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NOVEDAD EDITORIAL 

'Estoy tan cansado que las ovejas me cuentan a mí': anatomía novelada de un ciberacosador

El periodista valenciano Jorge Salas debuta en la ficción con una historia con trazas de thriller que tiene como trasfondo el aislamiento social y la enfermedad mental en la era de la hiperconectividad

9/12/2021 - 

VALÈNCIA. I'm so tired sheep are counting me, cantaba Ian MacKaye a finales de los años noventa. Este verso, extraído de una atípica canción de Fugazi -I’m so tired- sintetiza el estado de depresión y aislamiento social que sufre el protagonista de la primera novela de Jorge Salas (València, 1984). Estoy tan cansado que las ovejas me cuentan a mí (Pie de Página, 2021) no se encuadra en un género, pero por momentos se vive como una historia de terror. Miguel es un joven millenial que vive encerrado desde hace diez años en un ático de L’Eixample de Barcelona que paga con los ingresos que percibe jugando al póquer online. Su acentuada fobia social contrasta con su perfil hiperactivo en las redes sociales y aplicaciones de contacto. En una de ellas conoce a Joana, una chica por la desarrollará una obsesión enfermiza. El único contacto “cabal” con el mundo exterior es Sara, su terapeuta.

En su labor como periodista, Jorge Salas había investigado y escrito en diversas ocasiones sobre fenómenos contemporáneos como el ciberacoso, el vouyerismo y las peligrosas consecuencias que puede tener para cualquiera el rastro de miguitas de pan digitales que vamos dejando cada día con nuestra actividad cotidiana. “Cuando empecé a escribir la novela solo me marqué unas líneas maestras; no la planteé hasta el final -explica el autor-. Mi idea de partida era hablar de la soledad y la desconexión brutal que sentimos a pesar de estar conectados todo el tiempo. Pero la trama fue torciéndose sola durante el proceso de escritura. Va adquiriendo más velocidad y se precipita hacia una sacudida final. En la vida real las cosas tampoco ocurren de forma lineal”.

Del mismo modo que el músico y humorista norteamericano Bo Burnham aprovechó el encierro forzoso de la pandemia para analizar de forma muy sarcástica y extravagante el efecto de las redes sociales en la manera de percibirnos a nosotros mismos y a los demás -su documental Inside está disponible en Netflix-, Salas también utilizó su propio aislamiento para desarrollar algunos aspectos de la novela. “Yo tenía un trabajo en València pero me trasladé a vivir a Barcelona con la idea de teletrabajar. Entonces llegó la pandemia y se prescindió de mí. Así que mi primer año aquí, que coincidió con el inicio de la pandemia, fue un desastre. No conocía prácticamente a nadie y a las pocas personas que conocía no las podía ver. Fue una especie de aislamiento doble, y eso que yo vivía con mi pareja. Miguel vive solo con su gato”.

Una de las preocupaciones a la hora de perfilar los personajes era huir de ciertos clichés. Por eso, nos explica Salas, su protagonista no vive en un cuchitril, sino en un amplio e impecable piso de un barrio burgués de Barcelona. “No quería caer en la idea de tipo oscuro que vive en una casa muy oscura y sucia. Prefiero los contrastes”, aclara. Esta es una novela que mira a su tiempo, y por tanto en algún momento se apunta al contexto de precariedad laboral y la escalada de los alquileres en las grandes ciudades, si bien estos no son los hilos que sujetan la trama principal. 

- De neurótico narcisista a psicótico
- Para no volverse loco en un océano de días idénticos, Miguel recurre a las rutinas domésticas, que calendariza y cumple con rigurosidad militar. Pero esa falsa sensación de control va diluyéndose poco a poco en un creciente desorden mental, al que contribuye su tendencia a analizar obsesivamente los likes y los comentarios de personas que no conoce en perfiles ajenos. Todo se dispara cuando cree ser víctima de un “ghosting” en toda regla.

Miguel no es el típico neurótico de comedia al estilo de Woody Allen, Larry David o el analizante que interpreta Nacho Pérez en Dr Portuondo. A veces se ve envuelto en situaciones patéticas que suscitan lástima e incluso arrancan alguna risa, pero en términos generales es un personaje con el que resulta difícil empatizar. Es narcisista y hater -es decir, un pobre desgraciado que se desprecia a sí mismo de forma diferida-, pero su soledad autoimpuesta tiene también otras causas: una infancia marcada por el abandono de sus padres y el bullying. En el otro lado de la balanza tenemos a Sara, una terapeuta poco ortodoxa y con un evidente conflicto de contratransferencia con su paciente. “No quería crear personajes redondos y sin fisuras, ya fuesen héroes o villanos -razona Salas-. Todas las personas tienen su verdad, pero también sus aristas. Y los terapeutas también tienen sus problemas; no son santos. Al principio de la novela, Miguel inspira cierta pena, incluso a lo mejor me puedo identificar con él hasta cierto punto. Tanto Miguel como el personaje de la terapeuta pueden caer bien y dar asco, según el momento”. 

