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reflexionando en frío / OPINIÓN

Endiosados

23/02/2020 - 

Dijo Montesquieu que si el poder corrompía, el poder absoluto lo hacía absolutamente. Y qué razón llevaba. En la mayoría de las ocasiones, y la historia es testigo de ello -recuerdo ahora el cuadro pintado por Jacques-Louis David que refleja cómo en la consagración de Napoleón este se auto-corona en presencia del Papa Pio VII-, atesorar una potestad ilimitada y demoledora ha hecho creer a muchos personajes, que su dominio trascendía lo terrenal, y sus designios procedían de una vocación divina.   

Hombres con complejo de Dios. Amos que no debían dar pleitesía a nadie. Individuos que hoy, como retrata magistralmente Marie-France Hirigoyen en Los narcisos han tomado el poder, acaparan más que nunca puestos de responsabilidad. Políticos, empresarios y otros personajes públicos que aprovechan su influencia para controlar a los demás, como si en lugar de meros mortales, fueran escisiones de un Dios todopoderoso. Se me ocurre el nombre de Roger Ailes, ex Presidente Ejecutivo de Fox News, que como retrata la fenomenal serie La voz más alta, aprovechó su influencia en la compañía para abusar sexualmente de muchas de sus empleadas. Hizo más de lo mismo Harvey Weinstein, el productor de Hollywood, que utilizaba su posición ventajosa sobre las noveles actrices para realizarlas todo tipo de vejaciones. Hombres que creían poder controlar todo. Individuos por encima del bien y del mal, personajes que no tenían que rendir cuentas. De hecho, el señor Ailes, pese a que existían grabaciones que le incriminaban en esas conductas reprobables, negaba que estuviera haciendo algo perjudicial. Sus figuras superan los estándares y reglas terrenales, están tan endiosados en sus ensoñaciones, que no sienten que se estén equivocando. Nunca pedirán disculpas, jamás reconocerán sus incoherencias y mentiras.

Falacias, que conoce bien el Gobierno de Pedro Sánchez. Porque empezando por el propio jefe del ejecutivo y terminando por el mismo José Luis Ábalos, el gabinete que comanda España está lleno de narcisistas y de hombres y mujeres con complejo de superioridad -aunque la izquierda siempre ha creído tener la verdad en términos morales-. Imaginan poseer la realidad verdadera -el resto es fake, y los demás puntos de vista son ilegítimos-, lo demás debe de ser desechado, perseguido y erradicado. Eso es lo que parece anhelar el gobierno al pretender condenar la apología al franquismo, una decisión cuestionada incluso por políticos como Íñigo Errejón -ya pueden añadirle a la lista oficial de fachas-, y que, en palabras del jurista argentino especializado en Derechos Humanos, Roberto Gargarella, “hay riesgo de que la herramienta penal se use para cazar opositores”. Les voy a dejar sin tinta de tanto decirles nombres para instaurar en su rosario de fascistas… Porque así es precisamente como llama el señor Nicolás Maduro a todo aquel que osa desafiar su despotismo.

Este dictador, que es amparado por el gobierno de España, mientras el Presidente del Gobierno es manipulado por Pablo Iglesias, y este a su vez es controlado por el Ejecutivo bolivariano. Estamento que es protegido por nuestras instituciones al reunirse Ábalos con la mano derecha del tirano. Encuentro que ya está en manos de los tribunales y ha sido analizado en las instituciones europeas al propiciar Sánchez y su cuadrilla el incumplimiento de las sanciones internacionales por parte de Delcy Rodríguez. Chanchullo por el que el ministro de Fomento se niega a dar explicaciones al mismo tiempo que afirma su intención de perpetuarse en las alforjas del poder, y su amiga chavista ataca a la derecha española. Ellos son los buenos, y el resto son los malos. La verdad reside en su boca, y la mentira es sierva de los que intentan difamarles, por eso buscan silenciarnos. Pretenden que su pensamiento sea el único valido, y que sus palabras se conviertan en dogma. Precisamente por eso, deberían leer a J.S. Mill, el que dijo: No somos infalibles, ellos pueden tener una porción de la verdad, y, aun así, equivocándose por completo, necesitamos su desafío para no sostener lo que decimos como un dogma”. Cuánto nos hubiéramos ahorrado los españoles si esta panda hubiera leído antes este mensaje… Se creen sus propios engaños, repetidos una y otra vez -les recuerdo que por mucho que se señale una falacia, esta sigue siendo tal-, porque los consideran doctrina.

Demasiado orgullo, para individuos que son tan poca cosa. Se observa a un político de talla, por su capacidad no solo para rectificar, sino también por saber pedir disculpas cuando se equivoca. El lendakari Iñigo Urkullu por ejemplo, -quizá por eso está valorado positivamente incluso por los votantes del PP vasco-, pidió perdón esta semana por no saber gestionar de manera certera la crisis del vertedero de Zaldíbar. Chapó. ¿Cuántas veces hemos oído a un político rectificar reconociendo sus errores? Ya les digo yo que se cuentan con el dedo de una mano. Ojalá todos los políticos pidieran perdón cada vez que meten la pata… ¿Qué les costaba a los gobernantes reconocer sus pecados y confesarse ante la ciudadanía? ¿No se dan cuentan todos los corruptos que al disculparse y devolver el dinero hubieran recuperado una mínima parte de la dignidad que habían perdido?

Ellos no se lamentan, están por encima de todo eso. Ya lo dijo un monarca de cuyo nombre no quiero acordarme, “los reyes no piden perdón”. Estos reyes del mambo absolutistas, que confían en estar por encima de todo. Qué lástima que cuando llega la hora de bajar el tortazo es monumental. Al estar en política, uno se topa con esos personajes, con figuras endiosadas que aspiran a perpetuarse hasta después de la propia existencia. “Pase lo que pase, nosotros seguiremos estando”, me dijo uno de esos diosecillos malignos de los que hablaba Descartes, y que mucho después mencionó Nietzsche, pero para sentenciar toda divinidad en La gaya ciencia con su teoría del humano omnipotente. Dios ha muerto, viva el súper hombre, vino a decir. Ese egoísmo con el que viven estos nombres.  

Que lástima que no se acordaran de Heráclito y de su todo fluye, nada permanece”.

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