VALÈNCIA. Tras haber trabajado ocho años en el ayuntamiento de Quart de Poblet como técnico de juventud y 25 como técnico sociocultural, Jesús Martí se convirtió en el secretario general del Instituto Valenciano de la Juventud (IVAJ), y después de dos años en la institución, pasó a ser director en 2017, cargo que ocupa hasta la actualidad. El licenciado en Pedagogía por la Universitat de València explica a Valencia Plaza la línea de actuación que el IVAJ sigue, en la que intenta escuchar a los jóvenes y acabar con los obstáculos que separan a estos de las instituciones públicas.
- ¿Por qué existe el IVAJ? ¿Qué necesidades cubre en la sociedad?
- El IVAJ es suministrador de políticas de juventud locales. La mayoría de los jóvenes y los adolescentes se mueven en su territorio, que es el municipio. Como sociedad hemos abandonado a esta gente en esa edad. La infancia está cubierta por la familia, pero cuando llega la adolescencia nadie sabe qué hacer con estas personas. Pasan al instituto, no se fían de su familia, y entendemos que no podemos dejar en manos del mercado el momento en el que la gente afianza sus maneras de ver el mundo y sus valores. La escuela está enfocada al currículum, más que a la formación humana. Y la formación personal tiene más que ver con salir de la jaula de algodón que hemos creado para los niños y afrontar la vida.
- ¿Cuál es la función del IVAJ?
- Los adolescentes son un centro de conflictos; dejan muchas de las cosas que hacían hasta ahora para construir su identidad y encontrarse. Y en este momento, hay que hacer políticas de juventud, y poner a personas cercanas, positivas y jóvenes que les puedan entender y escuchar, sobre todo, escuchar, con el fin de acompañarlos. Eso transforma el IVAJ en una entidad que se ocupa de los tiempos libres que hay fuera de la escuela. Los espacios en los que vive la gente.
- Y durante la pandemia, ¿cree que las administraciones abandonaron a la juventud?
- Sí. Si nadie sabía que hacer con ellos cuando no había pandemia, con la pandemia menos aún. Evidentemente, encerrarse es un machaque mental para las personas que tienen una manera de vivir basada en salir, relacionarse y estar con sus amigos. Las redes sociales juegan un papel importante aquí, pero, verdaderamente, lo que todos necesitamos es contacto humano. Los jóvenes no quieren ver la televisión, quieren jugar a videojuegos, por ejemplo. Y eso se incentivó desde el IVAJ. La pandemia era una explosión segura que no sucedió. Ha pasado luego, cuando se les ha achacado a los jóvenes el botellón. Pero el problema es que no tenían lugares a los que salir, si tuvieran ‘pelas’ buscarían otros espacios, y si tuvieran otros espacios no harían botellón.
- ¿Hubo algo positivo para los jóvenes, entonces, durante el confinamiento?
- Si de algo a servido la pandemia es para que muchos padres y madres descubran que tienen unos adolescentes con los que se puede convivir. Esto era imposible antes. Los adolescentes siempre están fuera de casa y crees que eso es la solución, al menos en parte. Todo el mundo conoce a sus niños, pero cuando pasan a ser adolescentes, ni ellos mismos saben quiénes son. La pandemia visibilizó la positividad del adolescente en la propia familia. Ha habido un descubrimiento mutuo y las dos partes han crecido.
- ¿Qué necesidades han desarrollado los jóvenes después de la pandemia?
- Una de ellas es la salud mental. Mucha gente en tiempos anteriores y en situaciones peores no había sacado esa sensación de dificultad o ansiedad, y ahora es cotidiano. Hemos criado a las nuevas generaciones con una falta de mecanismos de superación de la realidad. Los jóvenes están pidiendo una solución a la administración, pero también buscándola individualmente. La precariedad es otra evidencia que se ha manifestado, y también la normalización de la precariedad. La gente cree que eso va a ser así. Es cierto que la situación ha empeorado, pues salíamos de la crisis de 2008, que había sido dura, con unas malas condiciones en los contratos, pero se había asumido una posibilidad de mejora. La pandemia destroza todo esto. Y los grandes perjudicados son los jóvenes. Son los primeros en caer y a los que más les cuesta remontar, aunque digamos que son la generación más formada.
- ¿Cómo gestiona la sociedad la precariedad juvenil?
- Hemos asumido que van a ser la generación que peor viva, y esto es cosa de los adultos. Nosotros hemos dejado de creer y hemos dado ese mensaje. Yo creo que eso es lo que peor hemos hecho; asesinar los sueños de los jóvenes. Hemos dicho: “hagas lo que hagas, la vas a cagar”. Pero yo veo vitalidad en los ojos de la juventud. Parece que los mayores de 50 años puedan tener un proyecto de vida y la juventud no. Ese es el problema, que no pueden crear uno porque la sociedad impide que no haya pleno empleo o trabajos dignos para esta franja.
- ¿Qué medidas ha tomado el IVAJ para frenar la precariedad juvenil?
