Gracias Elche CF. Gracias por habernos regalado un partidazo de Primera División. Gracias por devolvernos a una época, no muy lejana, en la que el Martínez Valero disfrutaba del fútbol de élite. Gracias por vaciarte sobre el terreno de juego, dejando hasta la última gota de sudor. Gracias por devolvernos la pasión por el fútbol, por enseñarnos que hay derrotas que saben a victoria. Que, aunque en el fútbol sólo vale ganar, a veces, por encima del triunfo está el esfuerzo. Que perder no significa fracasar. Gracias por reflotar ese sentimiento que muchos ilicitanos llevan en su ADN franjiverde. Gracias por darnos un día que no es para lamentarse ante lo que pudo ser, es un día para presumir de lo que ha sido. Porque no todas las tardes uno se deja la garganta animando a su equipo, creando la sinergia más bonita que puede existir entre el deporte y la vida cotidiana.
Gracias por fortalecer ese sentimiento, no siempre fácil, de ser del Elche CF en un fútbol tan mediatizado y bipolar, dividido entre las dos potencias referenciales que deja pocas migajas al sentimiento de pertenencia a un colectivo diferencial. Pocos, o no tantos como debería, son los valientes que escapan a la masificación que supone el blanco y el azulgrana, más aún siendo de un equipo que no ha vivido precisamente sus mejores momentos deportivos durante los últimos años. De Primera División a Segunda División B, un camino tan corto para caer al vacío, como traumático por la forma en la que se produjo. Y, aún así, todavía existen valientes que se atreven a sacar la bandera y alzarla al viento. Gracias por partidos como el de Copa del Rey ante un grande como el Athletic Club, partidos refuerzan una forma de entender el fútbol distinta, muy distinta y alejada, a la que los que viven de los resultados y los títulos pueden llegar a entender.
Son tantas las gracias que hoy un hincha del Elche CF le tiene que dar a su equipo que, sólo el que late con el corazón pintando con una franja verde puede entender. El fútbol es así, tan cruel como caprichoso, tan difícil de explicar como de fácil de resumir en un gracias que lo dice todo. Papel fundamental, y representativo de todo el grupo, tiene ‘Pacheta’. No se puede pasar por alto. Con sus aciertos y sus errores, la mayor virtud del burgalés ha sido conseguir que una afición se identifique con su forma de vivir el fútbol. Victorias, derrotas o empates; resultados que son punta del iceberg pero que tienen una base que edifica y cimenta su importancia para el hincha franjiverde. Hacía tiempo que un entrenador no calaba como lo ha hecho el de Salas de los Infantes. Desde que Fran Escribá dejará el banquillo del Martínez Valero por el descenso administrativo, tejido por la negligencia de los gestores de antaño (y no tan antaño), un técnico no había sido capaz de llegar hasta el fondo de sus aficionados y al que, como al equipo, también hoy que decirle gracias, muchas gracias.