¿Para qué sirve la historia? Siempre que empieza un nuevo curso intento que, al menos durante algunas clases, mis alumnos reflexionen un poco y traten de responder a esta pregunta.
A mi modo de ver, el estudio del pasado es importante por muchos motivos. Los territorios fuertes reafirman su identidad recordando a sus personalidades más destacadas y reivindicando sus logros más señeros.
En este sentido, creo que la Universidad de Alicante obró con inteligencia al adoptar como propio desde su fundación el lema de la nuestra antigua universidad, de la primera universidad de la Terreta, la Universidad de Orihuela.
“Iter facite eivs qvae ascendit svper ocassum”, nos decía el eslogan oriolano. El latín siempre viste y nos recuerda la antigüedad de las instituciones venerables.
Nuestra Terreta alicantina fue, desde su incorporación al Reino de Valencia en 1304-05, la segunda demarcación en importancia solo por detrás de la ciudad de Valencia.
Nuestra capital histórica, Orihuela, fue cabeza desde un primer momento de una procuración/gobernación propia, independiente de la Valencia por decisión del propio rey de la Corona de Aragón.
¿Qué le faltaba a nuestras comarcas de sur para alcanzar una relevancia política y social de primera categoría? La respuesta es sencilla: una universidad, un centro de estudios superior autóctono.
Os voy a explicar brevemente cómo lo conseguimos. Todo comenzó en 1546, cuando el papa concedió el permiso a Orihuela para abrir una universidad. Su gran artífice fue el conspicuo Arzobispo Fernando de Loaces. A pesar de este éxito inicial nada fue fácil y no se pudo inaugurar de hecho el centro docente ¡hasta 1610!
Además, solo en 1646 se consiguió para la universidad el privilegio real que la respaldaba, concedido por Felipe IV. Las cosas de palacio siempre han ido despacio, ¿verdad?
¿Por qué fue todo tan lento? En primer lugar el proceso alicantino siempre contó con la oposición de la ciudad de Valencia, que había fundado su propia universidad el 1499.
El cap i casal del Reino de Valencia afirmaba, no sin razón, que la docencia en Orihuela era de poca calidad y que los diplomas alicantinos se obtenían con demasiada facilidad. La ciudad del Turia llegó incluso a meter en la cárcel a los médicos que ejercieran en la urbe cuyo título hubiera sido expedido en Orihuela.
La capital del Reino se opuso también a la creación de la universidad de Gandía en el siglo XVIII, mostrando de nuevo su voluntad de mantener el monopolio de la enseñanza superior y su visión centralista del territorio.
Sin embargo tanto la universidad de Orihuela como la de Gandía pudieron ponerse en marcha finalmente y funcionaron con normalidad. Cartagena, Murcia y las tierras castellanas cercanas a Orihuela agradecieron contar con una universidad próxima, aunque la calidad de la enseñanza que se impartía en ella fuera mejorable.
Orihuela fue, insisto, la segunda ciudad del Reino en importancia y la gestación y consolidación de su universidad añadieron a su liderazgo político-sur una capitalidad cultural que expandió su zona de influencia.
Vamos concluyendo. Considero que debemos recordar hoy, en pleno siglo XIX, la universidad de Orihuela y reivindicar su importancia histórica y su valor como antecedente de la Universidad de Alicante en particular y en general de todos los centros de educación superior de nuestra provincia.
El gran arzobispo Loaces y los hombres de su generación lucharon para que nuestra Terreta contara con una universidad que elevara su nivel cultural y su importancia social.
Sigamos el ejemplo de la Universidad de Alicante y pongamos en valor estos esfuerzos pretéritos, estos éxitos del pasado que deben iluminar nuestro presente y han de servirnos como referentes para trabajar por un Alicante mejor.
Antonio Adsuar es fundador del proyecto-blog www.alicantinismo.com