XÀBIA. José Chulvi está hoy en la cima del PSPV provincial de Alicante. No ha sido un camino fácil. Más bien todo al contrario: una singladura labrada a sí mismo, sin padrinos, y con el respaldo unánime de su agrupación socialista, a la que llevó de la casi insignificancia de los años 90 a ser el alcalde más votado en 2015. Para este trayecto, que no se aventura como el último, el primer edil de Xàbia ha ejercido de corredor de fondo, que ha ido superando etapas, sin estridencias, ni golpes de efecto, con un trabajo arduo, disciplinado, de mucha calle y muchas noches en vela. Un político, orgulloso de ser de pueblo, de representar a su pueblo, que ha pasado por todas las fases de la política: de asesor a concejal, pasando por alcalde y diputado provincial y ahora en la cúspide del partido.
Nacido un 25 de diciembre de 1970, Chulvi sitúa a Xàbia en el escaparate de la política, como en su día, lo hizo el veterano político del PP José Cholbi, hoy Síndic de Greuges. Este entrenador del Joventud de Xàbia, criado entre las canchas y la barra del mar de sus padres, figuró por primera vez en una lista en 1999, con su amigo, Josep Lluís Henarejos -secretario de Área de Agua- de candidato. En 2003, ya fue asesor de grupo y posteriormente, concejal, en el mandato de 2007 a 2011. De tres concejales, pasó a seis, y logró la Alcaldía merced a un pacto con dos formaciones de centro derecha. Y de seis, pasó a 14, en 2015, con una histórica mayoría absoluta.
Siempre con un mismo lema en su manera de proceder diario, la política se hace de abajo hacia arriba, y con una máxima forjada en sus años de ostracismo en la oposición. "No digas siempre no, dí lo que tú harías si estuvieras en el Gobierno". Ambas, nunca le han fallado. Ya en 2012 tuvo la oportunidad de ser secretario provincial del PSPV, pero entonces declinó la oferta: creía que su prioridad era su municipio y afianzar un mandato que finalmente sería decisivo para la mayoría que lograría años después. Además, necesitaba asentarse en el grupo socialista de la Diputación, donde vivió el duro trance de la denuncia contra Alejandro Soler y la toma, casi por las bravas, de David Cerdán de la portavocía de grupo, ya como secretario provincial del PSPV.
En 2015, ya con su 14 regidores de 21 que tiene la corporación -y sin hacer tanta ostentación como otros regidores del PP- creyó que llegaba su momento: primero como portavoz del PSPV en la Diputación de Alicante y ahora, en 2017, con el salto a la secretaría general. Su experiencia en la corporación provincial y su ronda por las comarcas del sur le ha dado una visión integral de cómo afrontar la candidatura y de cómo conectar el valencianismo integrador que Ximo Puig reclama para los socialistas valencianos.
En este nuevo escalón que supera, Chulvi exhibe la misma manera de hacer política: siempre busca el acuerdo. Es más, hubiera preferido un acuerdo unánime con todas las facciones del partido, pero las circunstancias no lo han propiciado. Pero si está en su mano y cambia el escenario, lo intentará de nuevo.
Ese mismo talante lo ha exhibido en la Diputación de Alicante, donde se ha topado con el muro del PP, que sin mayoría absoluta, ha hecho de la institución un ariete contra el Gobierno del Botànic. Hasta hoy mismo, si pudiera, Chulvi buscaría un acuerdo con el PP con tal de conseguir mejoras para los municipios. Él es así. Otros prefieren hacer de la política su verdadera significancia, a bombo y plantillo y con cornadas a base de titulares efímeros.
Sus objetivos más inmediatos pasan por despejar en breve si la política municipal ha llegado a su fin y da el salto hacia València o se da una segunda oportunidad para lograr, para el PSOE, la presidencia de la Diputación de Alicante.
En clave interna, pacificar la agrupación municipal de Alicante, poner orden a la confluencia de intereses que surgirán en Elche y repescar a Rubén Alfaro son sus objetivos. El futuro de Gabriel Echávarri lo tiene claro, aunque sabe que la decisión final la tiene partido, si se consuma la apertura del juicio oral, pero valora una cosa de todo lo sucedido: la maquinaria del Ayuntamiento de Alicante no se ha paralizado. Posiblemente, sea su desafío más serio que tenga en los próximos meses: si tuvo más, no lo sabemos, porque casi siempre salió bien parado, eso sí, sin hacer ruido, a su ritmo y con su receta básica de político de pueblo: de abajo arriba, y mejor unir que dividir.