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el sur del sur / OPINIÓN

En el sur, pero alejados del centro

El PP de Alicante ha aprovechado su congreso provincial para recuperar a los suyos, pero muy alejada del centro político que debe tener un partido con opción a gobierno. El mensaje de Bonig todavía chirría

4/06/2017 - 

Lo he dicho en varias ocasiones: Torrevieja, Orihuela y la Vega Baja significan mucho para el Partido Popular. Aún siendo igualmente una zona castellanohablante como Elda o Villena, los populares alicantinos, con Isabel Bonig a la cabeza -y digo Isabel Bonig, y no José Císcar- tienen en esa comarca la reserva espiritual de la derecha de la Comunitat Valenciana. El resto de territorios no existe: han caído en la provocación de Compromís, o de Vicent Marzà, y por extensión Mónica Oltra, de situar todos los problemas de la región en el plurilingüismo y su considerada "discriminación del castellano" y el ataque a la enseñanza concertada. Bien es verdad que el Gobierno del Botànic ha puesto el foco en estos campos, y su gestión ha rozado el hastío hasta con los suyos, por la dificultad con la que defenderse, pero hay más cosas de las que proponer. Y ese es el gran problema de Bonig: el discurso monolítico le ha alejado del centro político.

Y otras cosas de las que hablar. Ahora ha aparecido la crisis de los centros de menores y los populares han aprovechado el traspié en la gestión para sacar los colores a la vicepresidenta. Los menores se han convertido en un boomerang, con todas sus miserias, algo que Oltra debió situar, al inicio del mandato, al mismo nivel que los problemas heredados de la Dependencia, porque lo de menores viene de lejos, pero la bomba le ha explotado en las manos.

Pero volvamos al congreso de Torrevieja, epicentro de la reconquista de la Generalitat, como la definió la propia Bonig. Cuando un partido quiere ser opción de gobierno, debe tener un mensaje más transversal, que llegue a todos los sectores de la sociedad, que plantee soluciones para todos los desafíos, los que genera un gobierno, pero también los que genera la propia sociedad y la economía. Y todo eso brilló por su ausencia en el congreso de Torrevieja. No es que Bonig los que tenga que solventar todos, pero si al menos incluir algunos cuantos en su mensaje.

Aquello fue todo ira contra Vicent Marzà, contra Ximo Puig y contra Mónica Oltra, contra el tema lingüistico y la defensa de tan manida -como defectuosa- libertad educativa, las loas al modelo turístico desarrollista y el arrepentimiento de los casos de corrupción pasados. No hay más, por el momento. Ni rastro de la economía colaborativa; ni el desafío tecnológico y su impacto en el modelo de producción; el cambio climático, política de residuos (se supone que habrá alternativa al SDDR) ni de los modelos de transporte alternativos... 

Con ese mensaje puedes salir a hombros en Jacarilla o en Daya Nueva, pero posiblemente chirríe, y mucho, en otras ciudades como Alcoy, Xàtiva o Altea por poner tres ejemplos. Es decir, que todo lo que se estira el manto en una zona puede provocar que falte en otras.

Claro está que ese mensaje puede calar en los tres grandes feudos populares de la provincia de Alicante, como Alicante, Elche y la Vega Baja, pero aquí de lo que se trata es que te voten en todos los sitios por igual. Y que hay una nueva generación de votantes que tiene hoy otra serie de prioridades que los viejos partidos -y en estos incluyo al PSOE- no acaban de conectar o dar respuesta.

Me dice un colega que la cosa está tan mal que el mensaje de Bonig es ése porque primero hay que intentar reenganchar al votante clásico del PP, no hastiado por el mensaje que pregona la Margaret Thatcher de la Vall d'Uixó, sino por los escándalos de corrupción no sólo del pasado, sino los que cada día inundan de titulares, vengan de donde vengan. Es decir, que se busca primordialmente conectar con el sufragista fiel que en su día se quedó en casa y optó por Ciudadanos, como partido de alternativa pudiente en aquellos tremebundos meses de 2015 en los que se produjo el principal cambio en las instituciones.

Me dice ese mismo colega que sí, que hay plan hacia el centro, pero que para llegar a la C (de centro político), primero hay que agitar a la A y después llegar a la B para desembocar donde se quiere. Posiblemente, ese sea el camino, los partidos tienen mejores estrategas que un servidor, pero lo que oí en el Auditorio Internacional de Torrevieja sonaba a algo alejado del centro político, lejano a ser una opción de Gobierno, lejano a convencer a desencatados y dudosos votantes de centro. Cierto es que algunas políticas del Gobierno de la Generalitat también lo son, aunque más por su desastrosa ejecución que por el fondo en sí o falta de correción.

No sé cómo quedará la cosa, pero como he dicho en reiteradas ocasiones, vamos camino de un plebiscito de bloques: quién tenga un voto o un escaño más gobernará, y en esas creo que el PP de Bonig, con ese mensaje, sólo va a tener un tiro: o le dan los números para gobernar, o los populares deberán iniciar otra etapa, con otros perfiles. Podrá arrasar en Alicante, y no llegar a Valencia. Pero con la vía que ha optado, o mucho cambia, o lo tendrá muy difícil para recomponer algunos equilibrios que en este viaje han quedado dinamitados, por una parte, y por la otra. O, en su defecto, no podrá contentar a todos. Junio de 2015 marcó un punto de inflexión no sólo de derecha e izquierda, sino de prioridades de cada generación. Quién mejor haga esa lectura política, será el ganador.

César Sánchez tenía una bomba de relojería, y lo sabía

Si la derecha y la izquierda han reconciliado a dos políticos esos son el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, del PSOE, y el presidente de la Diputación Provincial, César Sánchez. O muchos cambian las cosas, o los dos van camino de acabar imputados, aunque por razones muy diferentes. En el caso de Echávarri, los hechos son de sobra conocidos, el denominado Caso Comercio, pero en el caso de César Sánchez, lo siento, pero tengo que decirlo: nos quieren dar gato por liebre. César Sánchez hace tiempo que tiene una bomba de relojería debajo de su sillón de alcalde. Y el PP lo sabía, y no la ha puesto Compromís. Y le ha pasado igual que a Mónica Oltra con los menores: no la desactivó a tiempo y le ha explotado en las manos. Al igual que con Echávarri, a lo mejor queda en nada, pero posiblemente se tenga que poner colorado. Algunas cosas comprometedoras hay, pero de ahí que se estime que sea una conducta delictiva, queda mucho, como con el primer edil de Alicante. Desde luego, no le viene nada bien ahora que había marcado el primer gol al plurilingüismo de Marzà. Estamos en el descanso. A ver como acaba la final.

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