Estaba ahí hasta el apuntador. Se sucedían las caras conocidas. El ambiente estaba cargado de un tufo artificial. Había algunos que creo que no sabían ni qué pintaban allí, no eran más que víctimas de la emoción del momento, de la inercia de las masas; tocaba hacerse la foto en el sitio de rigor sin preguntarse si podrían ser útiles en un lugar como ese. En los últimos años, o puede que no me haya dado cuenta hasta ahora, Fitur se ha convertido en el evento por antonomasia de las almas imantadas para atraer toda la pompa y la circunstancia. Viendo la memoria fotográfica de las sucesivas ediciones uno se encuentra en la foto con políticos que no se sabe muy bien qué hacen ahí; el haberme criado jugando a ¿Dónde está Wally? me ha generado la curiosidad de analizar con minucioso ojo del halcón a las personas que salen en las fotos. También les digo, la mayoría me lo ha puesto fácil porque no hay nadie que pierda la oportunidad de dejar constancia pública y notoriamente que han estado en la feria del turismo, ya se encargan ellos de presumir de haber estado trabajando por la promoción de nuestra región.
No seré yo quien les diga lo que pueden o no hacer, -ya dijo Will Smith en la película En busca de la felicidad que no había que dejar que nadie boicoteara tus sueños-, pero me resulta complejo asimilar que dirigentes sin responsabilidades de gobierno puedan hacer algo por el turismo sin tener vela en ese entierro. Podrán pasearse por las casetas, dar la vuelta al mundo en ochenta horas, hacer contactos, ponerse las botas con exquisiteces culinarias de culturas distintas, posturear… De todo, pero que no me digan que van a trabajar. Agradezco su intención, pero si esa labor que realizas no se consuma en funciones ejecutivas has perdido el tiempo. Se habla del despilfarro que había antaño en las instituciones con regalos de Navidad o diferentes lujos caídos cada vez más en la obsolescencia por obra y gracia de la presunta transparencia, pero pasamos por alto que el paseo por Madrid a gastos pagados que supone Fitur para muchos políticos. Su presencia se debería limitar a los que de verdad tienen un interés constatado en ser invitados a la fiesta. De la misma forma que no alcanzo a entender la figuración en Fitur de políticos de la oposición, tampoco entiendo qué hacen allí miembros de gobiernos con ninguna competencia en materia de turismo o de su interés como cultura y deporte; creo que a lo mejor los departamentos de igualdad quieren tomar nota de las políticas que se están impulsando en Qatar y Arabia Saudí.
No somos conscientes, peor aún, no han caído en la cuenta los que visitan Fitur que eso no lo pagan ellos sino el contribuyente. Es un riesgo acomodarse teniendo la sensación de que está todo pagado. Se van a dar tumbos por Madrid, a pasarlo bien, sin que la presencia de muchos de los que se dejan caer por allí sea de verdad provechosa; Fitur es para los políticos lo que era irse a la granja escuela cuando estábamos en el colegio, lo que pasa que las excursiones las pagan los padres y esta aventura se la sufragamos entre todos. Ahora que algunos se van concienciando en lo que al gasto público se refiere no sería una mala idea que se empezase por recortar en inversiones inútiles a las que la administración tiene que hacer frente. Uno de ellos es el viaje para ir a la feria turística. El que quiera ir sin que su presencia sea imprescindible que se lo pague él. Parece que la expedición capitalina es un regalo, una caja de smartbox de estas en las que puedes disfrutar de experiencias.
Estaban buscando la felicidad y la encontraron en Fitur.
El municipio de El Comptat presenta dos proyectos diferenciales, ‘L'Orxa a donde los senderos te llevan’ y el Orgullo Rural 2024