- Cumplimos la labor de tocar las narices a otras partes de la administración, les recordamos que existen jóvenes y ocupamos las partes de las que nadie se ocupa demasiado, como los tiempos libres. Intentamos que ocupación, vivienda, formación, trabajo y salud recuerden que la situación de los jóvenes es peor que la de los adultos. Desde el gobierno valenciano se ha bajado la edad necesaria en algunos proyectos para que jóvenes tengan acceso a determinadas propuestas que antes no existían. Entendemos que su proyecto de vida empieza antes. Pero existen limitaciones impuestas por el gobierno estatal y por la legislación europea a determinados tipos de contrataciones. Sale más barato contratar a becarios. Además, la ley me impide que yo contrate, pero puedo subvencionar a ayuntamientos para que sean ellos los que contraten. Sin embargo, ellos pueden utilizar el dinero para esto o para otras cosas.
-¿Cómo se pretende acortar la distancia que hay entre las instituciones y los adolescentes?
- El distanciamiento entre los jóvenes y la política hace que la juventud no se sienta representada en partidos políticos y no milite. Y eso, considero que es un fallo. Desde el IVAJ, queremos invisibilizar la propia institución para que el contacto sea directo entre los adolescentes y los técnicos. Así, quien habla con el joven es un técnico que ni te pone nota, ni te puede expulsar, ni te veta la entrada a las actividades…
- ¿Cuál es la estructura en el Instituto?
- El IVAJ propone que la actuación de las políticas de juventud sea, sobre todo, a nivel local. Con el ayuntamiento de València trabajamos igual que con el ayuntamiento de Ademuz, por ejemplo. Municipalizamos las políticas a todos los niveles, y a ese nivel, durante estos seis años hemos extendido una red de técnicos y técnicas en cada uno de los municipios. Subvencionamos a todos los municipios de más de 5.000 habitantes, para que tengan la posibilidad de contrato de una, o incluso, dos personas para trabajar específicamente en la juventud. Y se nota la transformación, la cantidad de gente adolescente que ha descubierto la posibilidad de tener alguien a quien referirse. Según los miedos que cada uno tiene, cada localidad adquiere los recursos que quiera. El objetivo es que el ocio educativo se apoye y se pueda realizar con total seguridad.
-¿Cómo percibe el IVAJ al adolescente?
- Somos un servicio público. Y si entendemos a la persona joven como la ciudadanía a la que hay que apoyar en sus propuestas, nuestro trabajo es facilitarle las cosas. La mayoría de las veces los adultos tenemos muy claro lo que queremos, y eso da lugar a saber qué es lo que tenemos que hacer “para tu propio bien”. Pero la juventud tiene derecho a equivocarse, a hacer su camino, a crecer, a fracasar sin problemas y a responsabilizarse. La actitud paternalista de muchas familias para hacer que sus hijos saquen lo mejor de sí no se puede permitir desde el IVAJ.
- ¿Y en cada ayuntamiento?
- En un ayuntamiento, la parte de juventud no pinta nada. Casi que ponen a una persona joven para llenar el expediente. El perfil que este gobierno buscó era el de intentar ser profesional, y en el ámbito de la juventud, ser profesional es sentarte a comer pipas con los jóvenes. La juventud está apartada porque los adultos decidimos decirles lo que tienen que hacer y lo que no, y además, que sus intereses no son importantes.
-¿Qué papel juega el joven en el IVAJ?
- Hablar, proponer. El objetivo es que la gente se crea que su opinión importa. Un técnico es el ayuntamiento, pero es la parte que pone un pie en la calle y escucha para creer en los jóvenes y apoyarlos en sus proyectos. Es un cambio de imagen costoso, porque la parte funcionarial es la que más agobia.
- ¿Qué obstáculos identificaste en el IVAJ cuando llegaste a él?
- El principal obstáculo que encontré es que la administración está compuesta por adultos, y tienen su manera de ver el mundo. Nos falta empatía con la gente joven, no van a traer la solución, pero son una parte de ella. Mi futuro lo arreglarán los jóvenes. Más que el dinero, mis problemas fueron el adultocentrismo de la administración, el hecho de que no confiemos en los jóvenes, y el tema burocrático que ralentizaba los proyectos que queríamos poner en marcha.
- ¿Cuáles son los objetivos de realizar talleres como el de educación afectivo-sexual?
- Hay temas que están dejados de la mano de Dios. En cuanto a la educación afectivo-sexual, todo lo que se enseña es a poner el preservativo. Pero la vida es mucho más amplia, no solo en el ámbito de carácter sexual, sino también en las relaciones. El amor romántico existe, aunque no debe ser de la manera en la que se gestiona. La diversidad también va más allá, y no hablo solo del colectivo LGTBI, sino de otros temas de los que nadie ha hablado, como la gordofobia, por ejemplo.
- ¿Cómo se llevan a cabo de una manera cercana?
- Un técnico de juventud no tiene porque tener las respuestas de esto. Tenemos la sensación de que un joven no puede ser el asesor de otro joven, cuando verdaderamente es el único asesor, actualmente. Para ello, creamos una red de jóvenes corresponsales que se movía por los institutos, y se convirtieron en los informadores juveniles. Y junto a esa base de transmisión, añadimos asesores expertos en determinados temas, que también eran personas jóvenes.
El programa Jove Oportunitat del IVAJ surge hace siete años para los jóvenes de la Comunitat Valenciana que ni estudian ni trabajan. Un proyecto para aquellos que desean recuperar su motivación perdida y retomar las riendas de su formación, de la mano de educadores sociales, pedagogos o psicólogos