- Miguel no es un hacker informático, y sin embargo llega a arruinar la vida de alguna persona a base de estudiar la información que muchas veces se deja abierta al público ¿Cómo has documentado esa parte de la novela en la que explicas paso a paso cómo avanza en sus fechorías cibernéticas?  
- He leído muchos foros y he hablado con personas especializadas en el tema. Mi planteamiento no fue nunca crear un súper hacker, sino un tío normal con un cable un poco pelado. Y sí, es completamente cierto que incluso aunque tengas tu cuenta de Instagram cerrada, un pirado de estos puede acceder a mucha información de otras formas. Por ejemplo, accediendo a personas de tu círculo íntimo. Pueden triangular dónde estás, qué haces y cuáles son tus hábitos y costumbres. 

- ¿Crees que las redes sociales tienen la capacidad de despertar enfermedades mentales latentes que de otro modo quizás no brotarían a la superficie?
- No creo en la maldad pura de las redes sociales, pero sí que hay determinadas personas que tienen más facilidad para entrar en un bucle peligroso. Si además viven aisladas, es más fácil que se despierte la chispa que lo prende todo. No sé de qué modo, pero creo que las redes sociales deberían estar más supervisadas. No descubro nada si digo que hay estudios que confirman que muchas personas se sienten peor de después de entrar en Instagram. 

- Hablemos de la función de la música dentro de la novela. La mayoría de las acciones de Miguel tienen su banda sonora. Y además muy variada, desde Lana del Rey o Beck hasta Vivaldi y Strauss ¿Hasta qué punto has hecho una traslación directa de tus gustos en los suyos?
- La parte más autobiográfica de la novela -porque, afortunadamente, en el resto de cosas no me parezco en nada a Miguel- es el hecho de que él también conviva con música el 99% del tiempo. Y sí, hay bastantes concordancias… cuando escucha a Iggy Pop y a Blur, está claramente escuchando canciones que son importantes para mí.  Pero hay otros momentos en los que me sirvo de un grupo o un artista únicamente porque me viene bien para engarzarlo en la historia. Por ejemplo, hay mucha presencia de la música clásica porque creo que es especialmente interesante para crear atmósferas.

- Es curioso el hecho de que la música sea un asidero psicológico importante en el día a día de Miguel, y al mismo tiempo es uno de los vehículos que le llevan a perder la chaveta definitivamente. Concretamente, desde el momento en que empieza a atribuir significados cósmicos al listado de canciones que espía a Joana en Spotify. 
- De hecho, esa parte está inspirada en un caso real. Fue un suceso que ocurrió creo que en Inglaterra. Un tipo que acosaba a su exnovia y se presentó en su casa después de ver que ella había escuchado en Spotify una canción que oían cuando estaban juntos. Muy turbio… 

- Me vienen de pronto a la cabeza el documental Inside de Bo Burnham y la novela Mi año de descanso y tranquilidad, de Ottessa Moshfegh. Más allá de la pandemia, ¿crees que el aislamiento y la enfermedad mental son los grandes temas de la ficción de nuestro tiempo? 
- Ahora que lo dices, otro ejemplo podría ser también Los asquerosos, de Santiago Lorenzo. Creo que es lógico que exista una tendencia a analizar desde la ficción, y desde distintos puntos de vista, una cosa que es muy evidente: cada vez estamos más solos. En ese sentido, la capacidad de analizar datos, hashtags, etcétera que tenemos ahora está sirviendo para algo positivo, como poner en primer plano problemas públicos como la enfermedad mental. 

- Muchos periodistas saltan a la novela. Puede parecer un paso natural, pero… ¿lo es? 
- Los periodistas tenemos que escribir haga sol o llueva; sea un día laborable o festivo; te apetezca o no te apetezca. Esa disciplina adquirida me ha ayudado a escribir la novela. Creo que también es más fácil encontrar la voz y el tono, porque en muchos casos ya los tienes. Después de escribir 15 o 20 años, ya conoces tus puntos fuertes y los débiles. Por otra parte, esa tendencia, tan propia de la profesión, a documentarse hasta el infinito y revisar cada párrafo 300 veces ha hecho que el proceso de escritura fuese bastante lento.

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