Nunca antes habíamos mirado a nuestras playas con tanto anhelo. La sola posibilidad de no poder pisarla el próximo verano, de tener que evitar el paseo o el baño cerca de su orilla, nos parece un castigo inmerecido difícil de soportar. Una cosa es ser prudente en su uso y otra muy distinta es la prohibición expresa de poder disfrutarla. Aunque parece que se vislumbra la luz después del túnel y la desescalada del confinamiento por la pandemia provocada por el Covid-19 abre la posibilidad de poder disfrutar de la playa en Alicante, de momento sólo para caminar o hacer deporte. Un reciente informe del CSIC avala que el virus no parece que se propague por la arena ni por el agua del mar, este no es el problema, pero los pone en riesgo si hubiera aglomeraciones de personas en una u otra. Una vez más se apela a la responsabilidad y al sentido común de la gente para que eso no ocurra.
Esta necesidad de compartir nuestro entorno marinero con los de aquí y con los de más allá en la meseta o de allí de donde vengan, me trae a la memoria un recorte de prensa de El Constitucional de agosto de 1874, con un mensaje entusiasta y expresivo que dice así: "innumerables forasteros llenan hoy en Alicante las fondas, posadas y hospederías; recorren las calles alegres y bulliciosas; invaden los paseos y admiran complacidos nuestro cielo purísimo, nuestro puerto tranquilo, nuestra Explanada, conjunto delicioso de jardines, alamedas, carreteras, muelles de costa, vías férreas y paseos espaciosos; y, sobre todo, la tranquilidad de un pueblo de treinta mil almas que, en medio de las agitaciones que conmueven a España entera, trabaja tranquilo". Así será aún más, muy pronto, cuando el coronavirus sea un simple recuerdo en nuestras vidas.
Entre esos forasteros de paso por Alicante en aquellos días, hubo uno, despierto y curioso. Un periodista inglés, que dejó escrita su opinión sobre esta tierra. Smith es su nombre. Estuvo en el Alicante de 1875, siendo por aquél entonces Jose Ramón Amérigo alcalde de la ciudad, que lo sería hasta el 14 de agosto de ese año, sustituido después por José Bas Moró.
Smith fue sensible con lo que vio y disfrutó, manifestando que "la acogida que encontraréis es siempre amable y cariñosa; la altivez, el orgullo y la etiqueta de clases son aquí completamente desconocidos".
Manifestó que los alicantinos "son madrugadores". Y muy activos "a partir de las seis de la mañana". De Alicante manifestó que "tiene la mejor fábrica de tabaco de España, es una de las capitales desde donde se exporta la mayor cantidad de esparto y en su puerto buques de todas las naciones cargan y descargan aquí, siendo los de mayor porte los americanos. Almendra, esparto, azafrán, ajos, pasas y minerales, son los principales artículos de exportación; cacao, carbón, sardinas de Galicia y atún salado de Cartagena son los de importación. Es de destacar la cantidad de cacao que llega desde La Habana". Una vez más nos recuerdan la frenética actividad que había en el puerto de Alicante que hacía de esta ciudad un importante enclave de negocios y de tránsito de mercancías por el Mediterráneo.
Smith estuvo en Alicante en verano. Dijo que "si entráis en la ciudad a las dos de la tarde creeréis llegar a una población completamente desierta. La vida se desliza lánguida como las olas del mar que mueren en esta tranquila playa. Esta es una población donde se sufre mucho calor, pero con buenas comodidades y excelente playa para baños". Describe una ciudad pequeña, tranquila, trabajadora, en el que hay tiempo para todo, también para el disfrute y las relaciones sociales. Contó que "entre las doce y la una todo el mundo, toalla en mano, baja a las casas de baños, galería de casetas vistosamente pintadas, que las alas se adentraban en el mar sobre caballetes de madera o de hierro y con sus escalerillas para bajar hasta el mar. Uno de los lados está destinado a las mujeres". Se refiere a los balnearios que hubo primero en el puerto y, después, en la playa del Postiguet, desde los que los alicantinos y visitantes se bañaban en el mar. Nicasio Camilo Jover, cronista de la ciudad de Alicante, dijo de ellos que "en los meses de verano, los numerosos viajeros que acuden a nuestras playas en busca de un mar bonancible y de un clima templado, encuentran en la bahía de Alicante siete establecimientos de baños, los más cómodos de España por sus excelentes condiciones y por estar construidos dentro del agua a más de veinte metros de la orilla" (1863). Los "Baños de Simó", después llamados "La esperanza", fueron los primeros en instalarse en el Postiguet. Después lo hicieron otros como los llamados "la Confianza", "la Alianza", el Madrileño, las Delicias", ...
Smith sigue narrando que "después del baño se dan una corta vuelta por el paseo de palmeras que se extiende por la costa, se compran los periódicos, se contempla el sol, los buques del puerto a la carga, … Desde las tres a las seis de la tarde la fonda parece un cementerio, todo el mundo duerme la siesta. Después los hombres van al casino para echar una partida de dominó, jugar al ajedrez o a las cartas, o bien acompañan a las damas al café".
Aquel fue el Alicante en plena restauración monárquica por medio del aclamado rey Alfonso XII después de la caída de la efímera I República. Una capital de provincias con dificultades económicas heredadas del régimen anterior con las arcas municipales exhaustas. Fue el Alicante que declaró de "utilidad pública" el proyecto de ensanche de la ciudad origen de la que hoy conocemos. Fue una población llena de vitalidad, emprendedora, con la ilusión de promover un buen porvenir propio y futuro para las generaciones venideras. Pues eso.