VALÈNCIA (EFE). La tragedia vivida en el sur del área metropolitana de València tiene centenares de historias de supervivencia distintas, desde estar cuatro horas en un árbol al rescate de un niño de 6 años desde un bajo, pero un mismo final: unas incalculables pérdidas materiales, como la de una tienda de bicis, y sobre todo humanas.
Las secuelas ya no físicas, sino también mentales se acumulan por todo el sur, como en Albal, donde este miércoles el pueblo se ha echado a la calle para empezar a retirar el fango de sus calles.
Es el caso de Sergio García, que, mientras intenta retirar todo el barro posible del bajo del comercio de la familia, en el que el agua superó los 180 centímetros, expone a EFE que se tuvo que refugiar en un árbol en Catarroja durante más de cuatro horas mientras sufría la crecida del barranco del Poyo.
El hombre, que supera la treintena, relata que cuando la alarma le empezó a sonar en el móvil, el agua ya había alcanzado los dos palmos en el sitio donde estaba.
“Me subí primero a una mediana, pero luego pasé de ahí al capó del coche y cuando veía que el agua no paraba de crecer y la corriente era muy fuerte, a eso de las diez, me subí a un árbol”, comenta desolado García, que ha perdido su coche y también parte del negocio familiar, una tienda de muebles en Albal.
Mientras intenta enseñar cómo el garaje subterráneo donde guarda el coche está totalmente anegado, “pese a tener dos sótanos”, dice que la peor sensación era la de escuchar los gritos de socorro y los sollozos de la gente a la que no pudo ayudar durante las seis horas -hasta las dos de la mañana- de incertidumbre que pasó hasta que el agua bajó.
Es esa misma “pesadilla” la que tiene Roberto, que explica cómo rescató a un niño de 6 años del bajo de donde vivía, gracias a la ayuda de los padres del crío y una escalera de casa que no sabe “cómo no venció”.
Roberto, que vive en un primer piso, relata a EFE que se comunicó con sus vecinos de la planta baja y les pidió que subieran a esa primera planta, pero en esos dos minutos que duró la llamada, el nivel del agua pasó de ser de tres dedos a completamente inaccesible para salir.
El agua se empezaba a meter en la vivienda a pasos agigantados y la única opción era que la familia, con un niño de 6 años y una pareja, saliera a la terraza trasera de su casa y recogerlos con una escalera que tenía Roberto por casa.
Eso hicieron. El padre aupó a su hijo y consiguió que llegara a una escalera “que no tenía más de un metro”, mientras que luego fueron tanto la madre como el padre.
“No sé cómo lo hicieron, porque en ese tiempo el agua llegó a unos niveles inimaginables y sólo pudimos hacer que esperar desde ese primer piso”, comenta Roberto.
El valenciano incide en que no fue hasta la 1.50 de la madrugada cuando pudieron salir de sus casas y tanto él como el padre del niño pasearon por los alrededores intentando gritar y corresponder a los gritos de socorro que habían escuchado antes, aunque no vieron a nadie al que poder ayudar.
Ahora, no obstante, sólo queda evaluar daños, que era lo que hacían Toni y Alejandro, padre e hijo, en la tienda de bicis de la familia, en la que creen haber perdido unos 200.000 euros.
“Todas las bicis eléctricas, que valen de 5.000 a 6.000 euros, están para tirar. A ver cómo podemos hacer para desmontar y limpiar las normales, aunque tengamos que cambiar algunas piezas por el óxido”, lamenta Alejandro.