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la yoyoba / OPINIÓN

El régimen andaluz

30/11/2018 - 

Los andaluces cautivos y desarmados, estómagos agradecidos, incultos y perezosos sostienen un régimen socialista desde hace casi 40 años. Efectivamente, Andalucía tiene el discutible récord de haber mantenido en el poder al PSOE, solo o en compañía de otros, durante todas las elecciones que en Democracia han sido. Y mucha gente se cuestiona cómo hemos podido aguantar tantos años. Pues una servidora, cautiva, desarmada, inculta y perezosa donde las haya, tiene algunas respuestas para esa pregunta tan malintencionada que parece llevar implícita la respuesta.

Verán, yo tuve que dejar Andalucía para irme a estudiar Periodismo a Barcelona porque hasta bien entrados los años 90 en mi tierra no existía ninguna facultad donde pudiera hacerlo. El día que me marché, subí en un autobús de línea que tardaba cuatro horas en recorrer los 150 kilómetros que separan a mi pueblo de Sevilla. Un viaje infernal por una carretera inmunda sin arcenes y plagada de curvas donde apenas podían cruzarse dos vehículos. El tren en el que viajé a Cataluña tardaba más de veinte horas. El pueblo que yo dejé tenía un médico. No había centros de salud en toda la comarca y el hospital más cercano estaba a cien kilómetros y dos horas en coche. Las tiendas eran pequeños bazares donde se despachaba bacalao, zapatos, detergentes y bragas por el único mostrador de madera del local. En las trastiendas vivían los tenderos. Había muchos bares pero ninguna biblioteca. La población mayor se reunía en las esquinas (los hombres) y en misa (las mujeres). Las vacaciones eran una entelequia. Muchos de mis mayores no salieron nunca del pueblo y los velatorios se hacían en casa.

Así era la vida para los habitantes de un pueblo andaluz (pongamos que el mío) cuando entraron a gobernar los socialistas a primeros de la década de los 80. En estos casi 40 años he vuelto muchas veces al lugar que me vio nacer y donde residen los míos. Lo hago por una autovía, la A-92, que vertebra Andalucía de este a oeste. También podría hacerlo en AVE o en avión, pero me gusta recorrerla entera. De Sevilla a mi pueblo tardo apenas hora y media por una carretera nueva, ancha, con amplios arcenes, bien señalizada, con innumerables tramos para vehículos lentos y con desvíos para no pasar por el centro de los pueblos del recorrido. Ahora hay un ambulatorio con dos médicos, dos enfermeras y un servicio de ambulancias. Las tiendas de mi infancia se han convertido en grandes superficies comerciales con autoservicio donde las cajeras te cobran en español, en portugués o en rumano. Las trastiendas habitables de antaño son ahora almacenes o pequeñas fábricas de elaboración de productos de cerdo ibérico. 

Aunque los hombres mayores siguen frecuentando las esquinas y las mujeres el rosario, hay un centro de la tercera edad donde reunirse cuando la lluvia o el frío hacen estragos en las calles. Y una biblioteca pública, y un centro cultural, un teatro, un campo de fútbol con césped artificial, una piscina y un centro de día para los enfermos de Alzheimer. Y Guadalinfo, un ciberlocal con banda ancha donde enseñan a los mayores las nuevas tecnologías. Los que no habían salido jamás de sus casas ni conocían la palabra vacaciones recorren España con el Imserso, se alojan en complejos vacacionales de la Junta y se curan sus males en balnearios donde nunca habían soñado llegar. Cada vez que vuelvo a casa me cuesta reconocer a la gente que dejé siendo unos niños. Entonces mi madre me pone al día: "Ésta es ingeniera, éste otro abogado, aquella es jueza, el hijo de fulanita está haciendo un máster en Estados Unidos…" Es verdad que aún queda mucho por hacer y que igual podría haber hecho el trabajo cualquier otro partido. O no. Pero la realidad es que el pueblo andaluz tiene memoria, es mayor de edad y cuando le preguntan, habla. Aunque muchos no le entiendan. Es que el andaluz, ya saben, es muy difícil. Más o menos como el catalán.

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