Hoy es uno de esos pocos días en que los telediarios vienen cargados de buenas noticias, y no me refiero a las elecciones catalanas. Uno de esos días en que se produce un estallido de felicidad momentánea y colectiva que nos atrapa a todos aunque no nos toque ni un euro de la Grossa de Nadal. Un buen día para ejercer de periodista a pie de calle porque la noticia sale a borbotones en cualquier rincón de la ciudad, del pueblo, en un cóctel de emociones, risas, saltos, lágrimas y espuma virgen recién descorchada. Es un día con banda sonora propia. Una mañana de brasero y tostadas, con décimos y papeletas esparcidas por la mesa camilla a la espera de un milagro que nos saque del pelotón de los pobres. Un grupo de adolescentes con su uniforme de gala cantan números y premios en una misma escala melódica hasta que el ritmo se precipita anunciando el prodigio.
Alicante es una provincia afortunada aunque quizá no sea solo por cuestión de suerte sino de probabilidades estadísticas, porque aquí se juega mucho. Más de 130 millones este año, unos 65 euros por persona. La Grossa se ha dejado ver 11 veces y en algunas ocasiones su llegada ha sido tan espectacular como una gota fría descargando miles de millones en unos pocos metros cuadrados y un único día. Aquí cuando llueve lo hace a lo grande, somos así de rumberos. Recuerden la que cayó en El Campello aquel 22 de diciembre de 1993 cuando la comparsa cristiana Jaume I repartió 21.000 millones de pesetas, en cómodas papeletas, en una localidad de apenas 12.000 habitantes censados. Esa vez estuve a punto de marcarle un gol a la suerte por toda la escuadra pero la pelota se me estrelló en el poste, como a Mesi. Un camarero del Leuka vendió papeletas premiadas en la cafetería donde desayunábamos cada día los trabajadores de Canal 9 cuando la delegación estaba en la calle Segura, pero solo el compañero de deportes eligió el número correcto. Uyyyy!!! El resto nos conformamos con retransmitir y compartir la bacanal que se montó en el Seis Perlas.
En 1999, el chorreo fue en Elche. 43.500 millones del tirón. Desde la Plaça de Baix bajaba un río de fortuna que regaba toda la ciudad, desde el Raval a los Palmerales, desde Altabix a Carrús, desde Matola a la carretera del León, anegando de paso la redacción de Telecinco y los bolsillos de muchos compañeros de fatigas que se convirtieron en protagonistas de sus propias noticias. Ojo a Elche, que parece tocada por la mano de Dios. En 1988 le cayeron dos mil millones de refilón y cuando la Grossa se vendió en Almoradí, en 1980, el pelotazo se lo repartieron entre Elche y Dolores. En la capital, el milagro tuvo lugar en la administración de lotería de la calle Carratalá, en el corazón de Benalúa. Fue en 1987 y se repartieron 18 mil millones de pesetas por toda la provincia siguiendo la ruta comercial de un vendedor de baterías Tudor. Pero la suerte salpicó a toda la ciudad. A los trabajadores de Telefónica de Ciudad de Asís, a la hoguera Francisco Albert, a la barraca “Tots volem festa”, al colegio Don Bosco, al antiguo Calpisa y hasta a la comandancia de la Guardia Civil.
Hay muchas historias detrás de un simple número de lotería. Algunas las hemos vivido, otras las hemos heredado como recuerdos ajenos y no todas tienen un final feliz. Las mías siempre han sabido a pestiños caseros y a anís El Mono.
@layoyoba