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el sur del sur / OPINIÓN

El hombre que no olía a los 'sanchistas'

28/05/2017 - 

Los zombies socialistas han resucitado. Y vaya de qué manera: le han levantado el partido a Ximo Puig. La ola se venía venir, los mítines de Pedro Sánchez eran un clamor, se vislumbraba a la legua; todos los veían menos el hombre que no olía a los sanchistas y le prometió la victoria al president.

Pues ese hombre al que le ha faltado el olfato no es otro que el secretario de Organización del PSPV, Alfred Boix, que en sus viajes de vuelta a su Gandia natal se le habrán aparecido todos los cadáveres que él mismo sepultó con engaños y mentiras para que el president, entonces secretario general del PSPV, tuviera el camino expédito para llegar al Palau de la Generaltitat.

Hasta el mismo viernes antes del cierre de la campaña, a Boix se le preguntó cómo estaba el termómetro: "Ganamos, está hecho". Y así se le transmitió al cuartel de Susana Díaz. "Tendremos más votos que avales", insistían desde Blanquerías. Pero debe ser que el poder institucional o el legislativo acomoda o genera presbicia política, pues el clamor en los críticos del PSPV era ferviente y se acrecentó en el momento en el que las plataformas en favor del nuevo secretario general crecían como champiñones.

Después vinieron los mítines, sobre todo, los de Elche, que dejaron negro sobre la blanco cuál era la palanca de impulso de cada uno. Pero una vez más, los árboles no dejaron ver el bosque y el bosque clamaba venganza porque para llegar al poder y estar dónde está al PSPV hubo víctimas, engañadas a traición. El caso más notorio, el de Alejandro Soler, que hoy encabezará la delegación del PSPV de Alicante. Tuvo que ir a votar en elección de secretario general del PSPV de Elche a su rival, Carlos González, con la promesa de que iría en las listas, primero en la autonómica, y después en la nacional. Y ni en una ni en la otra. Engañado dos veces por el hombre que no olía a los sanchistas.

Durante todo este proceso, el viejo lermismo ha recogido todo lo que ha sembrado: listas electorales cerradas, sin posibilidad de cambio; con Elche y Elda, los verdaderos feudos socialistas, apeados, y sin colocar a ningún conseller del PSPV de Alicante, ni mostrar ni un ápice de autocrítica en las dos derrotas electorales. Todo se achacó a Pedro Sánchez, a Sánchez se le apeó, pero el PSPV quedó en tercer lugar sin que nadie abriera ningún tipo de debate de por qué había pasado tal circunstancia.

Ahora, Puig se verá obligado, primero, a entregar la cabeza de Boix, si quiere llegar con vida al próximo congreso del PSPV; ceder las cúpulas provinciales a los críticos y reservar un 30% de la ejecutiva a los sanchistas, máxime si José Luis Ábalos toma las riendas de Organización del PSOE en el ámbito federal.

La calle es el reflejo de la sociedad. Y el PSPV desde que ganó las primarias que impulsaron a Puig la abandonó. Podemos y Compromís la controlan, sin que nadie haya hecho autocrítica. Y cuando un político no se anticipa a los hechos con decisiones, pues pasa lo que ha pasado: le dejan sin margen de maniobra y obligado a tomar medidas. La democracia interna que llevó a Puig en volandas, ahora, le ha destapado sus vergüenzas. Aquí no se trataba de una posible fractura del partido, sino de perder una posición de fuerza y privilegio. Y eso es lo que bases, en tiempos de híperinformación, no quieren: que se les diga a quién deben votar por el bien de no se sabe qué y por mantener un cargo público. Toda una lección. ¿Suficiente para resucitar al PSOE? Pues sólo el tiempo lo dirá. El aviso, lo tienen.

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