Si hay una plaza acogedora en Alicante, esta es una de ellas. Lo tiene todo, o casi todo, no me tachen ustedes de exagerado. Está en el centro de la ciudad y cerca del mar, bueno más cerca está del puerto deportivo para ser más exacto. Rodeado de construcciones de poca altura con un edificio singular que dio nombre a la plaza en el argot popular. Tiene arbolado de altas copas y frondosas ramas. Pérgolas para pasar el rato bajo su sombra y, en medio de la plaza, una preciosa fuente. Además de muchas terrazas de bares y restaurantes que dan vida a este emblemático lugar de encuentro de Alicante. Seguro que ya han adivinado su nombre.
Esta es la plaza de Gabriel Miró. Aunque no siempre se ha llamado así. Tuvo también el nombre de plaza de las barcas; de la reina Isabel II; y de Correos.
Ahora cuesta creer que el mar hacía orilla muy cerca de aquí. En ella, las barcas de pescadores descansaban sobre la arena de la faena cotidiana. Aunque eso fue hace mucho tiempo. Vean. Aprovechando la cercanía del mar, aquí se construyó una casa para guardar la sal. Así nos lo cuenta Viravens en su Crónica (1876): “Felipe II mandó construir una casa que se llamó Del Rey para depositar los cargamentos de sal que conducían los buques a este puerto desde las salinas de la Mata (1591). Este edificio, que costó al Real Patrimonio 2.200 ducados, fue construido sobre el borde de la playa que entonces había donde en nuestro tiempo se ha formado el jardín de la plaza de Isabel II”. Ya ven, el terreno de esta zona se ganó al mar. Con el cambio climático y el calentamiento global, el mar podría intentar recuperar este espacio que antes fue suyo, pero eso es otra historia y ya hará algo el hombre sobre la naturaleza para impedirlo. Habrá que aprender de los holandeses que sobre esto tienen mucha experiencia.
En esta plaza hay un edificio emblemático, el de Correos, en cuyo solar antes hubo un almacén de sal o del Rey, hospital, presidio, cine y teatro de zarzuelas. Frente a él hay un pequeño busto que representa al escritor alicantino Gabriel Miró. En reunión plenaria del Ayuntamiento en 1932 se decidió hacer una escultura de este insigne escritor para colocarlo en el jardín que lleva su nombre, aunque no se inauguró hasta el 27 de mayo de 1935 en presencia de Dubois, Director General de Bellas Artes, en representación del Gobierno republicano, y de Vicente Martínez-Pinna, Teniente de Alcalde de Alicante. Este manifestó que la ciudad dedica esta escultura “que perpetúa el culto y la admiración de Alicante a su hijo esclarecido”. Se leyeron cartas de adhesión de Azorín, Altamira y Oscar Esplá, así como de la viuda e hijos de este escritor. Los niños del Grupo Escolar Gabriel Miró, de las Carolinas, depositaron un ramo de flores junto al monumento. El escultor de esta obra fue José Samper.
Un gran ficus da sombra y cobijo todo el año a esta escultura. El ficus es de la especie denominada macrophylla. En esta plaza hay varios ficus, uno de ellos es considerado el “más notable de todo el país” según el mapa forestal de España. El Ayuntamiento de Alicante los ha incluido en el Catálogo de Árboles Monumentales de interés local, para protegerlos, con los otros ficus gigantes que hay en la ciudad hasta un número de 23 ejemplares. Los más grandes suelen tener anchos troncos, algunos de 6 metros de diámetro, pueden alcanzar los 50 metros de altura y tener copas de más de 25 metros de diámetro. Sus hojas son de color verde durante todo el año. Todos ellos son un gran tesoro de la ciudad por lo que tenemos que protegerlos. Son admiración no sólo de los muchos turistas que nos visitan sino también de no pocos alicantinos que nos asombramos de su tamaño, del grosor de sus troncos, de su altura...
En medio de la plaza hay una fuente. El correr de su agua da esa musicalidad que amansa a las bestias e inspira a los inteligentes. Algo de esto he leído por ahí, ¿saben la leyenda de Orfeo? La frase que “la música amansa a las fieras” es originaria de la leyenda de Orfeo (s. Vi a. C.), músico y poeta griego que tenía un don especial con la forma de tocar la lira y de entonar su canto que amansaba a las fieras más salvajes.
Pero hay más. A finales del siglo XIX, concretamente el 16 de octubre de 1898, llegó agua potable a esta plaza canalizada desde Sax, nada menos. Ya entonces se las ingeniaban para traer agua a la sedienta Alicante. Posteriormente, en 1918, en el mismo lugar donde fluía esta agua a través de un surtidor, se construyó una escultura a modo de fuente. A esta se le llama desde entonces “la aguadora”. El escultor Vicente Bañuls es su autor. Tomó como modelo a una chica joven de 17 años que vivía cerca de su casa y que tenía por nombre Susana Llaneras Rico. Ella es la protagonista, esculpida en piedra, y objeto de tantas miradas. Después de observarla un rato parece que se gira y te mira presumida con esa picardía de las adolescentes.
La aguadora está sobre un pedestal junto a unos niños de piedra. De sus brazos inclina un jarro por donde cae el agua sobre un fauno. Con el 110 aniversario del trasvase de agua potable desde Sax se restauró esta fuente por Aguas Municipalizadas de Alicante cuyas obras tuvieron un coste de ciento setenta y cinco mil euros, siendo Sonia Castedo la alcaldesa de la ciudad (2008), manifestando en la inauguración de esa restauración que “la ciudad se embellece, se pone guapa con el agua, uno de los elementos que más escasea por aquí”. Pues eso.