MURCIA. Se resistió hasta el final, convencido de que aún guardaba una última bala, negándose a la evidencia y desoyendo el clamor de todo un partido. Pero era ya imposible porque se había quedado solo. Su destino estaba sellado. Teodoro García Egea, el todopoderoso general de Génova, el Richelieu de Cieza -como una vez bromeó Joaquín Reyes-, temido por sus enemigos y también por sus fieles, y el mismo que catapultó a Pablo Casado a la Presidencia del PP sale por la puerta de atrás, derrotado en su pulso contra Isabel Díaz Ayuso, superado por toda la bola que se generó tras declararle la guerra a la baronesa madrileña. El fuego que él mismo avivó se volvió en su contra. Y lo quemó para siempre.
El PP murciano se queda huérfano, sin su principal valedor, pero también decidido a levantarse y a buscar acomodo en esta incierta era que se abre para los populares. A rey muerto, rey puesto. Así lo demostró el presidente de la Región, Fernando López Miras, quien, en el momento más crítico, no dudó en soltar la mano de su viejo amigo en aras de "la responsabilidad". Su amistad, aseguró, se mantendrá, sí. Pero su vínculo en política ya no. Pierde a su gran protector, el dirigente que nunca quitó el ojo a su tierra, el hombre al que llamó en aquella aciaga noche de marzo de 2021, cuando su feudo corría peligro, acechado por la moción de censura. García Egea puso toda la carne en el asador para mover los hilos y desactivar la operación orquestada por el PSOE y Ciudadanos. Tres días después, el propio Teodoro cavaba su pica en la murciana plaza Cardenal Belluga, exultante y orgulloso. Fue el momento cumbre de su carrera. Aquel recuerdo pesó en los días finales, con López Miras resistiéndose a retirar el apoyo a la dirección nacional. Pero este martes ya no: la carrera de Egea estaba ya finiquitada, y la de Miras no. Él debía seguir adelante solo.
La irrupción del ciezano en Génova, en 2018, había generado una ola de esperanza en el PP murciano, que por fin veía la oportunidad de tener voz e influencia en los órganos más importantes. Era el momento de que los problemas de la Región se escucharan en Madrid, históricamente relegados en detrimento de otras autonomías. Nunca antes hubo un político murciano tan cerca del poder de un partido nacional. El 'efecto Teo', como así lo bautizó José Luis Martínez Almeida, se notó ya en las elecciones de 2019: el PP perdió los comicios regionales, pero el propio Teodoro se implicó en la 'fontanería' para que Ciudadanos, por un lado, y Vox, por otro, propiciaran que López Miras se mantuviera al frente de la Comunidad. Su talento para las negociaciones también se vio probado en otros territorios, como Andalucía, Castilla y León e incluso Madrid (tanto la Comunidad como el Ayuntamiento).
Padre de tres hijos e ingeniero de telecomunicaciones, Teodoro (Cieza, 1985) era uno de los jóvenes puntales de la cantera del PP llamados a destacar en el futuro. Al igual que López Miras (el presidente nació en1983), creció bajo el regazo de Pedro Antonio Sánchez, pero en su caso viró rumbo a Madrid después de ser edil en Cieza entre 2007 y 2009. Dirigió la Agencia de Gestión de la Energía regional y entró por sorpresa en el Congreso, pues quedó fuera de la lista en 2011 (era el noveno y por Murcia fueron elegidos ocho diputados, en plena época de esplendor del PP), pero en 2012 surgió su momento, al renunciar Jaime García Legaz.
Durante su etapa en Madrid, Egea se labró un nombre al formar parte de aquella generación de políticos jóvenes del PP que plantaba cara en las televisiones nacionales al fenómeno de la nueva política, encarnado en figuras como Pablo Iglesias y Albert Rivera. Egea, como Casado o como Ayuso, era uno de los habituales contertulios. En 2015 fue nombrado al frente de la candidatura para el Congreso, un escaño que repetiría en 2016 y 2019, ya entonces con los populares sumidos en la decadencia. Tuvo que soportar, de hecho, dos derrotas electorales en 2019: primero fue el PSOE de Pedro Saura y después Vox con Lourdes Méndez al frente. Un palo duro, pues la Región siempre fue el feudo del PP.
Hiperactivo y multifacético, siempre pareció tener el don de la ubicuidad, por su capacidad para estar pendiente de todos los territorios. Una cualidad que muchos cuadros y dirigentes regionales han sufrido. Es también muy deportista, músico (lo mismo se lanza al piano que se arranca un villancico tocando la guitarra) y amante de los videojuegos (hay vídeos de él jugando al popular Fortnite con conocidos youtubers), además de hincha del Atlético de Madrid. Pero si por algo se ha recordado a Egea (especialmente sus adversarios políticos) es por su triunfo en el concurso de lanzamiento de hueso de oliva de su pueblo natal, Cieza. Un éxito del que jamás ha renegado.
Su gran salto se produjo en 2018. Aprovechó la caída de Mariano Rajoy por la moción de censura de Pedro Sánchez para conjurar con su amigo Pablo Casado y asaltar el trono del PP. Removió cielo y tierra para reunir los apoyos y derrocar a Dolores de Cospedal y, en última instancia, a Soraya Sáenz de Santamaría. Nadie apostaba por Casado, pero lo logró. Lo consiguieron, mejor dicho. Aquella estrategia, relató tiempo después, se gestó en El Retiro madrileño. Desde entonces se convirtió en su mano derecha, en el piloto de las grandes operaciones del PP. Se planteó renovar todas las organizaciones, lo que le granjeó rivalidades y temores en el seno del partido, pero sufrió el gran revés de las elecciones generales. Aquella doble derrota de 2019 le llevó a pergeñar uno de sus 'ases' bajo la manga, el plan España Suma, el laboratorio con el que intentó aglutinar a todas las voces del centro derecha. Ciudadanos, una de sus víctimas, fue su bestia negra. El partido naranja, de hecho, ahora no oculta su alegría en el momento del adiós.
Su gran misión, su gran desafío, era llevar a Casado a La Moncloa. Quién sabe si Teodoro se hubiera convertido en ministro de haberlo logrado, aunque muchos apuntan que sus virtudes destacan más en las tareas de 'fontanería', controlando y actuando entre bambalinas. Pero fracasó. Se va sin cumplir su gran meta porque el casadismo tiene los días contados. Y ese fiasco nació precisamente en una de las disputas de Egea: la batalla por el control de Madrid. Génova -o sea, Teodoro- nunca vio con buenos ojos las pretensiones de Ayuso de adelantar el congreso autonómico. El enfrentamiento, librado intramuros, con sus idas y venidas en forma de filtraciones a la prensa, se convertía finalmente en una batalla campal a la vista de toda España cuando Ayuso denunció públicamente una trama de espionaje a su familia. Egea, en la que fue su última comparecencia pública, devolvía el obús acusándola de corrupción. No presentó pruebas. Casado tampoco. Aquella decisión fue su tumba. La tumba de los dos. Sus últimas palabras las pronunció anoche ante la Sexta. Habló de lealtad a Casado -como no podía ser de otra manera-, reconoció que era una de las decisiones más difíciles de su vida y concluyó que es el turno de la militancia. Palabra de Teo.