VALÈNCIA. Si ya a la generación Z y a los millennials se les viene advirtiendo desde hace tiempo de que van a tener que reinventarse al menos 7 veces a lo largo de su vida laboral, en el caso de los programadores el ritmo del reciclaje lo marca el mercado cada 4 años. A veces es menos, otras más, pero nadie que aspire a una vida profesional tranquila debería decantarse por ser desarrollador de software. “Es nuestra maldición, pero también una bendición porque una cosa que caracteriza a los desarrolladores es que solemos ser unos apasionados de nuestro trabajo”, afirma Fernando Rodríguez, “friki sin complejos” con más de 20 años de experiencia en programación así como formador en Keepcoding, una aceleradora para desarrolladores de la que es cofundador.
Aunque ahora hay competencia, en Keepcoding afirman que el suyo fue el primer centro en España especializado en formar a desarrolladores, tras detectar la carencia laboral y la incompetencia de las universidades para satisfacerla. Lo que les distingue del resto es que los fundadores- Fernando Rodríguez y Adriana Botelho- no proceden del mundo de los negocios y que “no nos ceñimos a la tecnología de moda sino que damos a los alumnos un amplio abanico de lenguajes, algo que los hace muy útiles a las empresas y para sí mismos porque su visión es mucho mayor y son capaces de reaccionar a los cambios en el mercado”.
En principio, los programas impartidos en esta aceleradora giran en torno a tres áreas: desarrollo web; desarrollo mobile, que representó la frontera hace algunos años; y big data/machine learning “que es la que ahora lo está petando”. La predicción de Fernando Rodríguez es que el machine learning ligado a la inteligencia artificial va a “seguir creciendo de forma exponencial en los próximos años y es algo que va a cambiar bastante nuestra vida”. Sin embargo, el verdadero cambio de paradigma, el más radical de todos, llegará de la mano del blockchain “una tecnología de hace más de 20 años, pero combinada de una forma brillante. Eso es lo novedoso y su capacidad para eliminar a los intermediarios con un poder particular, tanto te hablo de un banco como de un Gobierno de la nación”, de aquí que quiera incorporar a la vuelta del verano un programa docente encaminado al blockchain.
En cualquier caso, una cosa tiene clara Fernando Rodríguez respecto a la educación de su hijo de 7 años “que no voy a perder ni un minuto en enseñarle aptitudes. Todo el esfuerzo lo voy a poner en inculcarle actitud, esto es, responsabilidad, esfuerzo, compromiso, ser fiable con lo que haces…Todo lo demás se puede aprender conforme va haciendo falta”.
También en Silicon Valley se dieron cuenta en 2012 de que los alumnos que salen de las universidades de Informática y Telecomunicaciones no lo hacen capacitados para resolver los nuevos retos que plantea la tecnología ni las necesidades cambiantes del mercado. “El expediente académico y la puntuación de los candidatos en los test son inútiles como criterio de contratación”, era una de las conclusiones a las que llegaba Laszlo Bock, vicepresidente de Recursos Humanos de Google, en una entrevista publicada en 2013 en el New York Times. Para salvar esa desconexión empezaron a organizarse los bootcamps, término procedente de la instrucción militar aplicado en este caso a un programa de formación intensiva orientado a la práctica, por el que pasan alumnos de todo tipo y donde aprenden, sobre todo, a programar y diseñar.
Otro artículo, en este caso uno español, que hablaba de 700.000 puestos vacantes y un 50% de paro juvenil en nuestro país, inspiró el nacimiento de Ironhack, un bootcamp de desarrollo web y diseño UX/UI. El proyecto nació en 2013 de la mano de Gonzalo Manrique y Ariel Quiñones instalándose primero en Madrid, un año después en Barcelona, en 2015 en Miami y ahora, también, en París y México.
Tanto en el caso de Keepcoding como en el de Ironhack aseguran que los alumnos provienen de todos los ámbitos, muchos de ellos sin formación previa especializada. La mayoría llegan motivados por la empleabilidad, bien para encontrar trabajo, bien para aspirar a una mejora profesional. En ambos centros docentes, sus responsables aseguran que lo consiguen “en más del 100%” -dice Rodríguez- “porque acaban rechazando muchas de las ofertas que les llegan”.
David Torguet es uno de los alumnos que pasó por las aulas de Keepcoding. Natural de Barcelona, cuenta que empezó a trabajar a los 18 años y que ha hecho de todo. “He trabajado de camionero, en una panadería, en una gasolinera, de vendedor de pisos, educador social con reclusos… Lo último fue un enchufe por el que obtuve un trabajo en Aguas de Barcelona, pero en la red de alcantarillado. En cuanto entré ahí y respiré ese olor pensé, yo no me puedo quedar aquí. Tengo que salir de la mierda. Literal, no metafórica”.
Aún así David Torguet mantuvo durante 4 años más el trabajo pero ahora quitándole horas al sueño, al ocio y a su vida familiar para estudiar programación y desarrollar sus propias aplicaciones móviles para Apple con el fin de coger experiencia. Pasó luego que se quedó en el paro, tiempo que aprovechó para intensificar sus estudios y “acudir a un millón de entrevistas”, ahora solo como aspirante a programador. Al final le llegó la oportunidad, a los 41 años, y después de haber dado un giro radical a su trayectoria profesional. Actualmente, con 44 años, es Project Management Office en SEAT, S.A. y dice que si pudiese rectificar algo de lo que ha hecho sólo sería empezar a estudiar antes.
De sus tiempos de lucha le queda todo, porque dice que sigue levantándose a las 5 de la mañana para ejecutar nuevos proyectos y aprender. “En esto de la tecnología no te puedes quedar parado porque te quedas atrás. Llevamos un ritmo desenfrenado, pero lo bueno es que no solo te acabas acostumbrando sino que encima te gusta, aunque llegues a casa agotado”.