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Elecciones y plebiscitos

28/07/2023 - 

Los días dan perspectiva, y aunque los análisis en caliente son más impactantes, los que se hacen en frío, o templados al menos, ofrecen la mayor objetividad que permite el sosiego. No crean, por eso, que ha sido fácil esperar casi una semana para reflexionar sobre los resultados del 23J y el anunciadísimo vuelco que, por lo visto, no ha sido tal. No lo ha sido porque lo único que importaba era ver si Sánchez vencería a Sánchez. Y parece que lo ha logrado…

A falta del voto de los residentes en el extranjero, lo relevante de estas decimoquintas elecciones generales desde 1979 es que por primera vez se atisba la posibilidad de que el Gobierno de España lo presida quien no ha ganado en las urnas. Y no hay motivo de escándalo, porque es lo que ya le pasó al PP en gobiernos autonómicos, a Díaz Ayuso en Madrid en 2018 o a Moreno Bonilla en Andalucía en 2019, cuando en ambas ocasiones el PSOE fue el partido más votado en autonómicas. El sistema parlamentario, nacional o autonómico, es precisamente eso: conformar consensos, gestionarlos y explicarlos, y de ahí las mayorías de quienes pierden y no de quienes ganan, sobre todo si se prioriza el votar contra alguien en lugar de por alguien. También Cs ganó unas autonómicas en Cataluña en 2017 y sin embargo terminó como President, ojo, un tal Joaquim Torra. Las legitimidades democráticas de los perdedores, por tanto, son para todos o para ninguno.

Pero esta es la consecuencia, en lo que se refiere al reciente 23J, de pintar la elección de unas Cortes Generales con la pátina de un plebiscito sobre una persona y su manera de gobernar. Feijóo ha ganado las elecciones, sí, pero el plebiscito sobre Sánchez lo ha ganado indudablemente Sánchez, o posiblemente incluso ‘Perro Sanxe’ y gracias a la infausta campaña del “que te vote Txapote” de la derecha española más rancia. Una derecha en su conjunto que poco o nada hará, por sí misma y por su país, si se limita a buscar ahora excusas más allá de su propia torpeza y su falta de entendederas ante una sociedad española políticamente más madura que los partidos que componen esa misma derecha. Sumar a la escena la pincelada de una pretendida imagen centrista incorporando a sueldo a transfugados liberales de pacotilla ha terminado de componer a la perfección esta suerte de representación de naturaleza muerta.

Y de esos polvos los lodos de que al PP (y a Vox) sólo parece ya que podría salvarlo la veleta vasca que componen los diputados del PNV para sumar una mayoría absoluta que invistiera a Feijóo. No es descartable pese al no inicial, porque cosas más raras se han visto, pero va a resultar en todo caso harto curioso ver los malabarismos del gallego impasible entre nacionalistas españoles y vascos, con sus respectivas Reconquistas donpelayanas y sus Aberriegunas sabinianos, si fuera simplemente capaz de sentarlos a la misma mesa. Es más: bastante tienen los jeltzales en próximas fechas con vigilar de reojo a la izquierda abertzale de EH Bildu, que ya les han adelantado en estas generales, y ante cuyo avance solo les queda el auxilio del socialismo vasco como para estar a componendas estatales con los populares.

Y lodo, pero puro fango, será el que todo esté en manos de la derechona catalana de Junts, echados al monte en clave interna igualmente frente a ERC, que no pasa por su mejor momento gobernando en precario la Generalitat por los ataques de los ex convergentes a los republicanos tildándolos de “españolistas”, nada menos. Eso, por sus apoyos a Sánchez y al PSOE, por sus mesas de diálogo, y por el abandono de las declaraciones unilaterales de independencia. Que los de Junqueras hayan terminado calificados como ‘tibios’ por sus colegas de aventura secesionista es algo que, sinceramente, parecía imposible hace solo unos años, cuando aquel soberanista y voluntarioso Junts pel Sí de 2015 coaligó a independentistas de derecha e izquierda catalanes. Qué momentazo y qué engendro y estorbo permanente, incluso para los suyos, como Puigdemont.

¿Qué le queda, pues, a Feijóo? Nada. O un milagro. Y es verdad que, aunque poco, a veces pasan.

La cuestión de verdad es saber qué le queda a España en esta esquizofrenia de extremos populistas que arrastran a PP y a PSOE a derecha e izquierda, respectivamente, y de periferias nacionalistas que no pactarán jamás con Feijóo por Vox o que le sacarán siempre a Sánchez lo que haga falta porque él lo vale. La respuesta es conocida, y podemos olvidarnos ya de más transferencia de voto entre bloques, diga lo que diga la demoscopia y vista la realidad. Falta que sepamos estar a la altura unos y medir las consecuencias otros. Pero esto, últimamente, se lo reconozco, también parece cosa de milagros.

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