Si no me cuentan el inicio de Liga del Hércules, no me lo creo. El pasado domingo regresaba al Rico Pérez meses después del traumático final de curso ante la Ponferradina, esperando más bien una tragedia griega. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme 'La Vie en Rose' futbolística, eso sí, después de algunos minutos iniciales de un conjunto blanquiazul timorato, nervioso, atenazado por las comprensibles dudas y miedos consecuencia de la situación deportiva que atraviesa. Pasado el trámite, todo efectividad y solvencia. Lo dicho, no di crédito.
Hace tan solo 15 días el equipo que ahora dirige Jesús Muñoz, por aquel entonces entrenado por José Végar como interino, caía con estrépito ante un Orihuela que venía de deambular por campos de la provincia de Alicante como producto del ruinoso estado de Los Arcos, tras sufrir la capital de la Vega Baja los efectos de la terrible DANA y la posterior riada. Dos semanas después parece que el equipo empieza a dar muestras de lo que debía rendir desde el inicio de Liga. Servidor no cree en milagros, así que tras digerir la euforia que se desató en el estadio tras el severo correctivo infringido al Barça B, en mi cabeza empezaba a brotar la idea de lo complicado que es resucitar a un grupo en quince días. No dudo de las capacidades de Muñoz, ni de la profesionalidad de Lluís Planagumà, pero oigan, creo que Dios tiene cosas más importantes entre manos que interceder por el Hércules.
La épica en el fútbol nos lleva a sacar a hombros a muchos jugadores en determinadas ocasiones, y clamar contra el 'establishment' presente en el palco cuando la pelotita no entra. Es un hecho irrefutable que la situación del Hércules, con sus huesos en Segunda División B, tiene nombre y apellidos, pero no es menos cierto que en el terreno de lo que nos ocupa, en la temporada 2019/20, hay jugadores de la plantilla que ahora dirige Muñoz que tienen mucho que decir y algún paso al frente que dar. No sé si a un gran porcentaje de la plantilla le habrá costado mucho pasar el luto de la marcha de Planagumà, o si por contra alguno hizo lo mismo que muchos españoles aquella madrugada del 20 de noviembre de 1975. una vez se anunció el cese del catalán, de lo que si estoy seguro es que hay mucha más responsabilidad en el verde que en el banquillo o el palco.
En el esperpento ante el conjunto escorpión pudimos escuchar como las críticas se tornaron más hacia el palco que en otras ocasiones. Portillo fue el blanco de la ira de los aficionados de forma ostensible por primera vez en lo que llevamos de temporada, algo que no se recordaba desde sus peores tardes como futbolista, más si cabe con la pasada temporada como año de doctorado del director deportivo madrileño. Por lo que sea, y ya sabemos el por qué, rara vez se relaciona el éxito del equipo con el trabajo del madrileño, y casi siempre se le señala como principal culpable de todo cuando vienen mal dadas. Para lo bueno y para lo malo, esta plantilla lleva su firma, con la salvedad del director de orquesta desde el banquillo: el juego político en los despachos determinó que fuese finalmente Planagumà el que guiara los designios del Hércules, en contra de la voluntad de un Portillo arrastrado a la aceptación de la renovación del catalán, ideada por Ortiz y Ramírez. El tiempo pone a cada uno en su lugar.
En un escenario diferente, probablemente Portillo hubiera dimitido. No se puede tolerar que los propietarios de una empresa se inmiscuyan de tal forma en una decisión como ésta, poniendo en tela de juicio los conocimientos de un profesional del fútbol. Pero el tablero es el que es y, a fin de cuentas, en familia se perdona todo. Imagino que para el madrileño ciertas situaciones no le serán muy cómodas y en contra de lo que puede pensar mucha gente, no creo que sea tan fácil como llegar y pedir dinero al suegro para fichar tal delantero o tal centrocampista. Vivimos en una simplificación de las relaciones que se entrelazan dentro de ese club y no nos damos cuenta de lo complicado que suele ser convivir en un entorno donde lo familiar se mezcla con lo empresarial.
Lo mejor para el Hércules y para Portillo
Lo mejor para el Hércules y para Portillo es que nadie se acuerde de él en los próximos meses. Eso significará que el equipo poco a poco irá marchando, y como consecuencia de ello, no habrá que señalar a nadie. Mi parecer sigue siendo el mismo, el Hércules está controlado por una familia, con una situación económica y política en Alicante muy determinada (y asentada) y no tiene visos de cambiar a medio o largo plazo. En la época de los jeques estilo Guadiana, que aparecen y desaparecen, o de los que anuncian coches con figuras poco menos que fantasmagóricas, no sé si habrá que conformarse con lo que hay o rezar para quedarnos como estamos. Lucentum se estableció sobre una zona que más tarde quedaría convertida en ciénaga y, nos guste o no, esos son nuestros cimientos.