ALICANTE. Fue un aventurero. Su primera residencia en Alicante fue una caravana situada cerca de la playa de la Albufereta. Y no por no tener dinero, que lo tenía y mucho, sino por marcar la diferencia, porque le apetecía. Vino a España con un pasaporte francés (1959), siendo Lausanne el origen de su viaje y Alicante el de su destino. Sus maletas estaban llena de muchas cosas, además de ambición, proyectos y algo que le iba a abrir muchas puertas: un millón de dólares. Esta fue su presentación en la sociedad alicantina. Una entrada triunfal, de cine, como las estrellas por la alfombra roja, ante el asombro y la admiración de la mayoría.
Triunfó, aunque a su alrededor siempre había un halo de misterio. Mientras para muchos esto era una exageración, otros pensaban que se quedaban cortos en sus preocupaciones. Se vería después que había motivos para esos temores. Muchos le adularon como pionero, atrevido e innovador. Otros afirmaron que se aprovechó de las circunstancias en beneficio propio, que manejó como nadie el tráfico de influencias y que destruyó un entorno natural con la especulación del ladrillo en una época emergente del turismo de masas en Alicante y en toda España.
Se preguntará ¿quién es este personaje que tuvo, y sigue teniendo, tantos detractores como muchos otros admiradores?. Me refiero a Carlos Pradel. Con ese millón de dólares quiso emprender, pero no para ser uno más, sino para ser el primero. Quiso ser audaz y lo consiguió. Se convirtió en un promotor inmobiliario. Constituyó diversas empresas como Financiera Levantina, Rocafel, Rocamar, … Promovió la construcción de cientos de apartamentos, sobre todo en la Albufereta, en las urbanizaciones de Finca Adoc, Rocafel, Vistamar, … De la nada convirtió esa zona en un pequeño Manhattan, como le gustaba llamarlo. Muchos de sus edificios fueron proyectados por el arquitecto Juan Guardiola Gaya. A su vez, Pradel recibió en 1973 la concesión de construir un puerto deportivo en la playa de la Almadraba que luego no llegó a realizar por problemas judiciales. Muy cerca había construido su chalet Villa Floresta, en primera línea de costa.
Fue filántropo, participando en la creación de asociaciones como el Club de los Leones (1968), la Sociedad de Conciertos de Alicante (1972), así como realizando el pago de las matrículas escolares de sus trabajadores y la creación de 200 becas para que hijos de funcionarios públicos estudiaran en el Liceo Francés de Alicante. Recibió el reconocimiento de las autoridades locales y nacionales, consiguiendo que el 13 de diciembre de 1965 el Ministro Manuel Fraga Iribarne le condecorara con la Medalla al Mérito Turístico. En agosto de 1975 recibió una gran alegría: le habían concedido la nacionalidad española.
El cambio de régimen en España con el paso de la dictadura a la democracia coincidió con que a Carlos Pradel se le fuera complicando la vida empresarial. Surgieron rumores de sus problemas económicos, de no encontrar las facilidades para sus negocios como había tenido en años anteriores. Pero saltaron todas las alarmas sobre él cuando se denunció su desaparición y cuando el periodista José María Perea - según cuenta Gerardo Muñoz en una de sus crónicas - recibió un anónimo en 1978 en el que se mencionaba todo esto. Podría parecer el guión de una película policial, incluso una de espías, pero era real. Perea investigó esta desaparición y contactó con sus familiares en Lausanne. Entonces se supo que estaba buscado por la Interpol por diversos delitos monetarios hechos en los años 50 y 60 en Venezuela, Suiza, Italia y Francia. Y se conoció su verdadera identidad. Nació en 1912 en Burtigny, en el cantón suizo de Vaud, de padre suizo y madre francesa, por lo que tuvo doble nacionalidad. Era Ingeniero Civil. Vivió en Canadá, Venezuela, Paraguay, Cuba, Italia, Suiza y Francia. Estaba casado y tuvo cinco hijos.
En Alicante su desaparición provocó el caos en el mundo financiero. Surgieron muchas incertidumbres. La Caja Rural Provincial demandó por quiebra a la empresa Rocafel, de la que Carlos Pradel era su máximo accionista, A su vez, se rumoreó que había evadido 300 millones de pesetas. Fue el principio de largos procesos judiciales con denuncias de todo tipo. Por una de ellas perdió su chalet.
Apareció de nuevo en Alicante en 1980. Al parecer su marcha se debió a que le habían detectado un cáncer, que se dispuso a tratarlo y, para ello, quiso reunirse con su familia en Lausanne para pasarlo de la mejor manera posible entre los suyos. Para otros fue una buena excusa para desaparecer en un momento financiero delicado para algunas de sus empresas. De vuelta en Alicante se instaló en el edificio Rocafel para vivir donde antes estuvieron sus oficinas.
En la Audiencia Provincial entregó una importante suma de dinero para intentar paliar algunas de las denuncias contra él. Llegó a pasar por la cárcel durante unos meses. Fue acusado presuntamente de delitos de estafa, falsedad en letra de cambio, corrupción… En unas declaraciones al periódico Información (12 julio 1992) Carlos Pradel afirmó: “he tenido problemas judiciales fuertes en los diez últimos años de mi actividad, pero nunca he perdido la confianza en la justicia: De once procesos, nueve los he ganado, y dos están pendientes; los ganaré también”.
Se iba apagando su estrella, ya no era el mismo, ni lo eran los que estaban a su alrededor. De esta época es su afirmación que el único Alcalde de Alicante con agallas y capacidad de liderazgo fue Agatángelo Soler. Fue la época dorada de su relación profesional. Pradel lo conseguía todo, Soler aceptaba lo que le proponía en aras a fomentar el turismo y generar puestos de trabajo, porque el movimiento de la economía – decía - era bueno para Alicante.
De todo esto quedan esos edificios de la Albufereta, la mayoría de ellos en terreno ganado al mar, que más identifican su obra. ¿Fue un alarde urbanístico?, ¿un atrevimiento constructivo? ó por el contrario ¿fue la destrucción costera de esa parte del litoral?. Hay opiniones para todos los gustos. Hoy ahí está el legado de Carlos Pradel con todos los problemas legales que se encontraron sus propietarios cuando en septiembre de 1982 los de Rocafel recibieron una notificación de la situación ilegal de sus viviendas por lo que no podían inscribirlas a su nombre. A su vez, Finca Adoc quedó fuera del Plan General de Ordenación Urbana de Alicante de 1986 y con permiso provisional de Costas. Este asunto quedó zanjado en 2013 porque el Servicio General de Costas hizo un deslinde por medio del cual esta urbanización quedaba fuera de la zona de dominio público marítimo-terrestre.
Desde el mar, desde tierra, los edificios del Manhattan de Pradel nos miran imperturbables desde la fachada marítima donde sus propietarios disfrutan de la brisa marina desde sus balcones en primera línea de costa, mientras el inexorable paso del tiempo deja huella en sus viviendas, recordando sus glorias y sus desgracias al pasar de un pasado glorioso e innovador a un presente y un futuro cuestionado por muchos por su fuerte impacto medioambiental y urbanístico en la ciudad.