crónica de la temporada estival

Entre la preocupación y la alegría en el año del regreso de los macrofestivales

30/08/2022 - 

VALÈNCIA. La vuelta al curso supone el fin de la temporada alta de los macrofestivales, que se han multiplicando hasta llenar la agenda del verano en la actualidad. Terra de festivals, reza uno de los lemas de Turisme Comunitat Valenciana. Tras dos años de cancelaciones, retrasos, sustos y parches, este iba a ser el año del regreso triunfal. El del fin de las restricciones y el del reencuentro con el público que se graba a fuego en la agenda los días del festival. Las expectativas han saltado por los aires, y si bien ha habido alegrías sonadas, este verano deja muy inquieto el panorama del sector.

Lo que antes solo se comentaba entre bambalinas, ahora se debate abiertamente: ¿va a explotar la burbuja de los festivales en España? Sin duda, si no lo va a hacer, este año les deja muy cerca de ello. Y esto precisamente no significa una crisis generalizada, sino la apertura de una brecha insalvable entre pequeñas iniciativas autogestionadas y tótems del sector, que deje caer a los festivales que se encuentran en medio. Este verano se han sucedido las cancelaciones debido a la falta de suministros y personal. Ya lo advirtió durante la pandemia la plataforma M.U.T.E.: muchos profesionales, ante la falta de trabajo, estaban cambiando de profesión a otros sector mucho más estables. A eso se le suma la multiplicación real del número de festivales celebrados, en parte también porque las promotoras -para no devolver el dinero de las entradas adquiridas antes de la pandemia- duplicaron sus marcas para poder celebrar eventos con el formato covid.

Según contaron fuentes de Turismo hace unos meses a este diario, la pandemia elevó el número de solicitantes a las ayudas de Meditarranew Musix de aproximadamente 40 a más de 130 festivales. En 2022 ya había empezado a desinflarse —las cifras son más cercanas a 70—, pero sin llegar a bajar, ni mucho menos, a los niveles de 2019. Por tanto: menos personal, más demanda, y hay que sumarle la inflación generalizada. Esto ha llevado a que haya auténticas subastas para quitarle pujar el material de las infraestructuras y ha provocado cancelaciones y serios problemas, incluso a administraciones como el Ayuntamiento de València.

¿Se han olvidado del público?

Pero una vez se puede celebrar, ahí no han acabado los problemas. Sin duda este es el año en el que más titulares con polémica se han visto en la prensa. Y es que, hasta la asociación de consumidores Facua ha hecho un decálogo de malas prácticas a nivel nacional para que el público que las detecte pueda denunciar los abusos de las promotoras. Desde no dejar entrar comida ni bebida, hasta la saturación de colas o las cancelaciones de cabezas de cartel sin el reembolso correspondiente. Una batería de prácticas que se han generalizado, y que se resuelven en un par de posts de Instagram.

Y principalmente, porque el modelo de festival, especialmente en la Comunitat Valenciana, es uno  basado en entradas baratas y mucha dependencia de la recaudación en barra. Al tener tickets tan asumibles, la sensación de poder reclamar derechos básicos y reconocidos baja.

En todo caso, hay casos muy sonados que se pueden recoger. Por supuesto, la palma se la lleva el festival Diversity, llamado a ser el evento musical más internacional jamás hecho en València, que se canceló tan solo diez días antes de su celebración, y que ha desaparecido del mapa sin haber devuelto el dinero de las entradas. De un día para otro, tal y como relató este diario, abandonaron el co-working desde el que trabajaban en València y disolvieron la sociedad desde la que prestaban el servicio.

Boombastic. Foto: RAFA MOLINA

Pero también el Arenal Sound tuvo problemas cuando se difundió a través de las redes sociales un vídeo en el que, en plena ola de calor, un autobús de vuelta a Alicante hacía el trayecto sin aire acondicionado provocaba el pánico de los pasajeros, que exigían parar y cambiar a un vehículo que sí estuviera climatizado. Acabó interviniendo la Guardia Civil.

El FIB, por su parte, ha sido todo un éxito de público, a pesar de la mala prensa que ha acompañado el giro de 180 grados en el cartel. Sin embargo, ha abierto un nuevo modelo que ya se ha extendido: cobrar por servicios que antes se daban por supuesto y que son básicos, como ducharse en el camping o poder salir del recinto y volver a entrar cada noche. Una exigencia que, como pasa en los vuelos low cost, acaba incrementando considerablemente el precio anunciado por el simple hecho de buscar salubridad y una mínima comodidad.

Un asistente del Medusa abandonando el camping, tras la fatídia noche del reventón térmico. Foto: EVA MÁÑEZ

El Iboga Summer Festival ha tenido que pedir disculpa ante la falta de “higiene y seguridad” del nuevo recinto en el que se ubicó. Inexistencia de agua potable en la zona del camping, disponibilidad de únicamente diez baños para miles de asistentes, falta de higiene y mantenimiento en los inodoros, y ausencia de un puesto de enfermería o emergencias, son las deficiencias denunciadas. La promotora ha prometido salvarlas el próximo año.

Mala prensa

La realidad es que los macrofestivales, en general, han funcionado muy bien. El arrastre de entradas compradas incluso en 2019, y la ganas de volver a disfrutar del formato masivo ha llenado y dejado cifras más que notables en muchas citas musicales. Hay alegría, pero incertidumbre, porque la atención mediática y la ristra de polémicas augura un cambio de ciclo.

También los propios artistas denuncian prácticas abusivas como el contraste de cachés entre artistas. Pero además, también fue sonada la denuncia del artista Ergo Pro en el Zevra Festival, en el que no pudo actuar tras un enfrentamiento con el equipo de seguridad del festival, que según el relato del mismo, actuó de manera muy violenta contra él, con tintes claramente racistas. El accidente empezó porque no habían apuntado bien su nombre en la acreditación como artista.

No solo todo lo anterior relatado: aunque todo apunta a un episodio meteorológico inevitable, el caso Medusa ha dejado un mal cuerpo del que será complicado olvidarse, incluso dejando claras las responsabilidades. 

Por otra parte, parece haber cierta desconexión entre la sociedad y las promotoras de los macrofestivales, que parece que solo han encontrado refugio en Turismo. Esta cuestión fue señalada por el Col·lectiu Ovidi Montllor al principio de este verano, que denunció “la sobresubvención” de los grandes festivales, que “tienen un impacto profundamente negativo en el ecosistema musical local”, poniendo el foco sobre todo en las salas de conciertos. 

Ahora, con la temporada alta acabada, se abre un posible periodo de reflexión. La verdad es que desde Turismo Comunitat Valenciana se ha buscado, por ejemplo, impulsar un programa de agua barata o gratis en las citas musicales acogidas al plan Mediterranew Musix. Pero la crónica de este verano parece llamar a cambios mucho más profundos en el formato de los macrofestivales valencianos.

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