Emprender un negocio conlleva una aventura en la que una buena idea se plasme en un diseño y su puesta en funcionamiento, sea un producto o un servicio. Para algunas personas, es una manera de ejecutar una buena idea. Para otros, una manera de sentirse realizados. Y normalmente, todos esperan generar sus propios ingresos.
La mejor manera de comenzar es con una idea innovadora, bien porque el producto/servicio no existe, bien porque ha sido reinventado, o bien porque hemos seleccionado un mercado para el cual vamos a hacer una adaptación estratégica, no existente hasta ahora. En cualquier caso, esta innovación siempre conllevará una línea creativa que abrirá la puerta a otros empresarios y a nuevos productos/servicios.
Algunos emprendedores se quedan en la idea, otros en su concreción y los más constantes, llegan a ganar dinero e incluso expandirse. No todos tienen en cuenta que la idea innovadora es el punto de partida, pero hay otros aspectos que progresivamente han de afrontar: entender al mercado (el consumidor y sus intereses), analizar a los competidores (la innovación va a “pelear” con alternativas también válidas), lograr proveedores y producir (cuanto más grande sea el negocio, más dependencia tendré de aquellos que me faciliten su ejecución), la constitución legal del negocio, el talento humano que nos acompañe en la consolidación y su crecimiento, decidir comprar/contratar o subcontratar, etc.
Hay mucha aventura, más allá de la propia idea innovadora, pero vale la pena. Herramientas como el marketing, transversal para cualquier tipología de negocio, es clave para ayudar al emprendedor, al empresario, en su desarrollo. Desde un productor de envases, hasta un arquitecto, pasando por un diseñador o un informático. La idea ha de convertirla en un negocio y eso pasa por el marketing. Marketing para desarrollar un modelo de negocio de éxito. Comunicación para explicar al mercado las bondades de esa idea innovadora (si no comunicas, el negocio no existe). Algunos centrarán su esfuerzo en internet, en el marketing digital (comunicación digital, si hiciésemos una correcta interpretación del uso del término), pues “democratiza” la comunicación y nos permite ser “grandes”, sin que nos juzguen por el tamaño o la edad (nuestra, o del negocio). Y los más aventajados, se apoyarán en el neuromarketing, para generar mayor valor, mayor margen comercial o llegar a mercados clave.
Vivimos en una sociedad desarrollada, donde las necesidades básicas están cubiertas y nos gusta que los productos, los servicios y las marcas nos emocionen: ideas innovadoras emocionales. Estas emociones nos ayudan a disfrutar y tomar decisiones donde el precio no es el factor clave. El empresario ha de comprender cómo compra el consumidor del siglo XXI, extenuado por la recepción de cantidad ofertas de productos o servicios con la “mejor relación calidad precio”, que ahorra dinero para gastarlo en aquello que realmente le emociona.
Dicho todo esto, imaginemos que un emprendedor es una persona que quiere correr en una carrera de larga distancia. Todo lo que haya hecho hasta entonces será su preparación para soportar el esfuerzo y llegar a la meta. La idea y los análisis empresariales serán su forma física. Pero al llegar el día de la carrera, comienza la puesta en funcionamiento. Muchos no imaginan la cantidad de corredores que hay esperando el inicio de la prueba. Algunos parece que están allí de fiesta, otros están sufriendo antes de empezar, muchos concentrados con su plan de carrera, visualizando cada fase o etapa de la misma. No falta quien se hace un “selfie” y ya son felices por haber llegado hasta allí. Pero la realidad es que hay muchos corredores.
La organización los ha clasificado por categorías (la edad o el género puede ser un criterio), lo que facilita que haya más de un tipo de ganador, como en el mundo empresarial. Hay corredores que emprenden con el objetivo de ser los mejores de la carrera. Otros, sin embargo, buscan acabar la carrera, mejorando y demostrando su forma física. Algunos corren, sabiendo que pueden acabar, porque es una satisfacción para sí mismos y les mejora la marca personal, pudiendo compartir que han estado en 7 o 10 eventos deportivos de élite. Otros tienen como objetivo ser los mejores de su población o de su grupo de compañeros. No todos tienen como objetivo acabar, algunos sólo probar.
No faltarán los tramposos, los que molestan o los que envidian, pero no deben de despistarnos en esta hazaña. En nuestro propósito, no corremos con ellos, ni contra ellos.
Pero todos los que buscan acabar la carrera deben tener una forma física mínima, ir equipados apropiadamente y haberse propuesto un objetivo, que puede cambiar en la próxima carrera. La forma física es la idea innovadora, el equipamiento es la constitución del negocio (medios y equipo humano) y el objetivo para la carrera es el plan de marketing y comunicación, que facilitará al corredor saber cómo está, con quién va a correr, el trayecto y las condiciones climáticas. En resumen, sus opciones para ganar la carrera que quiere afrontar (ojo, que después hay que correr y la aventura puede ser toda una sorpresa).
Y no todos quieren o pueden correr la maratón de Nueva York. Algunos se sienten cómodos en la carrera benéfica de su población. Eso es el emprendimiento y así se lo facilita el marketing.
Profesor e Investigador en la Universitat Politècnica de València.
Doctor en Marketing y Doctor en Ingeniería.
Coordinador de programas máster de marketing de la Universitat Politècnica de València.