Si el Partido Popular ha asumido la Alcaldía de Alicante como revulsivo electoral, va camino de quedarse en un chasco, un chasco que sólo puede dar inercia a lo que dejó el tripartito recogido en los presupuestos de 2018, aprobados y ratificados, y que está dejando de lado alguna de las cualidades que respira (y demanda) la calle: transparencia y posibilidad de llegar a acuerdos. A todo ello hay que sumar la herencia del belmontazo, que sus denunciantes intentaron dirigir hacia el PSPV, pero que tiene sospechillas -por decirlo coloquialmente- de tener algo rancio que se le puede girar, en cualquier momento, en contra al PP, por mucho de que sus protagonistas paralelos intentan quitarle hierro al asunto.
El ejemplo más sintomático es el del asesor Miguel Ángel Redondo, conocido este miércoles y cesado este miércoles, con un efecto relámpago. Una especie de Màxim Huerta para Luis Barcala. La diferencia es que a Huerta se sabe porque se le cesa, por fraude fiscal, y a Redondo no lo sabemos: si por se amigo de Elsa Martínez, por la relación con Nerea Belmonte, por haber trabajado en negro para determinadas instituciones y partidos, o por temor de que explote todo a la vez.
Sea cual fuere la razón, lo que no se sostiene es que un alcalde, se llame Luis Barcala, o Perico de los Palotes, no se la juega contratando a un tipo que le ha recomendado la portera de su finca, como es el caso de Miguel Ángel Redondo. Máxime quedando poco menos de 10 meses de las elecciones y cuando el anterior se ha tenido que ir, entre otra razones, por no haber ejercido un control de sus propias decisiones, algunas por acción (y difusión) y otras por omisión.
Según Barcala, "se le contrató porque lo conocía desde la campaña de las municipales de 2015 como organizador en los actos de Cs", y "se ofreció en Alcaldía, se comprobó que tenía muy buenos contactos y se le contrató para que desempeñase tareas sobre el control de cuestiones de mantenimiento e infraestructuras".
De verdad, ¿los asesores se ofrecen?; si organizaba actos, ¿por qué no se le puso en Protocolo, o en una concejalía con eventos? ¿por qué se le mandó a la Concejalía de Infraestructuras a elaborar informes sobre elementos que necesitaban reparación y a recoger las necesidades y quejas trasladadas por los vecinos? De acuerdo con el testimonio del alcalde, el de Redondo "era un trabajo que estaba desempeñando de manera satisfactoria". Entonces, si hacía bien por qué se le cesa. ¿Porqué trabajó en negro en Cruz Roja y Ciudadanos? Tanto la ONG como el partido naranja lo han negado. El alcalde niega cualquier vinculación con el voto en blanco de Nerea Belmonte, y alega que se han comprobado "antecedentes" de los que no se tenía "conocimiento" y que, por ello, se ha perdido "totalmente la confianza".
Si hay dos cuestiones que el PP no maneja bien es la transparencia y la cintura política. El caso de Redondo ha habido ocultación pretenciosa: se facilitaron los nombres de todos los asesores que el nuevo equipo de gobierno del PP ha ido incorporando, pero, curiosamente, el de Redondo se hace público el mismo día que se le cesa. Un mes de sueldo se lleva a casa un "chico que hacía las cosas bien", pero sus antecedentes pueden ser explosivos, aunque no esté del todo acreditado. En un mes, los antecedentes lo han cambiado todo: o se le han colado a Barcala, o ha dejado que se la cuelen, con conocimiento de causa. Preocupante si se confirma ésto último.
La otra asignatura que se repite: a la ocultación de cuestiones espinosas o errores propios, el PP ha empezado a practicar la misma táctica de Gabriel Echávarri: lanzar determinadas polémicas al aire que al final se acaban arreglando porque tal polémica no existía o se ha exagerado. Todo para tapar, algunas veces, la falta de diálogo, como con la fallida primera modificación de crédito; o la bisoñez en los cambios del callejero al querer pasarlos de nuevo por las juntas de distrito, algo que dejó zanjado el anterior equipo de gobierno. El culmen ha sido la nueva Oficina de Turismo que se construirá en el Puerto: se creó un problema para buscar una solución que ya existía, pero mientras tanto la polémica rodó por los bancos de la oposición, más en concreto, los del PSOE.
Si la caída de Rajoy ha demostrado algo es que, primero, que no se puede insensible a la indignación del pueblo llano, y segundo, como también ha demostrado la dimisión de Màxim Huerta, es que en plena era de las tecnologías nada se puede tapar. Y si lo tapas, puede generar el efecto contrario. Y si encima persistes en disimular, ser reacio a ceder y no mostrar un actitud constructiva, acabas teniéndolos a todos los grupos políticos en contra, como ahora tiene Luis Barcala, y el PP de Alicante, en apenas dos meses. ¿Un buen panorama para lo que viene? Si persiste el multipartidismo, muy malo. Y si Ciudadanos está radicalmente en contra, es que algo haces mal. En pleno de siglo XXI, además de gestionarlo, hay que parecerlo con transparencia, horandez y con cintura política. La velocidad ya no importa.