ALICANTE. El domingo estuve comiendo con Dante Sanabria (creo que he deseado poder decir esta frase desde hace más de treinta años). Por si alguno acaba de aterrizar desde Marte les diré que Sanabria es aquel talentoso y avispado jugador argentino que nos llegó a principios de los ochenta procedente del bonaerense Club Atlético Huracán (“el globo” para los iniciados) y que con sus goles y regates consiguió dejar una huella indeleble entre la hinchada herculana.
No es que Sanabria y yo seamos íntimos, se trataba de un homenaje que la Asociación Herculanos organizó para merecidamente rendir tributo al autor de uno de los goles más famosos del imaginario herculano. Curiosamente, el último tanto que marcó con la camiseta blanquiazul, en su último partido como herculano, en el último partido de aquella liga 84-85.
Y allí estuvo Dante compartiendo mesa y mantel con unos treinta herculanos, demostrándose una vez más (¿queda algún incrédulo en la sala?) que el Herculanismo es universal, porque allí había gente venida expresamente desde puntos tan dispares como la Vega Baja, Valencia, y hasta Madrid. De este último punto en concreto venía el núcleo duro del “Colectivo el Gol de Sanabria”, que se encuentra por “el foro” terminado su formación académica y que nos advierte que, con apenas un par de gestiones, ya tienen formado un grupo de más de veinte seguidores herculanos en la capital de las "Españas".
Sanabria estuvo cumbre y les juro que no he visto a nadie hacerse más fotos en menos tiempo; pero a pesar de toda la brasa que le dimos el argentino se mostró exultante y feliz. No es para menos, han sido muchísimas las muestras de cariño las que está recibiendo durante estos días en nuestra tierra, lo que constata que hoy, más de treinta años después de su paso por el Rico Perez, sigue siendo un mito para el herculanismo.
A mí todas estas cosas relacionadas con la historia del club me entusiasman y soy un defensor a ultranza de su profusión. Recordar de dónde venimos siempre nos ayuda a ubicarnos en la realidad presente, afrontar el futuro con ilusión y sobre todo, llenar de sentido esta pasión.
Todo ello claro está, a sabiendas de que al final siempre queda el regusto amargo de la nostalgia. Me pongo algo bizcochón no lo puedo negar.
El de Rosario aún conserva esa mirada de delantero pillo y habilidoso dentro y fuera del terreno de juego, y a pesar de sus casi cincuenta y siete años, se mantiene fino y en forma. Tanto que a poco que le hubiéramos aplicado "justformen" en la cabellera estoy convencido de que para nada hubiera desentonado sobre el césped del Rico Pérez.
Porque sí, lamentablemente después hubo partido. Resulta que el AE Prat, es un equipo y no una empresa de ascensores austriaca como creía Tevenet. Así que a poco que te descuidas, además termina pintándote la cara con todas las de la ley y te endosa un cero dos que te deja con esa cara tan particular de domingo por la noche tras sufrir el enésimo petardazo en el Rico Pérez. La verdad es que estábamos avisados, el líder había caído y la cosa se nos ponía a tiro. Estaba cantado: palmábamos.