ALICANTE. Las autoridades municipales se encontraron con una celebración con la que no contaban pero que tenían que estar a la altura de las circunstancias. Para ello consultaron con las autoridades de Murcia y de Valencia para saber qué iban a hacer ellos, para al menos igualarlos y por supuesto no hacer menos. El acontecimiento merecía de imaginación y esfuerzo para conseguir un buen resultado.
Pero deje que le diga a qué me refiero. En la Casa Consistorial de Alicante recibieron la noticia de la abdicación del rey Felipe V, después de su largo reinado, a favor del Príncipe de Asturias, fruto de su unión matrimonial con María Luisa Gabriela de Saboya. Luís I llegaba al trono con 17 años. El primer rey borbón nacido en España, en Madrid. Extrañaba el nombramiento en Europa por su juventud ya que tenía que regir el mayor imperio del momento. Pero, aun así, la lealtad a la decisión del rey emérito no tenía fisuras. El nuevo rey fue recibido con júbilo por los españoles.
El Ayuntamiento recibió de Luís I una carta – el 9 de febrero de 1724 - en la que solicitaba que se comunicara al pueblo su proclamación como rey. Y así lo dispusieron las autoridades, con la determinación de celebrarlo por todo lo alto contando de antemano con un Te Deum en la colegiata. Así, el 10 de febrero el cabildo facultó al secretario-coadjutor Andújar para informarse en las ciudades cercanas de cómo iban a celebrarlo, como nos cuenta el académico de historia Luís Mas y Gil en su libro "La Casa Consistorial y las proclamaciones de los Reyes de Linaje Borbón en Alicante".
Para las celebraciones se decidió hacer un pendón de la ciudad para lucir durante la proclamación del nuevo rey, designando "que su color fuera blanco por ser el de la Casa reinante, y bordadas en oro y plata llevase en preferente lugar las armas de Castilla y a continuación las de Alicante", en palabras de Mas y Gil. Este Pendón debía de recibir los máximos honores y ser llevado por el Alférez Mayor de la ciudad. Para ello se designó al regidor decano Burgunyo, quien además fue quien proclamó en Alicante a Luis I como Rey de España.
La celebración se hizo el 22 de febrero. Lo primero fue bendecir el Pendón de la ciudad. Ocurrió a las 10 de la mañana. Se hizo con todos los honores. La vistosa comitiva salió de la Casa Consistorial. Primero iban los gremios, según su antigüedad, presididos por sus banderas y estandartes. Después timbales y clarineros lujosamente engalanados. A continuación, los maceros, seguidos de los secretarios Capitulares y los Regidores. Tras ellos iba el Real Pendón que llevaba el Alférez Mayor, acompañado a su derecha por el Corregidor y a ambos lados por dos de los Regidores más antiguos. De escolta iba una Compañía de Granaderos, y después el Cuerpo de Nobleza alicantina, los coroneles de los Regimientos de Zamora y de Milán y el de la Caballería de Belgida, que eran tres unidades instaladas en la ciudad. Una vez la comitiva llegó a San Nicolás, el Pendón fue escoltado por cuatro granaderos y por Manuel Lorero, Sargento Mayor de la Plaza.
El Deán de la Colegial, Manuel Martí, bendijo el Pendón con toda ceremonia y protocolo. Después Martí deseó a todos la paz con abrazo al alférez portador. Finalizada la bendición la comitiva volvió al Ayuntamiento que “estaba vestido y tapizados sus balcones con damascos y ricas telas”, quedando en el principal de ellos expuesto el Pendón hasta la proclamación del nuevo Rey que ocurrió a las cuatro de la tarde.
El Capellán del Cuerpo Municipal, Juan Bautista Colomina, lo descolgó con cordones desde el balcón a la calle, evitando que se inclinase "porque sólo ante el Santísimo Sacramento puede hacerlo". Después que el Corregidor le hiciera los honores pertinentes, se lo cedió al Regidor Burgunyo quien, montado a caballo, y tras él toda la comitiva, fueron a la plaza del Mar, donde fue expuesto. Posteriormente, el Escribano Mayor leyó la carta que mandó a Alicante el rey Luis I ante el júbilo del público y los allí presentes del protocolo. Terminado el acto, de nuevo la comitiva desfiló por calles y plazas de Alicante llevando el Pendón hasta volver a la Casa Consistorial. El cronista Viravens también recoge estos acontecimientos en su famosa crónica de 1876.
“Los alicantinos dieron rienda suelta a su entusiasmo, y de fijo que rivalizaron sin distinción de clases en manifestarlo, porque el monarca que ceñía la corona, por la simpatía con que fue acogido su advenimiento al trono, el pueblo lo sobre nombró el aplaudido”.