VALÈNCIA. El próximo jueves 1 de agosto, con motivo de la inauguración del festival Sagunt a Escena, el coreógrafo y bailarín valenciano Nacho Duato regresa a los escenarios de la mano de su compañía, con la que repasa algunos de los éxitos que cosechó durante los veinte años que estuvo como director de la Compañía Nacional de Danza.
Lo hace a través de Jardí Tancat, su primera coreografía del 1983; Duende y Na Floresta, obras que le ayudan a remontarse a sus orígenes, repasando su historia como bailarín y coreógrafo, que ahora interpreta en un escenario tan emblemático como el Teatro Romano de Sagunt.
El bailarín y coreógrafo, considerado como uno de los mejores de toda España, se muestra molesto por este título, que le sabe a poco: “No soy solo de los mejores de España, soy de los mejores del mundo. Nadie presentaría a Messi como el mejor futbolista de Argentina, vendría él mismo y le pegaría a quien dijera eso”, comenta entre risas.
Ahora sí, uno de los mejores del mundo recala este jueves en Sagunt para repasar veinte años de carrera -”casi toda una vida”- no sin antes conversar con Culturplaza sobre esta función de retrospectiva. Una vista atrás en la que también valora el nivel de la danza en España y donde hace algunos apuntes sobre lo que tienen que hacer los bailarines para llegar a lo más alto, como ha hecho él mismo.
-¿Por qué seleccionas estos tres ballets para echar la vista atrás?
-Escojo estos ballets porque siento que preparan muy bien al bailarín. Son contemporáneos y a la vez tienen una base clásica muy fuerte. Hay muchos saltos y piruetas que son preciosas de ver. Los escojo también porque sé que el público los echa de menos, porque llevo casi veinte años sin hacer este tipo de trabajo que es tan “Duato” y tan mediterráneo, algo que corre por mis venas y que tiene fuerza y color.
-¿Faltan propuestas de danza de este nivel en el panorama nacional?
-Sí, pero porque el público está desconectado de la música. Con la prisa de la era digital y por culpa de los móviles nadie tolera algo que dure más de tres minutos. Si tienes que escuchar una sinfonía de Brahms tienes que sentar el culo en una silla hora y media, y ya nadie quiere hacer eso.
-Rescato una entrevista que concediste a Plaza hace dos años en la que explicas que tu proceso de selección de bailarines cada vez es más estricto, y que te fijas mucho en su expresión y sus cuerpos
-El mundo de la danza es una “cabronada”. Tú ya puedes ser el mejor bailarín que si tienes dos centímetros más de cuello te dicen adiós. El bailarín tiene que tener musicalidad, ser alto y si es guapo, mejor, además alguien que no vaya a quedarse calvo muy pronto [ríe] Yo por ejemplo uso la misma talla de pantalones desde que tengo quince años y aún tengo pelo.
-¿Qué buscas en un buen bailarín?
-Primero me tiene que entrar por la vista, tienen que saber transmitir con cualquier movimiento y pose. Las audiciones ahora han pasado a plataformas como Skype en las que es más difícil valorar el trabajo de los artistas, pero con un simple vistazo puedo saber si el bailarín funcionaría o no. Aunque te voy a decir la verdad, escojo a muy pocos bailarines, en España la danza se hace mal.
-¿Por qué se hace mal?
-Bailar bien es interpretar, no saltar mucho y hacer piruetas. Antes teníamos mucho más clara la idea de la interpretación, y ahora igual hay más técnica. Los bailarines tienen que estar siempre con cara de príncipe, nunca de cansancio. El movimiento tiene que ir siempre con la música, parece fácil, pero no lo es.
-En 2023 abriste tu conservatorio de danza en Madrid, con el que preservar la técnica “Duato” a través del Nacho Duato Trainee Program, ¿cómo se entrena a un bailarín para que entre en la Compañía?
-Con muchas correcciones. Yo soy un magnífico profesor, me fijo en el bailarín y en el pie del que cojea y analizo lo que necesita. Llevo toda mi vida metido en esto de la danza y quiero enseñarla como mejor sé. Eso sí, todo esto funciona porque tengo sponsors italianos e ingleses, porque un español no lo valora, o no me valoran directamente. Yo sé que en la danza lo hago todo mal, pero la gente lo hace peor.
-Barriendo para casa, ¿qué necesita València para convertirse en referente de la danza?
-Para empezar un buen espacio, y también ayudas. El conservatorio -que lleva su nombre desde hace dos años- es un horror… un espanto. Lo malo es que no se crean espacios específicos para la danza. El conservatorio de Madrid era una cárcel de mujeres, el de València un reformatorio y otros emplean antiguos colegios. Lo que no se puede hacer es coger un espacio cualquiera e intentar adaptarlo a la danza. Necesitamos un lugar en el que no haya ruido, que esté bien situado y que tenga enlace con lo que se trabaja dentro. Para que la danza mejore en España haría falta un milagro.
-¿De dónde tiene que venir ese "milagro"?
-Tiene que haber más interés por parte de los de arriba. Los políticos españoles no están interesados en la danza, no saben aguantar lo que dura un espectáculo y te vienen con la excusa de que "tienen otro evento o de que se tienen que ir a un cóctel". Cuando he bailado en otros países, como en Dinamarca, todo el mundo se mataba por verme. La que era la reina, Margarita, vino a decirme que tenía una elasticidad muy real. Estaba ahí porque quería verme, no parecía que hubiera venido secuestrada como pasa con otros políticos.
-¿Cómo consideras que afecta la política a la danza?
-Con las ayudas que nos dan, con los espacios que ofrecen… y a mí han llegado hasta a cancelarme espectáculos: dos en Murcia y dos en Castellón, y también alguno en Madrid. Yo le he llegado a escribir una carta a Ayuso para decirle que había perdido una enorme oportunidad para verme.
-¿En quién piensas cuando bailas?
-Esta vez, como excepción, dedico el espectáculo a mi padre, un hombre que en la España franquista nunca supo comprender cómo su hijo quería dedicarse al baile. Este baile va por él.
El cocreador del podcast ¿Puedo hablar! debuta en la novela con La mancha