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¿Fuego amigo, o fuego provocado?

23/04/2023 - 

Miren si la política ha cambiado, que hasta hace cuatro u ocho años, las listas electorales -sobre todo, las locales- eran un secreto; se presentaban sobre la bocina, había deserciones de última hora; exclusiones que se justificaban a posteriori. Ahora, ya casi todo lo sabemos, a falta de 48 hora de que se cierre el plazo legal para formalizar la presentación ante la Junta Electoral. Es más, algunos partidos han aprendido del marketing publicitario: lanzar nombres a cuenta gotas para generar expectación e ilusión entre los suyos.  O incluso se permite anunciar candidatos estando los afectados bajo la disciplina de otros partidos. Y no pasa nada...hasta que se genera hartazgo entre la ciudadanía. Abusar de las confianzas del electorado es algo que ahora sí que puede penalizar, sobre todo, en los feudos domésticos. Antes todo valía.

Lo que siempre se ha intentado evitar ha sido la lapidación pública. Si se hacía, era porque el afectado tenía intereses (no siempre bienintencionados): venganzas, egos, traiciones...Esta semana hemos asistido a la lapidación pública de Manuel Jiménez, concejal de Fiestas y Partidas Rurales de Alicante, otrora perfil reputado del particular mundo de les fogueres, revulsivo popular de un PP en horas bajas (en 2019); ahora un gestor en entredicho, sospechoso de abusar de las amistades.

Antes de llegar al desenlace de esta historia, ya sabíamos que Jiménez no exhibía dotes de la gestión. Ya se le atragantó la burocracia administrativa: en diciembre de 2019, recién llegado al despacho, el interruptor de las luces de Navidad se quedó congelado por unos días, mientras las ventas ya cogían velocidad en la penumbra de las calles de la ciudad. Entonces, ya se pidió la dimisión.

Desde entonces, y bajo la vorágine postcovid, se generaron otra serie de adjudicaciones en la sede de Fiestas, bajo la modalidad  de contrato menor -se piden tres presupuestos y se adjudica a la mejor oferta (no es necesario que estén los tres presupuestos)-, que curiosamente han sumergido mientras el alcalde, Luis Barcala, hacía cábalas para cuadrar la lista electoral (en teoría) de la consolidación del PP como fuerza prioritaria.

La historia ya saben; Jiménez adjudicó un contrato para una pérgola a La Alcoraya a la empresa que había hecho una reforma de su domicilio, o la contratación a otra empresa con cuyo representante guardaba un vínculo personal a través de las Hogueras. Acciones legales, en primer término, pero que nos rocían la memoria del pasado. A botepronto, varias incógnitas: ilegalidad, como cuestiona la oposición; ética, como ha hecho valer el PP, y sobre todo, la relación espacio/tiempo, ¿por qué ahora y por qué Jiménez? El ahora está claro: es el momento de la confección de la lista el elegido (por los egos y los venganzas) para lanzar dudas sobre el afectado/a. Y el porque de Jiménez también parece meridiano: sobre el edil de Fiestas pesaban dudas arrastradas. No es lo mismo operar sin filtros (o a su antojo) en la Gestora de les Fogueres, que bajo el yugo administrativo de la Ley de Contratos.  Pero ¿sólo de él? Está claro que no.

Aquí la cuestión es saber si se trata de fuego amigo, o fuego provocado. Las llamas amigas apuntan a José Ramón González, concejal de Seguridad e Infraestructuras, excluido por la pérdida de la confianza que generó la crisis de las oposiciones a la Policía Local, que pillaron al alcalde en todos los telediarios nacionales sin saber ni papa. El fuego provocado también incrimina al propio PP de la ciudad: qué mejor que filtrar los papeles a tu medio (en teoría) enemigo para abrumar con miles de dudas a quién quieres borrar (con justificación o no) con una encerrona de cajón. A tenor del final, ni renunciando, ni justificando, ni Jiménez ni González iban ir en la lista.

Sea como fuere -conato amigo, o provocado-, la cuestión es que hemos presenciado un episodio típico de la vieja política: la lapidación en plaza pública con razones (éticas) para fulminarte del mapa. En la izquierda, quizás se hubiera optado por el mismo modelo, pero se hubiera resuelto en primarias. Quizás.

La cuestión es que al final Luis Barcala ha acabado haciendo la lista que quería. Otra duda es si es ilusionante para gobernar en solitario, como él pretende. Tiene a los suyos, a los de confianza, y se ha desprendido de aquellos que emitían incertidumbres a las puertas de la campaña electoral y el enfrentamiento público. Esta vez, el PP no puede buscar culpables: ellos encendieron la mecha, y ellos mismos la han sofocado. No se puede achacar al mensajero cuando una parte de la ecuación la ha utilizado a su conveniencia, viniera de dónde viniera la chispa, desde la planta noble de la casa consistorial, o de alguna dependencia municipal.

Lo dicho, un chispazo, resuelto a la fórmula del PP, la de toda la vida, cuyas consecuencias a priori se ven limitadas. No creo que ningún votante popular le suene a chino. El 28M dirá.

Tampoco a la izquierda local se le ve en condiciones de poner en un brete a estos episodios del pasado del PP. La izquierda del PSOE por no saber ponerse de acuerdo para hilvanar un Sumar que hiciera eficiente los votos progresistas con un candidato o candidata ilusionante; el propio PSPV de Ana Barceló sigue escondido (en las redes sociales)  y tiene todas las papeletas puestas en la fuerza (y la oposición) que pueda hacer el propio Gobierno autonómico o la figura de Ximo Puig (y el aliado de siempre, cuando gobierna; y cuando no gobierna, un saco de boxeo sobre el que descargan todas las responsabilidades). Fuego amigo, o provocado, lo de siempre en Alicante ciudad, sin ningún arañazo. De momento, operación redonda.

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