El pasado martes, en Almoradí, el Instituto del Agua y las Ciencias Ambientales de la Universidad de Alicante, liderado por Joaquín Melgarejo, organizó un recomendable debate, ya más sosegado, sobre qué había pasado con las inundaciones de la Vega Baja y cuáles eran las reflexiones que se debían seguir para que el episodio, si vuelve a ocurrir, no tenga las consecuencias que tuvo esos días de septiembre. Además del punto de vista del presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, Mario Urrea, que siempre ha dado la cara, pese a que su gestión ha estado en entredicho y no se escondió de preguntas incómodas, participaron una serie de expertos que expusieron sus particulares puntos de vista de cuáles son las medidas a aplicar. No creo que haya que volver a reproducir esas opiniones, pero de ese debate sí que se pueden sacar algunas conclusiones, a tener en cuenta, para el futuro, aunque la situación de la Vega Baja, con unas lluvias de esa magnitud, siempre será muy complicada de gestionar por su situación casi llana y las dificultades que ha generado su crecimiento urbanístico.
1) La CHS tuvo fallos, pero hizo lo que pudo con sus circunstancias del momento
¿Es toda la culpa de lo pasó de la actual dirección de la CHS? Quedó que acreditado que no. Que los alcaldes venían denunciando falta de limpieza y revisión de la situación del cauce desde años, con los gobiernos de Mariano Rajoy, pero el contexto de restricción presupuestaria impidió inversiones en en el río. Mario Urrea, con apenas 12 meses en el cargo, se topó con esa situación de excepcionalidad e invirtió donde sus técnicos, los técnicos de la casa, le dijeron. ¿Que no vieron la situación de la mota de Almoradí, que provocó la inundación de Dolores y Sal Fulgencio? Pues no. No vieron ni esa ni otras. Lo que pasa es que la rotura de Almoradí generó daños incalculables.
2) Las infraestructuras hidráulicas funcionaron en su medida
Las infraestructuras construidas a partir de las riada de 1987 funcionaron, pero en la medida de sus posibilidades. Que las presas de Ojós y Santomera contuvieran el agua hasta el límite de sus posibilidades evitó males mayores.
3) Las infraestructuras pendientes: desviar el río y encauzar la rambla de Abanilla
Posiblemente, sean las obras que más se han echado de menos. Pero la primera se planteó dos veces, y el ayuntamiento oriolano y los vecinos presentaron alegaciones para que no se hiciera. Y de la segunda, no se sabe qué pasó. Lo que está claro, a tenor de las explicaciones de los técnicos de allí presentes, es que las inundaciones en el polígono de Puente Alto y las de Molins fueron naturales, por la gran capacidad de agua que cayó. ¿Se podrían haber evitado de haberse ejecutado esas obras? Pues posiblemente. Cuando menos, atemperar los daños.
4) Las infraestructuras viarias y ferroviarias construidas
Muchos de los presentes en el encuentro de Almoradí coinciden en una cosa: la Vega Baja no es la misma ahora que la del 1987. Se ha construido una autovía que atraviesa la comarca; el trazado del AVE, y múltiples carreteras, que han generado efectos barrera y que han provocado episodios de acumulación de agua y problemas para poder drenar los campos los días siguientes a las inundaciones.
5) Casi todas las urbanizaciones han crecido en zona inundable
Los alcaldes no hablan de ello, la Generalitat tampoco, pero se han permitido expansiones urbanas, con informes contrarios e la CHS, para nuevas construcciones, que han reportado muchos ingresos a los ayuntamientos, pero que han dificultado la malla urbana de la comarca y por tanto, el cauce natural del agua tras unas lluvias.
6) El propio cauce es un problema; está en alto
También reconocido por los expertos. El del Segura, desde que se encauzó con hormigón, es una tubería en alto, que impide que le entren caudales de los dos márgenes y, cuando llueve con cantidades que superan los 400 litros por metro cuadrado, genera dos ríos paralelos, que además las infraestructuras públicas y construcciones privadas construidas constriñen todavía más.
7) La Vega Baja tiene un problema si llueve mucho sobre ella misma
Otra de las conclusiones de los expertos es que las infraestructuras en las Vega Media y Alta funcionan, y son capaces de absorber cantidades ingentes de lluvias. El problema lo tiene la Vega Baja cuando el agua torrencial se concentra en su demarcación: es un terreno plano, modificado por la mano del hombre, que además corre el peligro de recibir los aportes del Vinalopó, lo que le convierte en una auténtica bañera, como sucedió el pasado septiembre. Es decir, el problema no es de la cuenca, es comarcal, de la última parte del río, desde Orihuela hasta Guardamar: no hay capacidad para absorber cuando se sobrepasan los 400 litros por metro cuadrado.
8) Los técnicos no coinciden en una única solución para el Segura en la Vega Baja
A tenor de lo escuchado en Almoradí, los técnicos no se ponen de acuerdo para aplicar una única solución para la Vega Baja. La mayoría son partidarios de no aplicar más infraestructuras de hormigón y establecer corredores verdes y zonas predeterminadas inundables que ejerzan de colchón; es decir, una especie de parque del Marjal que Alicante construyó en la playa de San Juan para absorber las lluvias que procedían de la comarca.
Por ejemplo, fue curioso ver cómo el presidente de la CHS, Mario Urrea, todavía es partidario de dar una oportunidad a la ingeniería y, al mismo tiempo, aplicar medidas de respeto medioambiental. Su director técnico, Carlos Marco, por ejemplo, es más favorable de lo segundo.
9) Esto no se arregla sólo con inversión pública
Otra de las conclusiones que se puede extraer es la situación del Segura en la Vega Baja no se arregla sólo con obras. Es necesaria una buena dosis de concienciación social para que la gente vea al río como un elemento de convivencia, y no un peligro. Durante los años del boom urbanístico y tras la inversión realizadas con fondos europeos para la depuración de las aguas del río -gracias en parte a la plataforma Pro Río-, la Vega Baja ha vivido de espaldas al río. Quizás con la emergencia climática, sea el momento de hacer pedagogía de lo que es capaz de hacer cuando se generan episodios como los de la DANA.
10) El Estado ha fallado y el resto, ¿no?
Las inundaciones de la Vega Baja han demostrado que el Estado ha fallado: por las razones que fuese, no tenía el río preparado para una situación de este tipo, pese a los avisos de años anteriores. Pero no sólo ha fallado el Estado -al menos, Mario Urrea lo ha reconocido-. Muchos alcaldes y técnicos de las consellerias de Medio Ambiente e Infraestructuras o de los ministerios deberían revisar sus actos o pedir disculpas por autorizaciones concretas que han convertido a la comarca en un laberinto de taludes que no sólo impiden que el agua discurra por el río, sino que dificultan su sistema de drenaje.
No soy técnico de la materia. Soy un modesto periodista que ha visto, oído y pero que después de todo cree que no es conveniente callarse. Una vez pasado todo, con más sosiego, es tiempo de analizar, aprender y aplicar, que no vociferear, como han hecho algunos, al calor del rédito político (y mediático), sin importar que quien tiraba la piedra llevaba las manos sospechosas de ética (y otras cosas). Se ha agradecido el tono de algunos alcaldes, pero ha chirriado el silencio de los que ya no están. El Estado ha fallado, pero el resto de agentes también. Ahora, se trata de no caer en el olvido, y, por tanto, en el mismo error. Hay soluciones, muchas y variadas, pero la que se elija, debe ser de aplicación coral, no por un puñado de perras, como dicen en la Vega Baja. No será fácil.