Tal día como hoy hace un año el aire olía raruno. En la Institución Ferial Alicantina se inauguraba Futurmoda, la feria del sector de los componentes del calzado, el último evento multitudinario que se celebró allí.
Durante los días previos se habían producido muchas cancelaciones de expositores y visitantes del extranjero y ya se había anunciado la suspensión de eventos como el Mobile World Congress en Barcelona o el Carnaval de Venecia. El día anterior, el miércoles 11 de marzo, el president de la Generalitat, Ximo Puig, había anunciado que se “aplazaban” las Fallas unos meses.
En los hospitales y centros de salud corrían los rumores y se sucedían las reuniones. Había que prepararlo todo pero no sabían para qué ni cómo ni cuándo.
En jefatura de la Policía Local de Elche los mandos organizaban turnos y revisaban los efectivos con los que podían contar.
Tal día como hoy hace un año, en el Instituto Cayetano Sempere de Elche había una reunión convocada por la tarde con las familias del alumnado que preparaba el viaje de fin de curso. El profesorado comía ese día en un bar, cerca del centro porque tenían evaluaciones y debían seguir trabajando por la tarde.
En esa comida ya comenzaron los rumores de que las clases se iban a cancelar.
La vicedirectora del instituto recibió un mensaje de su hija, estudiante en la Universidad de Murcia, que le decía que volvía a casa, que habían suspendido las clases allí. Por la tarde, al llegar a la reunión preparatoria del viaje de fin de curso ya habían recibido la comunicación oficial de que el instituto cerraba el lunes y se suspendían las clases en la Comunidad Valenciana.
Sin saber qué iba a pasar en los próximos días o semanas, a la mañana siguiente, algunos profesores improvisaron una formación rápida en herramientas docentes online para los compañeros.
El ayuntamiento de Elche ese viernes aprobó en Junta de Gobierno cancelar mercadillos de venta no sedentaria y anunció que se suspendían todos los talleres y actividades de los centros sociales de los barrios y pedanías. Uno de los concejales recordaba esta semana que tomaron decisiones sabiendo que había que evitar aglomeraciones pero sin saber mucho más.
En los cines Odeón se proyectaba la película “Buenos Principios” y en el Teatro de La Baia se anunciaba la obra “Welcome to Tokyo” de Calabobos Teatro.
El sábado 14 mi mejor amiga celebraba la fiesta de su 50 cumpleaños y mi hija quería pasar el fin de semana en casa de una amiga. Ni hubo fiesta, (Merce, tranquila, no computa), ni dejé a mi hija irse por si ya no podía volver. No sabía qué iba a pasar pero ya teníamos casi todos el miedo, la incertidumbre y la incredulidad en el cuerpo.
Por la tarde, ese sábado, el presidente del Gobierno hizo una comparecencia pública emitida en todas las televisiones para anunciar que se instauraba el Estado de Alarma, un instrumento legal y constitucional que la gran mayoría de la población ni sabíamos que existía ni para qué servía ni que significaba. Nos sonaba a las películas.
En el bar de la esquina de mi casa la dueña avisó a la cocinera para que revisaran las neveras y la comida preparada y que se llevaran a casa o donaran todo lo que era perecedero. Por la noche me dieron un trozo de tiramisú en un tuper.
El domingo se publicó el documento oficial del Gobierno con los detalles de la situación y desde ese instante, el BOE y el DOGV se convirtieron en el manual de instrucciones de nuestra vida. Nueva vida.
Ha pasado un año. Seguimos semi confinados, temiendo al virus, ahora mutando y con variantes más infecciosas. Tenemos ya algunas certezas; que esto no va a ser rápido ni fácil.
Esperamos ansiosos la vacunación masiva, mientras vemos aliviados que los mayores que quedan podrán salvarse. Nos hemos dejado por el camino muchos, demasiados.