DE TOMORROWLAND AL PARQUE ASTERIX PASANDO POR CIUDAD DE LA LUZ

El escultor Carlos Lorenzo instala el memorial en piedra y acero por las víctimas de la covid-19

28/09/2022 - 

ALICANTE. Carlos Lorenzo Hidalgo (Alicante, 1984) estudió Bellas Artes en la facultad de Altea de la Universidad Miguel Hernández (UMH), pero tenía claro que su objetivo era viajar, así que cuando terminó sus estudios comenzó a inscribirse en residencias artísticas con las que ha visitado ya una decena de lugares de todo el mundo. El último ha sido en Eslovenia, donde ha participado en un simposio en el que ha creado una escultura a partir de un tronco de madera de un abeto centenario. Un trabajo que le ha llevado una semana y que se engloba en un proyecto en el que ha participado junto a cinco artistas del propio país, así como de Italia, Bélgica o Cuba.

La obra se desarrolla en la misma línea de trabajo en la que está inmerso ahora mismo y que se basa en los exoesqueletos de algunos animales que, al contrario que los humanos, cuentan con la parte rígida o protectora del cuerpo en el exterior, mientras que nuestros huesos están recubiertos por la parte blanda, la carne, dejando a la vista la vulnerabilidad. Ese concepto, unido al movimiento y al vacío, le está llevando a crear una serie de esculturas para la que ya cuenta con cuatro, aunque pretende llegar a la docena. Sin embargo, esta última obra se quedará en Eslovenia, donde ahora mismo está viajando en una muestra itinerante hasta que se fije un emplazamiento definitivo.

La escultura que ha creado en madera juega con ese movimiento del exoesqueleto, pero además deja la parte interior al descubierto, hueca, vacía. Es lo que queda tras la desaparición de la carne y los fluidos, dejando a la imaginación de quien la contempla el tipo de criatura que podría haber sido. Para dar alguna pista ha quemado el interior y ha creado una textura a golpes de formón, dejando ver también un contraste de colores. Todo al natural; tan solo la madera, la fuerza bruta y el fuego.

Esta última pieza del artista está elaborada en madera, material que le resulta familiar como hijo de carpintero que es, aunque confiesa que prefiere trabajar la piedra. “El diálogo con ella mientras trabajo es lo que más me gusta”, explica. Ese esfuerzo físico que requiere manipular un elemento tan pesado. Ese proceso de trabajo en el que va viendo los cambios en vetas o texturas, ya sean naturales o creadas por él mismo. “No lo parece, pero es un material maleable, aunque hay que saber manejarlo”, destaca.

Desde su taller, en Rabasa, trabaja como autónomo para la escenografía cinematográfica y de parques temáticos. De hecho, ha trabajo para diferentes películas rodadas en Ciudad de la Luz, donde le gustaría volver a trabajar ahora que de nuevo abre sus puertas, pero también es uno de los jefes de equipo de proyectos escenográficos de Tomorrowland, uno de los festivales de música electrónica más multitudinarios del mundo, que se caracteriza por sus escenarios de gran formato repletos de fantasía. En estos momentos, se prepara para viajar a París, donde construirá una escultura de catorce metros para el Parque Asterix. “Mi sueño era viajar y ser escultor, y lo estoy cumpliendo a través de mi trabajo y las residencias artísticas”, confiesa.

Todavía no ha tenido la oportunidad de organizar una exposición individual en su tierra, en Alicante, aunque ya ha instalado en la ciudad una de sus piezas más relevantes hasta la fecha. Y es que él es el autor de Bocas que vuelan, la escultura en homenaje a las víctimas de la covid-19 que el pasado viernes se ubicó frente al Hospital General de Alicante Doctor Balmis, en la rotonda que cruza la Gran Vía con la calle Maestro Alonso, con el objetivo de recordar así a todos los alicantinos fallecidos por el coronavirus y para homenajear a todos los sanitarios por su esfuerzo durante la pandemia. Una escultura a cuatro manos, junto con Natalia Ferro (Vigo, 1987), que todavía no se ha inaugurado.

La obra, que fue seleccionada entre catorce proyectos, está formada por un conjunto de tres elementos: un bloque de piedra, una pieza de bronce representando parte de un rostro realizado en fundición y una estructura metálica en acero corten. El conjunto de la obra, de veinticinco toneladas, tiene unas medidas aproximadas de 4,40 metros de altura por 3,30 metros de ancho y 1,20 metros de profundidad. La unión entre la piedra y el acero crea una puerta, que representa el umbral, el tránsito, según la memoria.

“Como alicantino que soy, me gusta representar en todos mis trabajos las materias primas locales y siempre que salgo hablo también de nuestros materiales, en especial de la piedra color crema marfil y del rojo Alicante; son piedras de una calidad excepcional extraídas de la cantera de Levantina, que es una de las canteras a cielo abierto más grandes de Europa”, destaca el artista. “Hay una nueva generación de escultores en Alicante que está trabajando con mucha fuerza, pero no sé si la ciudad tendrá la suficiente visión como para retener su talento o si por el contrario tendrán que salir”, concluye.

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