ABRE LAS Jornadas de Crítica Cultural de alicante en Las Cigarreras

Jaime Gonzalo: "Las promesas del 15M y Podemos han acabado como recortes de prensa del pasado"

14/10/2020 - 

ALICANTE. El periodista, escritor y crítico musical Jaime Gonzalo (Bilbao, 1957) ha abierto este martes las primeras Jornadas de Crítica Cultural de Alicante en Las Cigarreras. Iniciativa organizada por el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Alicante. Contraciudades. Experimentos Urbanos en la Era de Acuario ha sido el título de esta conferencia en la que abordó la influencia transformadora que pudo o no llegar a tener la contracultura en el desarrollo urbanístico

Aunque no cree en la astrología, esa Era de Acuario —que comprende la época hippie de la década de los sesenta como un supuesto proceso de cambio de mentalidad hacia la justicia, la equidad y la libertad— sí le sirve para fijar una franja temporal a este fenómeno. Sin embargo, si se supone que la contracultura nacía entonces para rebelarse contra los poderes fácticos y cambiar las cosas, ese ‘experimento’ ha fracasado, según afirma. De hecho, lo compara con el movimiento 15M y su conversión política en Podemos, algo que ya considera papel mojado. Pero el pesimismo es absoluto porque tampoco augura ningún movimiento transformador en el futuro próximo, y menos por generación espontánea.

En la descripción de esas urbes revolucionarias que son el germen de la contraculura global acuña un nuevo término utilitario: contraciudades. Ciudades que están dentro de otra ciudad, determinadas por el capitalismo contracultural. Jaime Gonzalo contextualiza así la ciudad moderna del siglo pasado y la aparición de nuevas fuerzas que, sin proponérselo, cambian la orografía y las dinámicas sociales en territorios que, en su mayoría, cuentan con una gran población universitaria y núcleos juveniles “atraídos por el fenómeno hippie y las promesas de sexo y drogas gratis”. San Francisco, Copenhague, Ibiza… lugares donde se intentó hacer una ciudad alternativa dentro de la ciudad oficial.

En estos casos, la contracultura fracasó, mientras que la política y la economía vencieron. “A pesar de eso, son gestas heroicas que son estimulantes al recordarlas; no creo que sea la vía, aunque vivimos en un mundo tan cambiante que es muy difícil hacer pronósticos”, explica. Entiende que el principal obstáculo para el éxito de esa contractultura está muy extendido o generalizado. Apunta a la propia naturaleza humana y su protección de la codicia y de la acumulación de productos. “Tendríamos que reeducarnos todos completamente y aun así no saldríamos de los límites de una utopía bienintencionada. El principal problema somos nosotros, los seres humanos”, describe. Siente ser pesimista, pero cree que, hasta ahora, la buena voluntad no ha servido de nada. 

“Dudo mucho que a estas alturas cualquier contracultura tenga algún sentido, si es que puede llegar a surgir”, afirma el periodista. En su opinión, la cultura oficial ha demostrado que lo puede absorber todo y, de alguna manera, capitalizarlo. El ejemplo de ese oxímoron podría ser, quizá, esta misma charla que analiza aquella ‘rebelión’ mitificada y estimulante, en una cita que está organizada por las instituciones públicas oficiales. 

Con todo, cree que la tecnología tampoco favorece el caldo de cultivo revolucionario, sino que, al contrario, imparte una especie de opinión única, de pensamiento, que es el de la tecnología porque sí. “No nos planteamos para qué o por qué, sino que se implanta porque sí, y nada más”, explica. Ese comportamiento en el que están siendo educadas las nuevas generaciones le hace mirar al futuro con ese pesimismo. “Dudo mucho que pueda surgir algo con lo que se produzca un cambio radical; acordémonos del 15M y Podemos, que han acabado digeridos por el aparato político y todas las promesas son ahora recortes de prensa del pasado”, sentencia.

Respecto a las consecuencias de la pandemia, ese mismo futuro más próximo que lejano lo tiñe también de negro, pero con matices grises, para el sector cultural. “No sabemos lo que va a pasar, pero mucho me temo que nada bueno. Perjudicará a la mal llamada industria cultural, pero habrá algo positivo, que será una especie de criba o de purga en una industria que está malversada”, afirma. Una industria que define como “un mundo de subvenciones y burocracia en el que nos dicen que eso es cultura y nos lo tenemos que creer, algo demasiado generoso por nuestra parte”. Dejando aparte la fuerza que tenga la dinámica de desastre del virus, incide en los intereses políticos y cómo se administra este virus o los daños económicos que está causando. “Hay que sospechar siempre de la utilidad política de las cosas y veo que el virus se está convirtiendo más en un problema político que de salud y de carácter social”, sentencia.

“Estamos condenados a repetir lo de siempre: unos poderosos arriba y unos desarrapados abajo, con un vacío en el medio, cada vez más polarizado”, explica. Y en ese escenario plagado de injerencias e incertidumbres, los medios de comunicación tampoco son, para el periodista, una vía de escape. “Hay medios en los que, por mucha buena voluntad que tú tengas, no te van a dejar desarrollar tu discurso. Los medios con difusión son los que controla el poder porque, de otra manera, no estarían ahí”, describe. Mientras, en las redes sociales el pensamiento es fugaz. “Puedes escribir lo que quieras porque, aunque lo lea un millón de personas, al minuto se habrá olvidado. Estamos sometidos al pensamiento fugaz. Falta tiempo para reflexionar. Nos escamotean tanto el tiempo como la reflexión”.

En el trabajo periodístico encuentra igualmente como obstáculo el tiempo, que siempre juega en contra del periodista. "Tanta inmediatez que existe ahora con la tecnología hace imposible el pensamiento en tiempo real", explica. Interesa el hecho en sí. Cualquier análisis tendrá que esperar y, además, ser objetivo. “Eso es algo sobre lo que yo siempre he estado en contra; esa ley deontológica del periodismo sobre la objetividad es nefasta”.