"Estás muy cañero con el PP", me escribió en un mensaje un dirigente del Partido Popular. Tiene razón, mi oposición a su estructura es férrea y sin fisuras; crítica que me la ponen a huevo en cuanto Feijóo o uno de sus acólitos encuentra una nueva ocurrencia descafeinada con la que manifestar que carecen de algún tipo de brújula moral. No es que despotrique del Partido Popular como hobby premeditado, es su falta de principios lo que provoca mi espontáneo rechazo a lo que sus dirigentes hacen. Ausencia de ideales, plasmada en sus declaraciones y en sus actos como cuando cobijan a perversos maquiavelos sin escrúpulos. "Soy duro porque estáis fichando a gentuza", le respondí incisivamente y perpetrando quizá el sincericidio del que tanto nos advirtió Leiva en aquella mítica canción. El tipo de personas a las que contratas para tu empresa también marca tu forma de ser; refleja eso que dijo Pérez-Reverte de que si te juntas con gente íntegra seguramente tú también lo seas y viceversa en el sentido negativo. La forma de que los justos triunfen en política es que los buenos sentencien a los sátrapas, no que los promocionen hacia cotas de poder.
El PP representa la nada más absoluta, esa obra de arte moderno que pinta un punto negro sobre fondo blanco, un cuadro que por mucho que te diga un bohemio crítico del Museo Thyssen las trazas de las referencias a la soledad del hombre posmoderno, nunca se podrá comparar con un cuadro de Sorolla. Han abrazado el relativismo moral, corriente mayoritaria que desarrolla joyas como el texto que escribió el apreciado periodista Carlos Arcaya “sobre la recta conciencia habría mucho que discutir en este mundo en el que nada es negro ni blanco y todo está repleto de grises".
La realidad despoja de la moral a los asuntos cívicos como el egoísmo de las Comunidades contrarias al trasvase Tajo-Segura; lloran por la tala de árboles tachando de asesinos a quiénes osan arrancar sus raíces; califican de inmoral la discriminación de los médicos de la privada por parte del Consell. Se olvidan de la conciencia sin prescindir de la moralidad sentimental; se niegan a asumir que lo moral es político. Si hay insolidaridad entre los pueblos y vulneración de derechos fundamentales como el de la salud y la vida es precisamente porque se gobierna inconscientemente. Por la regla de la tesis equidistante lo que le ocurre a la Comunidad Valenciana con el agua es un asunto baladí, sin importancia, no deberíamos criticar el enrocamiento de nuestros vecinos puesto que no hay nada bueno o malo, todo es relativo; lo mismo ocurre con lo de los sanitarios de la sanidad privada que se vieron excluidos de vacunas. Quiénes somos para cuestionar el proceder de los responsables si ellos son los que dictan la verdad. Cuando el bien y el mal no rigen la sociedad el concepto de justicia es una quimera.
Estoy de acuerdo con eso que dijo Carlos Mazón respecto a que el aborto se ha convertido en un derecho, lo que me chirría es esa argumentación fundamentada sobre el peso de la constitucionalidad a la hora de apoyar una norma. Que una idea adquiera rango de ley no la convierte en una concepción justa, es más, una obligación moral recae en la desobediencia de una regla arbitraria. Partiendo de la tesis planteada por el líder del PP en la Comunidad Valenciana, el holocausto nazi fue una campaña legítima puesto que como se muestra en la legendaria película Los juicios de Nuremberg los gerifaltes del tercer Reich hubiesen sido absueltos por las leyes vigentes, por lo que sé dictó sentencia tomando como modelo el derecho natural. Es peligroso otorgar al ordenamiento jurídico el poder de dictar los principios morales; son precisamente las normas las que deben beber de esos valores fundamentales.
Cuando el Obispo Munilla comete involuntariamente el proselitismo político de decirle a los católicos que no voten al Partido Popular lo hace con el deber de erigirse como referente moral. Considerando los pensamientos paniaguados de los líderes del PP, cuando lleguen al gobierno apoyarán las leyes injustas que ha maquinado el PSOE y Podemos; siempre he dicho que cuando los progresistas en 2030 permitieran la zoofilia, los "conservadores" de salón lo apoyarían. Creo que en España no hay ningún partido de derechas moderado, tenemos a los socialdemócratas de Feijóo y a los testosterónicos radicales de Abascal. Esa falta de ejemplaridad de nuestros dirigentes, unos que como destaca Cayetana Álvarez de Toledo en Políticamente indeseable deben liderar a la sociedad, hace que quiénes desean una convivencia apoyada en unos valores comunes no puedan apoyar al PP de hoy. Aunque tampoco creo que una formación como Vox con homófobos y racistas en sus filas esté en posición de dar ejemplo. Solo unos independientes atrevidos se rebelan contra sus desnortados compañeros y osan contradecir la libertina versión oficial. Como Pablo Ruz, que se rebeló a su partido en el asunto del aborto; me alegró ver que mi amigo no ha perdido su criterio pese a que a veces dé la impresión de que ha abdicado de él. Admiro profundamente la integridad pese a que discrepe de sus máximas.
No es que esté a favor del aborto, creo que se ha convertido en un derecho irrenunciable, con lo que no comulgo es con ese estar de acuerdo con todo lo que sea legal sin que la conciencia oriente el camino y usar como brújula moral a la volatilidad de las leyes.