La fusión de CaixaBank y Bankia está dando mucho que hablar en estos días. Las dos antiguas cajas de ahorro más emblemáticas de España, y políticamente más representativas de Cataluña y Madrid, respectivamente, acaban de contraer matrimonio. Lo que sucede es que se trata de un enlace concertado, en el que la novia madrileña llega con poca dote y va a dejar su casa para irse a vivir a la del novio catalán, casualmente sita en València. Pero es una maniobra de simple despiste, un hecho accidental que trata de evidenciar la existencia de un cierto equilibrio entre los contrayentes, cuando en realidad no es así. La ceremonia es, más que una celebración, una especie de sacrificio ritual en el que la novia se entregará sin condiciones y adoptará no solo el apellido, sino incluso el nombre del marido. Siempre me pregunto por qué lo llaman fusión cuando en realidad deberían decir absorción, a secas.
Supongo que la entidad madrileña, que en su momento también fagocitó tristemente a la valenciana Bancaja, entre otras cajas varias menores, no ha tenido más remedio que plegarse a las exigencias que desde la caja, banco o lo que sea la entidad catalana del logo molón se le han cursado. No sabemos quién estará detrás de este acuerdo, aunque parece que el Estado ha estado presionando para que se llevara a cabo la operación. Lo que sí sabemos es que la entidad de ámbito más nacional, Bankia, desaparece tras nueve años de triste andadura. Están invitados a la boda Sánchez, el antiguamente conocido como coletas, hoy el moños, aunque no ha confirmado su asistencia, Nadia Calviño, el padre del novio sr. Fainé, así como los contrayentes. Nadie más dadas las restricciones en cuanto a número de invitados por el Covid, aunque es de suponer que habrá habido muchos muñidores en la sombra. De menú del enlace se servirán callos a la madrileña, cocido, butifarra, calçots, crema catalana y chocolate con churros, todo ello en tamaño minimalista para que se vaya notando ya quién manda aquí y será acompañado, que no regado, con cava.
No hemos de olvidar que, de los 22.424 millones de euros de dinero público que el Estado tuvo que inyectar para rescatar a Bankia, la entidad no ha devuelto a fecha de hoy ni un solo euro. La fusión no parece que vaya a favorecer la recuperación de este capital, ni de una parte siquiera, aunque muchos pensemos que debería detraerse de los resultados futuros del nuevo banco resultante de la operación. Aunque solo sea para que a los ciudadanos no se nos quede cara de bobos. Y, por más que De Guindos, desde su atalaya de la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE), quiera dar a entender que aquí no ha pasado nada, lo cierto es que se trata de una cantidad de dinero enorme, que serviría para tapar no pocos agujeros como tenemos.
La corta, pero intensa historia de Bankia estuvo jalonada de sucesos tremendos, como el suicidio de Blesa, la salida de Rato de la entidad y su posterior ingreso en prisión, la condena a toda la cúpula de la entidad por su salida a Bolsa, o las tarjetas black . Tal vez, dadas las circunstancias, la operación actual fuera inevitable y no deja de ser anuncio de posibles fusiones futuras en nuestro país, como la que ya se rumorea entre otros bancos casaderos, como Santander, Sabadell y BBVA.
A priori no parecen buenas noticias para los ciudadanos de a pie ni para los empleados de los bancos que se fusionan. La unión va a dar lugar a los despidos o prejubilaciones de, según dicen, un 15% de la plantilla y al cierre de numerosas oficinas, lo que limitará el acceso de los clientes a servicios presenciales con sus gestores. Cada vez es más difícil poder conseguir la prestación de estos servicios con la inmediatez que sería necesaria en muchos casos, y no sólo por causa de la pandemia, lo que frustra a los clientes. Por otra parte, la concentración de la banca puede dar lugar a situaciones de abuso de posición dominante en el mercado, en perjuicio de los derechos de los consumidores. Si la escalada de fusiones continúa, al final el pastel se lo repartirán cuatro. Aunque, a pesar de todas estas operaciones financieras de alto nivel, la banca online puede acabar ganándole la partida a la banca tradicional, pues a día de hoy su crecimiento parece realmente imparable.