la yoyoba / OPINIÓN

La alumna 5579

27/10/2017 - 

Cada uno de nosotros ha sido adoctrinado de una u otra manera, aunque no siempre con los resultados deseados por las instituciones educativas que pusieron su empeño en ello. Yo soy una de ese medio millón de españoles y españolas que se forjaron en una de las 21 Universidades Laborales repartidas por todo el país. Ese proyecto educativo para formar integralmente a los hijos de las familias obreras en una España analfabeta y depauperada se le fue de las manos a su impulsor, el ministro falangista Girón de Velasco y a todos los ministros tecnócratas que le sucedieron. Se les fue de las manos porque cuando alguien entreabre alguna rendija por donde se cuela la Educación, con mayúsculas, es difícil poner puertas al campo. Este experimento social, que en palabras de Girón pretendía formar “hombres de arriba abajo” produjo un resultado espectacular con una de les generaciones mejores formadas del siglo XX.  Mujeres también, a pesar de que no estaba en los cálculos iniciales y de que solo dos de esas 21 Universidades Laborales fueran femeninas, la de Zaragoza y la de Cáceres.

Precisamente la de Cáceres, a la que yo llegué en los 80, cumple este año su 50 aniversario, mientras las autoridades locales intentan reparar el estropicio causado por tanto olvido. Quizá muchos de ustedes no hayan ni oído hablar de estos macro centros educativos hoy infrautilizados, reconvertidos y que en algunos casos se caen a pedazos por el marchamo franquista que heredaron de la Dictadura. Pues bien, déjenme que les cuente. Servidora era la alumna 5579. Mi madre me bordó ese número en todas mis pertinencias textiles algunas de las cuales aún conservo intactas: toallas, camisetas, chandal, calcetines...

Yo llegué ya en democracia, con presupuestos muy recortados porque existía la intención de hacer desaparecer estas instituciones, pero las compañeras que me precedieron no tenían que llevarse ni ropa. Todo corría por cuenta de la Universidad Laboral, la manutención, el material escolar y hasta el equipamiento deportivo. Si eras de familia obrera y tenías buenas notas tenías asegurada tu formación totalmente gratuita en un internado donde convivíamos más de 1500 alumnas procedentes de toda la geografía española. Se podía estudiar BUP, COU y algunas carreras universitarias. La U.L. de Cáceres estaba en las afueras de la ciudad, construida sobre una parcela ajardinada de ocho hectáreas con 30.000 metros cuadrados de edificaciones e instalaciones deportivas de primer nivel que incluían una pista de atletismo de competición y una piscina olímpica climatizada. Aún recuerdo la sensación que me producía correr sobre esa pista roja y acolchada como si volara sobre mis zapatillas de deporte. El edificio donde vivía se llamaba Norba. Tres plantas con apartamentos para grupos de seis alumnas que incluían un dormitorio común, un salón de estar presidido por una guitarra y aseos con varias duchas y retretes. Un paraíso para adolescentes que solo tenían que preocuparse de estudiar,  llevar la ropa a la lavandería y tramar cómo volver tarde de la ciudad sin que te pillaran. Había bibliotecas, laboratorios, salas de estudio, salón de juegos y de música con tocadiscos y algunos vinilos anticuados ya para la época. Una sala de televisión donde nos permitieron quedarnos la noche del 23F, un salón de actos con capacidad para mil personas, un auditorio, comedores, cafeterías y una capilla que no era obligatorio visitar. Las familias pudientes de la zona enviaban a sus hijos en calidad de externos porque la U.L obtenía los mejores resultados académicos de toda la provincia. Era un universo sin padres donde se forjaban amistades para toda la vida. A veces he pensado qué pensaría Girón si supiera que en la Universidad Laboral nos hablarían del Mayo del 68 francés o que nos llevarían al teatro a ver Cinco horas con Mario con una Lola Herrera descomunal. Se muere del susto, seguro. Tanto dinero invertido en “adoctrinar” a los hijos de los obreros para que muchos se hicieran comunistas en su juventud o lo que es peor, de Podemos en su madurez... Es lo que tiene la educación, que tarde o temprano acaba uno pensando por su cuenta. Sin embargo, no puedo por menos que agradecer un trabajo que salió bien, aunque no como quería el falangista, y lamentar la torpeza de los que destruyeron el invento por venir de donde venía.

Muchos años después volvi a mi “Manderley”. No debí hacerlo. No es bueno volver al lugar donde fuiste feliz. @layoyoba

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