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reflexionando en frío / OPINIÓN

El político que no tenía horario laboral

1/10/2024 - 

En una conversación a tres, un buen amigo político estaba hablando con otro colega empresario y el diputado se puso a defender a ultranza al empresariado, satirizando los clichés demonizadores de la izquierda populista, de esa que vislumbra en todo patrón a un explotador sin escrúpulos. El dirigente en cuestión nunca ha sabido lo que es cobrar una nómina del sector privado, siempre ha encadenado diferentes responsabilidades públicas compaginando sus labores políticas con las propias de su carrera funcionarial. Ahora vemos a la clase política sentar cátedra a propósito del eterno debate de la reducción de la jornada laboral. Muchos hablan de estar haciendo realidad el Derecho a la pereza de Paul Lafargue, representando a todos los que abogan por un cambio en el esquema como unos vagos y maleantes de esos que quiso poner en vereda Azaña en la II República.

Cuando un político en España te intente dar lecciones de algo relacionado con la vida común: no le escuches. La mayoría es inquilina de una burbuja que se cobra en un profundo aislamiento de la realidad. Muchos han medrado procedentes de las juventudes de su formación, otros, los más aplicados, tampoco saben muy bien lo que es eso de trabajar por cuenta ajena en el sector privado porque son funcionarios de carrera; lícito, en mi etapa política y cuando mis vírgenes e imberbes ilusiones no percibían el entorno político como un territorio hostil, muchas personas de mi entorno me animaban a sacarme una plaza pública antes de dar el salto al ruedo. Hay evidentemente algunos que han pasado de la empresa privada a la política, pero en la mayoría de los casos esa experiencia no suele durar mucho y los aventureros que la emprenden regresan con el rabo entre las piernas de la decepción. En la que muchos casos hay una profunda desconexión de la clase dirigente con el resto de la ciudadanía; no por egoísmo o cainismo sino por desconocimiento. Ignoran, conocen de oídas lo que es estar en el alambre de una vida mortal que no cuenta con las seguridades del colchón institucional; gracias a Dios, España no es Estados Unidos y ni los funcionarios saben lo que es no cobrar un mes de sueldo. Esa casuística genera que ni intentando empatizar con el resto consigan comprender la mitad de los problemas vitales de las generaciones.

Un político podrá librar de la quema a todos los empresarios sin excepción cuando él no haya tenido alguna vez problemas para cobrar su sueldo. Qué nos va a contar un burócrata sobre la precariedad laboral si él siempre ha tenido a papá Estado meciéndole la cuna de lo político Lo mismo ocurre cuando tienen la cara dura de calificar de ociosos a aquellos que piden una reducción de jornada laboral; todos sabemos que las horas en la actividad política son de relativa discrecionalidad, que en ocasiones es una vida alegre pagada por todos los contribuyentes. Que sí, que habrá muchos que den el do de pecho, que se dejen el alma, pero hay otros muchos que se toman su existencia como una especie de jubilación anticipada y prorrateada en el tiempo. Hay un dirigente político valenciano que, en muchas ocasiones, al publicar su agenda, se puede ver cómo su jornada transcurre únicamente con dos actividades diarias; luego son estos los que tienen las narices de llamar vagos a los que lidian diariamente con un horario de ocho horas. 

Nuestra clase política no podrá solucionar los problemas hasta que los conozca de verdad, que no los vea de manera superficial, sino que los haya sufrido en sus propias carnes, y eso no es posible sin una trayectoria laboral previa que haya curtido la carne en el mundo real.

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