Bueno, lo dije el pasado jueves: Alicante está de enhorabuena. Alicante Plaza, el proyecto periodístico que nació ahora hace más de un año, de la mano de Ediciones Plaza, ha cumplido con creces su primer objetivo, el objetivo marcado: contar la realidad de la provincia de una manera diferente y dedicar tiempo y espacio al mundo de la empresa, y de toda las personas que cada día hacen el esfuerzo de levantar la persiana de su negocio, y a ser posible con éxito. Porque de lo otro, escribir de política, cultura, deportes y sociedad, eso, lo hacen muchos.
Si uno atiende a las cifras que el presidente de Ediciones Plaza, Enrique Lucas, dio el jueves por la noche, Alicante Plaza, con 160.000 usuarios únicos (lectores diferentes) al mes, camina en la buena dirección. Podemos decir que la gente ya nos conoce y nos ubica. Sería de bisoños pensar que todo está hecho: el objetivo es competir por la información y crecer en audiencia, y todo lo que se pueda, y más. Pero como coincidieron tanto el conseller Vicent Soler como el presidente de la Diputación, César Sánchez, el mérito de Alicante Plaza no está ya en el número de lectores que va consolidando, que también, sino en la calidad y la credibilidad de sus informaciones, que los redactores y los colaboradores de esta casa, con la colaboración de Valencia Plaza, han ido labrando durante más de 12 meses.
Posiblemente eso se sobreentiende, pero vistos los tiempos que corren, en los que hay centenares de portales y panegíricos que se dedican a rebotar notas de prensa o noticias con objetivos postverdadescos, creo que es importante separar la paja del grano. Alicante Plaza lo ha hecho, y lo seguirá haciendo.
Y quién más lo necesitaba era una sociedad polarizada como la de Alicante, que, tras el trauma de los casos de la corrupción, y la etapa de convulsión que vivimos en los últimos años, nos llevó al paradigma de los medios de los bandos o de determinados grupos de presión -los iniciados sabrán identificarlos-, y que han desembocado con los gobiernos del cambio, con mayor o menor éxito, según se mire -serán las urnas de 2019 quienes les validarán o no-. ¿Qué hemos vuelto al estigma? Podríamos decir que algunos no han cumplido las renovadas expectativas de esta nueva etapa. Pero ahora se trata de evaluar, de analizar y de fiscalizar y, como no podía ser de otra manera en el periodismo diario, intentar avanzarse a los movimientos (o decisiones) de empresas e instituciones, de acuerdo con los ritmos que marca la tecnología. Y, a ser posible, contarlo con los criterios de la casa, de esta casa: diferenciación, credibilidad y rigor. Las emociones hay que dejarlas para otros momentos de la vida. Si queremos avanzar como sociedad, no puede haber odios. Y en algunos puntos de Alicante, los hay, y están a flor de piel.
La anécdota elevada a noticia, muy propia de esta tierra, debe ser otro elemento para separar el grano de la paja. Y después ya vendrán los resultados, como en todas las aventuras. Pero lo que sí tenemos claro es que ni vamos a dedicar espacio a los golpes en el pecho por haber matado moscas a cañonazos ni a dedicar entregas bíblicas a decir que ganamos cuotas en determinados mercados, que, desgraciadamente para el sector-y así lo ha sufrido la propia profesión periodística- van cuesta abajo (y hay quien dice, sin frenos). Ni enfrentar territorios ni ajusticiar episodios del pasado es lo nuestro. Lo siento.
Pero vayamos a lo que dio de sí el acto del aniversario de Alicante Plaza, y a las intervenciones de sus protagonistas. El economista José Carlos Díaz lo dijo al principio. "Voy a decir la verdad, y a meter caña". Y vaya que lo hizo. Sólo había que ver las reacciones de la bancada de la derecha y la izquierda cada vez que Díaz azotaba hacia el castigo inversor de Mariano Rajoy en la Comunitat Valenciana o hacia los intentos de remunicipalizar servicios públicos de la izquierda. A Díaz, con todos los respetos -y espero que me los acepte- le sobró algunas loas a los ejecutivos de Rodríguez Zapatero (las épocas vividas no han tenido los mismos contextos). Pero el diagnóstico es para tener en cuenta: el turismo debe invertir más en el entorno (social y laboral); aprovechar la coyuntura para subir precios y hacer una apuesta por la calidad, y situar al aeropuerto de Alicante-Elche, junto las infraestructuras ferroviarias de mercancías y la conexión con Francia- como centro de la economía. Para la de ahora, y la del futuro inmediato, como la rabiosa digitalización empresarial -una tendencia ya en alza- que nos va a dar el plus de competitividad en la economía globalizada. Y en ello, las buenas conexiones son clave.
El presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, que fue quien sucedió a Díez en la alocución, pudo haber entrado al trapo en algunas cuestiones defendidas por el orador principal. Optó por la elegancia, defendió la colaboración público-privada, como hizo el economista, y el empuje del turismo, pero soltó su puyita hacia el flanco más cuestionado del Gobierno del Botánico, la educación. "Si la educación está 100 % en manos del Estado o de las Administraciones se corre el riesgo de caer en el pensamiento único y en una sociedad sin libertad". Mensaje hacia los suyos, y hacia los muchos empresarios y profesionales liberales que asistieron al acto.
Por último, el conseller Vicent Soler. El titular de Hacienda hizo una defensa de muchas de la decisiones adoptadas por el Gobierno del Botánico tras la herencia recibida y de un acuerdo común para lograr una financiación justa para la Comunitat Valenciana. Pero me quedo con una frase. "Algunos recursos públicos no los puede asignar el mercado", en referencia a la innovación y a la apuesta del Consell por la Agencia Valenciana, y por introducir elementos para introducir variables al modelo productivo.
Pues en esto, y vuelvo al inicio del artículo, la información tiene unos intangibles que nos los puede asignar el mercado a base de clicks o me gustas en las redes sociales. Si la administración tiene que hacer un esfuerzo para corregir el modelo económico y hacerlo más ágil y preparado a los nuevos desafíos, lo mismo debemos exigir a un medio de comunicación para invertir en él: autoexigencia en los contenidos; rigor y credibilidad en las informaciones, y máxima agilidad para que los lectores los que tengan a su disposición. Alicante Plaza está en eso. Y eso coincidieron César Sánchez, José Carlos Díez y Vicent Soler. Seguimos.