MADRID. Aunque las presiones inflacionarias siguen bastante altas en la Eurozona, las economías de la región que no dependen del sector manufacturero se mantienen relativamente robustas. El verdadero problema para el Banco Central Europeo (BCE) es la inflación subyacente, que se sitúa en el 5,6%, muy por encima del objetivo a largo plazo de la institución presidida por Christine Lagarde (2%).
Esto implica que el BCE tendrá que adoptar una postura decididamente agresiva en la reunión del 4 de mayo. No nos sorprendería que la autoridad monetaria europea volviese a subir tipos otros 50 puntos básicos, ya que viene repitiendo que la inflación sigue siendo demasiado alta y que continuará restringiendo su política monetaria.
La decisión del BCE también se ve respaldada por otros indicadores, como los rendimientos reales y los diferenciales de los bonos de países periféricos. Los bonos alemanes siguen rindiendo aproximadamente un 0% en términos reales, más de un 1% menos que los bonos equivalentes de Estados Unidos, lo que sugiere que las condiciones financieras en la Eurozona continúan siendo acomodaticias.
Todo ello también se ve reflejado en la estabilidad de los diferenciales italianos: la prima de riesgo del bono italiano a 10 años -el diferencial con respecto al bund alemán a 10 años- se ha mantenido por debajo de los 200 puntos básicos durante la mayor parte de este año, un nivel que no resulta preocupante para el BCE.
Hasta que la inflación subyacente vuelva a acercarse al 2% es difícil que el BCE adopte una postura menos agresiva, sobre todo porque las economías de la Eurozona siguen estables y los mercados mantienen su optimismo. Al BCE aún le queda trabajo por hacer.
Jonathan Day es gestor de carteras de renta fija en Newton Investment Management