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en la frontera / OPINIÓN

El Puente Rojo, un horror

5/11/2023 - 

Se debate estos días con cierta intensidad sobre la idoneidad o no de mantener el Puente Rojo en Alicante, el mismo que inauguró Joan Lerma en 1990 como conclusión, broche final que dicen los cursis, para poner en marcha la Gran Vía, una de las infraestructuras vitales de las últimas décadas junto con la remodelación de la fachada marítima y el desplazamiento de las actividades industriales portuarias hacia San Gabriel. Todo ello siendo alcalde José Luis Lassaletta. En el 90 tenía todo el sentido del mundo construir un puente para sortear por elevación las líneas del tren.

Cuando culmine el enterramiento de las vías, tal y como se contempla en ordenamiento integral de la zona (OI/2), el Puente Rojo será perfectamente prescindible y la Gran Vía podrá transcurrir a ras. Los Presupuestos de la Generalitat ya han previsto una partida para ver qué hacer con el muerto. Hay varias razones para su eliminación partiendo por la ya citada: ya no será preciso y propiciará un clima de mucha más armonía urbanística. Y mayor confort para los vecinos que lo contemplan desde sus balcones o ventanales a dos palmos de sus narices, y esnifando todo el C02 que transita por ahí. En segundo lugar, y no menos importante, es el significado del Puente Rojo que hace de frontera/tapón entre los barrios que atraviesa, La Florida y San Blas básicamente. Frontera física y visual. A ver qué familia cruza por debajo en horas nocturnas...

Un apartheid similar al que han venido ejerciendo las vías del tren entre todos los distritos que hacen límite, Ciudad de Asís, Benalúa/Florida y San Blas entre otros. Eliminar esa barrera es uno de los objetivos esenciales de la sociedad Avant (Adif, Generalitat, Ayuntamiento) con el fin de liberar un inmenso espacio que se traducirá en un gran parque central y unas 1.500 viviendas en unos terrenos de casi medio millón de metros cuadrados. El portavoz municipal de Izquierda Unida, Manolo Copé debería graduarse la vista. Medio millón de metros en pleno centro de Alicante. Díaz Alperi, y sobre todo Sonia Castedo, pretendían plantar un pequeño Manhattan, para costear la operación; era los años locos del ladrillazo con plusvalías de infarto.

Hay una tercera consideración que no es nada baladí. La estética. El Puente Rojo no es arqueología industrial como sí lo es todo el techado de la antigua estación de Benalúa (ahora Casa de Mediterráneo), diseñado por Gustav Eiffel, el mismo de la torre parisina que lleva su nombre. Arqueología industrial son los depósitos de La Británica donde todo el mundo se ha olvidado por completo de la idea de reutilizarlos para usos culturales. El anterior concejal de Urbanismo, Adrián Santos Pérez (Cs), esbozó ideas pero el PP no acaba de recoger aún el guante. Arqueología industrial son algunos almacenes del Puerto que ahora se verán afectados por el futuro Palacio de Congresos (proyecto que cuenta con cero euros en los Presupuestos de la Generalitat). O el conjunto de Las Cigarreras, en fase de rehabilitación con fondos europeos.

El Puente Rojo, 33 años, es un mamotreto reciente que se ejecutó fuera de contexto, emulando la 'arquitectura de hierro' de finales de XIX; con un punto soviético y grandilocuente desde mi humilde punto de vista. Un horror. Un homenaje a la espantitud. Rojo para dar más el cante; y aún se gastó Miguel Ángel Pavón un pastizal repintándolo; y ralentizando de paso la aprobación definitiva del OI/2 con alegaciones ante la Generalitat (ya en manos del primer Botànic). Un elemento disruptivo, para mal, en el paisaje urbano alicantino; el mismo horror del Gran Sol y otros cien ejemplos que se ejecutaron en el tardofranquismo y en La Transición. El portavoz de Compromís, Rafa Mas, también va a necesitar una graduación de la vista; o, mejor, un curset acelerado de Estética. En fin. Mejor (mucho) sin Puente Rojo. Que opinen los arquitectos e ingenieros sabios que hay en Alicante, por fa.

CODA 1: La periodista Cristina Martínez, nueva directora del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, ente que depende de la Diputación. Bien. Enhorabuena. Tiene la oportunidad de oro de aportar aire fresco y nuevos bríos, recogiendo toda la herencia (positiva e hiper-activa) de Pilar Tébar. Cristina conoce los ámbitos culturales de la provincia mejor que nadie. Y conoce a fondo a todos sus protagonistas, porque los ha entrevistado cien veces en Información. Y le gusta mucho lo moderno; requetebién. Hará bien el diputado de Cultura, Juan de Dios Navarro en fiarse plenamente de ella.

CODA 2: Subir impuestos no es solo de izquierdas. La prueba del algodón es Toni Pérez alcalde de Benidorm (y presidente de la Diputación) que ha aplicado un subidón (incluidas tasas) de aquí no te menees. Igual que el eterno alcalde de La Nucia Bernabé Cano (PP). Un día habrá que abordar sin prejuicios y con serenidad la idoneidad de la tasa turística para que los visitantes contribuyan un poquitín al mantenimiento de los servicios: agua (vital), alcantarillado, limpieza viaria, y mantenimiento de espacios naturales y patrimoniales. Sin acritud. A los municipios turísticos les falta riñón para sufragar todo/todísimo. Que yo sepa, el PP de Marga Prohems no ha suprimido la ecotasa en Baleares...

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