Hay momentos en la vida en los que no valen las medias tintas. Instantes que exigen un posicionamiento claro, decidido, sin ambages. En la actualidad, nos enfrentamos a uno de ellos. Es hora de dar un paso al frente y posicionarse en el lado correcto de la Historia: el de los hombres blancos heterosexuales que se niegan a renunciar a sus privilegios y asumir que quizás (solo quizás) deben replantearse algunas de sus ideas y comportamientos. Ellos son las auténticas víctimas. Pobrecitos, míralos, como teleñecos despeluchados bajo la lluvia. Sin entender (o sin querer entender) por qué este mundo les pertenece cada vez menos. Criaturillas desorientadas que preferirían beber cianuro y clavarse un tenedor oxidado en el corazón antes que asumir que los tiempos cambian y se están quedando atrás.
Porque aquí mucho hablar de feminismos y nuevos paradigmas, pero, ¿es que nadie va a dedicar unos segundos a pensar en esos pobres señores abandonados en los arcenes de la contemporaneidad? ¿Nadie va a conmoverse ante sus dudas sobre si pueden o no tocar el culo a sus subordinadas o ayudar a alguien a subir una maleta al tren? ¿Nadie les va a asesorar con la redacción de los contratos para follar (porque ya sabes, si no, cualquier lunática despechada puede arruinarles la vida)?
Ante esa masa de indefensos muchachotes acongojados por los desvaríos feministas, es necesario cultivar un pelín el músculo de la empatía y decirles: “chicos, lo estáis haciendo todo genial”. Sé que mantener la autoestima alta cuando a tu alrededor se empeñan en tildarte de machista, rancio y prepotente no es sencillo. Así que, hombre tan tolerante y abierto de mente que se digna a leer un texto escrito por una tía, aquí te traigo algunos recordatorios para que levantes el ánimo y no pierdas esa seguridad en ti mismo que caracteriza a todo buen caballero mediocre. Se trata de breves ejercicios de autoafirmación que puedes repetir frente al espejo cada mañana o mientras pegas puñetazos a tu almohada repasando los agravios cometidos por las becarias de tu oficina.
1- Tú tienes razón, que nadie te haga pensar lo contrario. Lo que pasa es que las mujeres de ahora están locas, son unas exageradas. Una panda de desquiciadas hipersensibles que se lo toman todo a la tremenda y montan un pitote por cualquier tontería. No hagas ni caso a esas histéricas y sigue manteniendo tus hábitos de toda la vida. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? De hecho, a muchas les han lavado el cerebro con cuatro eslóganes sobre la cultura de la violación y el consentimiento, tu deber es hacer que recapaciten y vuelvan al redil.
2- Todas esas paparruchas sobre la igualdad y derechos no son más que tonterías que nos impiden centrarnos en los asuntos verdaderamente importantes para la ciudadanía. ¿Que cuáles son esos asuntos? ¡Los que sean, que más dará eso! Siempre hay alguna cuestión más urgente y relevante que prestar atención a las reivindicaciones de las mujeres. Además, la mayoría de ellas ni siquiera están tan buenas como para fingir hacerles caso más de diez minutos.
3- La sociedad actual tiene la piel muy fina, la dictadura de lo políticamente correcto no está abocando a la decadencia. Hay una conspiración para acabar con las buenas costumbres y convertirnos en autómatas. ¡Por culpa de esos malditos wokes nos vamos a la mierda! ¡Es el fin de la galantería (o de la normalización del acoso sexual, como prefieras llamarlo)! La cultura de la cancelación (que, por lo que sea, casi nunca tiene consecuencias reales para los sujetos supuestamente cancelados) está acabando con la libertad de piropear a desconocidas por la calle o hacer comentarios sobre el escote de tus compañeras de trabajo, ¡y hasta ahí podíamos llegar! Si es que ya no se puede decir nada, todo ofende. La caza de brujas hacia quienes se atreven a disentir del pensamiento único ha creado un ambiente irrespirable y dinamita los cimientos de la convivencia democrática.
4- ¿Pero cómo pueden decir que tú odias a las mujeres cuando tu madre es una mujer y tu abuela también? ¡Si hasta tienes hijas! A ti te encantan las mujeres, son lo más bonito que hay. Un tesoro que la vida te ha dado. ¡Y además la mayoría son limpias y trabajadoras!
5- Las feministas de antes sí que se preocupaban por cosas importantes, como el derecho al voto, a poder llevar pantalones o a tener una cuenta bancaria a su nombre. Conseguidos esos avances, alcanzada la plena igualdad, las tías ahora solo protestan por chorradas para llevarse paguitas de los chiringuitos hembristas. Esto es algo que muchas mujeres desconocen, aprovecha cada conversación que tengas con ellas para explicárselo, ¡les encantará saberlo!
6- Los tipos que apoyan las protestas femeninas o bien son unos planchabragas sumisos o bien fingen darles la razón para intentar llevárselas al huerto. En cualquier caso, no están a la altura de un macho alfa de elevado valor como tú, un hombre de verdad, que se viste por los pies.
7- Tú y tus semejantes seguís siendo el centro del universo, la medida de todas las cosas. ¡Tu opinión es la más importante, la única aceptable, en realidad! No dejes que las moderneces absurdas te nublen el juicio o te hagan pensar que debes ceder espacio a otras personas cuyas voces han sido tradicionalmente ignoradas o silenciadas.
¡Vamos, campeón galáctico! Si te esfuerzas al máximo, puedes seguir perpetuando todos los patrones de la masculinidad tóxica que tu frágil corazoncito patriarcal anhele.