El mismo autor confiesa en el epílogo del libro el por qué ha dibujado la historia del Ganador Genuino: él fue uno de los engañados por estos Youtubers que se suponía que te daban las claves para “ligar” y sentirte más seguro de ti mismo: “Empecé con una búsqueda clásica tipo “cómo salir de la friendzone” y acabé cayendo en una madriguera de conejo construída con vómito regurgitado”, explica sobre esos perfiles a quienes define como “fascistas del crecimiento personal y nostálgicos de una masculinidad que no habían vivido”.
Para desahogarse, con catorce años, escribe y dibuja El ligón de ligones, el que sería su primer cómic autobiográfico que le sirve como desahogo en ese momento. Se podría decir que Ganador Genuino es una especie de remake que llega diez años más tarde: “Realmente la historia vuelve como una ola, son cosas que se van repitiendo a lo largo de la vida, siempre hay algún gilipollas que te quiere decir lo que tienes que hacer para ligar”, añade el autor, “al final la vida es un ciclo en ese aspecto y todos creemos necesitar saber cómo hay que hacer las cosas y contar con esa guía”, añade.
Para describir este desespero Beltrán dibuja a Pau enamorándose de Zoe, una chica de su clase que no le hace demasiado caso… Pau, desesperado recurre a internet para averiguar “cómo ligar” y recae en el perfil de Ganador Genuino, un Youtuber que publica el vídeo “Cómo ligar como un alpha” en el que promete en sencillos pasos y a través de una “mentoría online” una nueva vida para los chavales inadaptados como Pau. A lo largo del relato Beltrán va dibujando como se deja engañar por este “gurú” que no hace más que darle malos consejos que el protagonista aplica sin dudarlo ni un momento y de forma muy inocente.
“Creo que cuando estás en el instituto y todavía no tienes mucho criterio quieres tenerlo todo, por eso te agarras a lo primero que ves para convertirte en “el mejor” y ahí es donde los coaches se hacen hueco para influenciar a los chavales. Cuando ese aprendizaje se transmite se va creando una historia de violencia que se repite constantemente”, añade. Para explicarlo dibuja también al padre del supuesto Ganador Genuino, otra persona descerebrada que no hace más que meterle malas ideas a su hijo en la cabeza.
Con el cómic, a su vez, Beltrán hace un ejercicio de autocrítica en el que logra salir de donde había estado metido con catorce años y que por suerte ahora ve desde la distancia: “Por suerte veo que he cambiado mucho como persona desde que entré en el instituto, también veo que soy capaz de reírme de mí mismo y veo a mi yo adolescente como otra persona”, explica quien no volvería a caer en las garras de estos falsos chamanes.
También critica a los “gurús” que están en el día a día, como puede ser un padre insistente o una persona que no escucha a quien pide consejos. Para ello aprovecha la trama de Zoe y dibuja a un padre insistente que le obliga a que estudie medicina: “Al final es una crítica sobre tener un “ganador genuino” en casa sin quererlo, es una presión externa que le dice lo que tiene que hacer. Lo hago para explicar que todos acabamos sucumbiendo, aunque sea sin quererlo, a estos perfiles que nos acaban explotando la cabeza. Todo es una cadena de violencia, un ciclo constante”.
Con todos estos personajes y relatos Beltrán se reconcilia, de alguna manera, con su yo de catorce años y le da una palmadita en la espalda, "en plan bro". Le dice, entre viñetas, que todo va a estar bien y que se deje de vídeos estúpidos para validar su existencia, que deje de buscar en los consejos de hombres forzudos y sin criterio que sirven de "engañabobos" para los zagales que andan perdidos. Es probable que El ligón de ligones pueda prescindir por fin de los consejos del Ganador Genuino.