La ciudad estaba de fiesta, los alicantinos con ganas de juerga, los visitantes de fuera con el entusiasmo de pasarlo bien. En este entorno, las autoridades y los medios de comunicación dieron la noticia para sorpresa de todos. Tenían que atender esa invitación y presenciar semejante hazaña. Se corrió la voz y funcionó el efecto llamada, miles de personas se concentrarían para verlo todo, sin perder detalle. Era junio de 1949.
Pero permita que se lo cuente desde el principio. Se publicó la noticia en el diario Información de Alicante del 26 de junio de 1949. El hombre pájaro o el aeronauta o el hombre globo, como así le llamaban popularmente, iba a hacer una arriesgada exhibición al día siguiente desde la plaza del Gobierno Civil. Una plaza amplia desde donde elevarse al cielo y volar...
El protagonista fue el paracaidista Amador Fernández Picazo. Iba a volar con su globo "Victoria". Los preparativos fueron muchos. Se aplicaron todas las medidas de seguridad o al menos todas las que eran posibles en aquella época. Y empezó la función, como si se tratara de un espectáculo.
Tanta expectación no era para menos. No cabía un alfiler en la plaza del Gobierno Civil (sería la plaza del Caudillo a partir del 19 de julio de ese año, hoy es la plaza de la Montañeta desde 1978). El periódico Información menciona que fueron más de diez mil personas quienes se congregaron en esa plaza y calles cercanas para admirar a Amador Fernández, además de la asistencia de diversas autoridades locales, siendo Francisco Alberola Such, alcalde de Alicante.
El Información decía en su edición del 28 de junio que "ayer tarde efectuó su anunciada exhibición aeronáutica el popular Amador Fernández (…) en un globo de notables proporciones. A las ocho y cuarenta minutos, y tras casi una hora de preparación, inició el aventurado vuelo luciendo un traje de marinero, suspendido de un frágil trapecio". Estuvo flotando en el aire durante unos minutos y después inició su marcha a unos cien metros de altura en dirección al barrio de Benalúa. Desde ahí arriba tenía la ciudad y el mar a vista de pájaro, guardando el equilibrio para no caerse.
El Ayuntamiento concedió un premio a la primera persona que "al tocar tierra, auxilie al valiente aeronauta. El premio consistió en una entrada de sombra para la corrida de San Pedro, merienda y 50 pesetas". En esa corrida, permita que se lo cuente, aunque no viene al caso, se torearon 7 toros de la ganadería de José Benítez Cubero, uno por el rejoneador Álvaro Domeco, y los otros 6 los lidiaron - dos cada uno - los toreros Pepín Martín Vázquez, Jaime Marco "el choni" y Raúl Ochoa "Rovira".
Todo lo que sube ha de bajar, ya sabe. Y lo hizo. Amador aterrizó con su globo "con toda seguridad y felicidad" en el barrio de la Florida. Fue "una brillante ascensión del Hombre-Globo y un franco éxito más que añadir a su ya dilatada carrera. El público, naturalmente, quedó complacidísimo", según la noticia difundida en el periódico Información al día siguiente.
Fue esta una de sus exhibiciones. Amador Fernández las hizo también por las ciudades más importantes de España, además de Alicante. Conocedores de sus peripecias, miembros de la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento de Alicante se pusieron en contacto con él en su domicilio en Barcelona en mayo de 1949 para contratarlo y realizar su exhibición en las fiestas mayores de Alicante: las Hogueras de San Juan. Llegaron a un acuerdo. Sus honorarios fueron de 8.000 pesetas. Además, se pactaron otras condiciones como la de que Amador Fernández "quedara exento de culpa de cualquier accidente a terceros causados por la imprudencia del público". Temía que este se saltara el perímetro de seguridad y hubiera una desgracia. Precavido, preveía un posible altercado – que no ocurrió - por la inquietud del público al ver aparecer su globo de la nada, inflarse poco a poco y tomar altura. También pactaron que el Ayuntamiento le aportara lo que necesitara para hacer su exhibición. Amador solicitó dos postes de 14 metros de longitud cada uno, la construcción de un hornillo con tabique de piedra, 150 kilogramos de leña y 5 litros de alcohol para calentar el globo. También necesitaba 30 hombres para sujetar la tela mientras esta se hinchaba.
Ya sabemos el resultado de esta hazaña, cumpliendo una vez más una de las proezas más deseadas por el hombre: volar.
No fue el primero que quiso experimentar el vuelo en un globo. El primer navegador aerostático, como se empezaba a llamar a los globos, fue el de los hermanos Montgolfier. Tras varios experimentos demostraron que el aire caliente es menos pesado que el atmosférico. El 4 de junio de 1783 encendieron una hoguera en la plaza Mayor de Annonay debajo de un gran globo de tela y papel. Ocho hombres lo sujetaban mientras se hinchaba. Cuando lo soltaron, ascendió con rapidez hasta perderlo de vista. El aerostato, sin tripulación, recorrió varios kilómetros y descendió cuando se enfrió el aire en su interior. Después de varias pruebas de diversos científicos, el 1 de diciembre del mismo año despegó de París el globo de Jacques Charles y Nicolás-Louis Robert. Está considerado como el primer globo tripulado al ser más controlable que el anterior de Pilátre de Rozier y el marqués de Arlandes. Recorrieron 43 kilómetros y aterrizaron al norte de París en Nesles-la-Vallée.
No pretendo aquí enumerar la larga evolución y descubrimientos técnicos que se hicieron con los globos aerostáticos, ni los diferentes usos civiles y militares que le dieron, pero permita que cite dos datos que seguro son de su interés. Son estos. El primer vuelo en globo por un español, Agustín de Betancour, fue el 5 de junio de 1784 desde los jardines del Palacio Real de Aranjuez durante el reinado de Carlos III. Su hazaña fue retratada por el pintor Antonio Carnicero, que le puso el título "Ascensión de un globo Montgolfier en Aranjuez". Forma parte de los fondos del Museo del Prado de Madrid. A su vez, fue una Reina española la primera mujer en volar en globo, nada menos que la Reina Regente el 27 de junio de 1889, quién subió al globo "María Cristina", nombre que le habían puesto en su honor. Le acompañó el coronel Licer de la Torre Aylón. Ascendieron a 300 metros. La Infanta Isabel, hermana del fallecido rey Alfonso XII, no quiso ser menos y subió unos días después en ese globo hasta los 500 metros. La cesta del globo donde se subieron la Reina y la Infanta se pudo ver durante años en el Museo del Aire. Actualmente se expone en el Museo del Ejército en Toledo.
Del interés militar de los globos a principios del siglo XIX al comercial en la actualidad. Más seguros y grandes que los de entonces, hoy hay preciosos globos que recorren la geografía española para divisar la tierra y el mar desde las alturas. Algunas empresas alicantinas recorren con sus globos buena parte de las tierras de la Vega Baja del Segura. Los alquilan a todo aquél que quiera aventurarse en ese viaje que, seguro, será inolvidable. Buena travesía y agárrese bien, por si acaso.