola por la ciudad. ¿Quién se pensaban que era?. La estatua acabó arrumbada en almacenes municipales de Alicante. Si Muñoz levantara la cabeza, se llevaría un gran disgusto. Una cosa es no aceptar reconocimientos porque lo que hacía era porque le nacía del corazón, podía permitírselo y era generoso; y otra cosa muy distinta es que después de habérselo reconocido, es inadmisible que se trate así su memoria. La escultura terminó en manos de un chatarrero de San Vicente que ofreció vendérsela al Ayuntamiento de Alicante por seis mil euros (1984). Ya ven cómo escribimos y respetamos nuestra historia. Pues eso.
Pascual Rosser Limiñana