En la baraja de su solitario particular, Trump ha decidido que le sobran cuatro congresistas de orígenes mezclados y agitados en el siempre difícil trasiego de la inmigración. Tres de ellas, Alexandra Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib, son estadounidenses con el árbol genealógico enraizado en Puerto Rico, África y Palestina, respectivamente. La cuarta es somalí y llegó a Estados Unidos en un descuido de fronteras y con la identidad traspapelada. Se llama Ihlan Omar y su capacidad para llegar al Congreso norteamericano demuestra que tiene más capacidad para hablar del sueño americano, la tierra de las oportunidades y la capacidad de esfuerzo que cualquiera de los votantes del Medio Oeste del país que no son capaces ni de sacar adelante un laboratorio de metadona en el sótano de su casa, que es a lo que se dedica buena parte de los seguidores de Trump.
Naturalmente que preocupa que un mandatario como él sea capaz de expresar a las claras y en Twitter su xenofobia. Pero ni siquiera en estos tiempos de exclusión extrema, con el Brexit, Salvini, Vox, Orban y unos cuantos más, la justicia y el constitucionalismo están resistiendo a sus intentos de saltarse a la torera los derechos humanos. Hasta Hong Kong resiste las cornadas de China, un país en el que el cineasta Zhang Yimou reconoció que había podido ensamblar una ceremonia perfecta para los Juegos Olímpicos de Pekín porque pudo esclavizar a los participantes. Más o menos. Uno tiende a pensar, como Dickens,que vivimos el peor de los tiempos y el mejor de los tiempos simultáneamente. Pero los tribunales de amplio espectro están dando una paliza tras otra a cualquier candidato al título mundial de los pesos pesados que se autoproclame aspirante, como mínimo, a Mussolini.
Lo que me llama la atención de la noticia es la incapacidad de todos estos inquisidores de nuevo cuño para asumir los nuevos movimientos del planeta, que no son de rotación ni de traslación, como en el caso de Galileo, sino sociales. Nadie va a frenar el impulso del feminismo, nadie va a frenar el impulso del mediambientalismo y nadie va a frenar la opinión generalizada de una población mundial más polarizada que nunca, lo cual, en el fondo, quiere decir que han desaparecido las mayorías absolutas. No es un patrimonio exclusivo de la derecha, en España la izquierda sigue dándose de cabezazos con unos muros que los españoles llevan derribando, lo menos, durante tres elecciones generales seguidas.
Ocasio-Cortez, Malala, Greta Thunberg, Ahed Tamimi, la capitana Carola Rackete, las iraníes que bailan sin velo y hasta las hermanas rusas que están siendo juzgadas por matar a su padre tras sufrir años de abusos. Hay una corriente mayoritariamente femenina que con mayor o menor razón argumental está volviendo el planeta del revés y que marcan diferentes rumbos que conducen al mismo sitio. Nos estamos hartando de costumbres, imposiciones y comportamientos que antes se toleraban por omisión y ahora se combaten por acción. Hasta Juan Roig tendrá en algún momento que eliminar el plástico de los productos que vende en sus supermercados. No hay vuelta atrás. La disidencia es una 007 negra con licencia para defenderse, defendernos y salvar el planeta. Y para que los guardianes de las esencias caducas se sientan más vigilados que nunca.
@Faroimpostor