Los riesgos para las empresas ya no son nunca individuales ni su solución depende solo de la voluntad de la empresa; no es posible tratarlos de manera aislada en la confianza de que la corrección individual de cada una de las vulnerabilidades que observemos, nos llevará a la seguridad en el control de todos los riesgos en que incurre la compañía.
Cuando hablamos, por ejemplo, de ciberseguridad, y sin duda ese es uno de los grandes temas que hoy deben tratar las empresas, no hablamos solo de la protección de datos, con ser este un tema fundamental para las compañías que operan en el mercado. La ciberseguridad está relacionada también con la garantía de los procesos de la empresa, la preservación de sus estrategias y sus ventajas competitivas más importantes, la confianza de sus clientes, o la reputación de la compañía.
Elevar la mirada, observar el mundo tratando de encontrar nuestra posición ideal, y estar dispuesto a cambiarla tantas veces como sea necesario con el fin de adaptarnos a este entorno volátil, incierto, complejo, ambiguo y por supuesto global e interconectado, que nos toca vivir, es una obligación de todas las compañías que quieran tener posibilidades de ganar el futuro.
Hoy quiero hacer una mínima referencia a la globalización económica y social, que es ya una realidad, y a la internacionalización como la respuesta más razonable por parte de las empresas. Igual que decimos que “o somos digitales, o incorporamos la tecnología en toda nuestra gestión, o no seremos nada”, podemos decir que “o somos internacionales, o lo tendremos muy difícil en un futuro muy próximo”.
Pero no es un camino fácil ni se muestra con la misma claridad para todas las empresas, que se adaptan o anticipan al entorno que perciben y que aún siendo único, no todas lo identifican de la misma forma, con dos elementos críticos sobre los que, en general, sí que existe consenso: la capacidad de crecer, el poder en la relación en la empresa está realmente en el cliente, que lo ha asumido y no está dispuesto a renunciar a él; y la capacidad disruptiva de la tecnología, reinventando negocios que hasta ahora parecían inamovibles, con operadores intocables. Y quien no lo entienda, lo tiene difícil en este entorno que es global, y en el que ya se ha producido un vuelco muy importante en las compañías más importantes del mundo, cuyos primeros puestos ocupan corporaciones que hace apenas 15 años no existían.
Y son, efectivamente, compañías globales que han identificado correctamente las necesidades y expectativas diferentes en distintos países, culturas, segmentos de clientes, etc., y han sabido aprovechar la incidencia de la tecnología para desarrollar, vender y distribuir productos y servicios en cualquier parte del mundo. El big data es un apoyo imprescindible para la toma de decisiones en situación de incertidumbre, que es la que habitualmente vivimos los directivos.
Nosotros podemos decidir salir o no salir al exterior, pero “ellos” ya están aquí, con lo que enrocarnos en nuestro territorio tradicional solo puede llevarnos a perder cuota de mercado y, poco a poco, a desaparecer. Además, las crisis son siempre “regionales”, por lo que la diversificación geográfica es un buen antídoto para superar periodos depresivos en los mercados “naturales” (primarios) de las empresas, o en crisis sobrevenidas en entornos que abordamos en procesos anteriores.
Por eso tienen poco sentido, en mi opinión, políticas proteccionistas como las que está empezando a desarrollar el gobierno de EEUU, limitando el comercio internacional con aranceles que solo pueden llevar a un aislacionismo – y una guerra comercial que, como todas las guerras, solo tendrá perdedores- sin mucho sentido en un mundo que, como decía, ya es global.
Y una vez más, una forma de gestionar ese riesgo territorial provocado por el proteccionismo u otras causas como el Brexit, con impactos actuales y futuros en nuestro turismo tanto residencial como vacacional o en el sector agroalimentario tan importante en nuestra provincia, es estar atentos a otros mercados y dispuestos a abordarlos si nos fallan mercados anteriores.
No es fácil, desde luego, sobre todo porque legislación territorial y globalización no van muy de la mano, pero la práctica y la decisión consciente e informada son la solución.