desde el palmeral / OPINIÓN

El decreto del chantaje

El artículo 27 de nuestra Constitución consagra, de forma meridiana, que tanto el modelo educativo como la lengua o ideario en la educación de los alumnos depende, de forma clara, de los padres, de su decisión y su voluntad

12/03/2017 - 

El artículo 27 de nuestra Constitución consagra, de forma meridiana, que tanto el modelo educativo como la lengua o ideario en la educación de los alumnos depende, de forma clara, de los padres, de su decisión y su voluntad.

El Consell prepara un decreto demoledor que determinará que los propios centros sean los que decidan la lengua vehicular en la que se ensañará a los alumnos. Y esa elección dependerá de unas condiciones que se asemejan, de forma muy evidente, al chantaje: si se opta por el modelo de inmersión lingüística en Valenciano (el “sugerido” por el Consell) los alumnos, terminada la educación obligatoria, obtendrán, automáticamente, la certificación en Inglés. Es innegable que el “Pacte del Botànic” está resultando productivo, fundamentalmente, en un ámbito concreto: la persecución de la libertad en el sistema educativo de nuestra Comunitat. Marzá, dentro de dos años, pasará a la historia de esta autonomía como un conseller empeñado en la persecución de la educación concertada, en la imposición de una de las dos lenguas sobre la otra; empeñado en el desprestigio de todo aquél modelo educativo que no dependa del sector público.

Este decreto es el mejor ejemplo de lo que un gobierno no debe hacer; de lo que un gobernante nunca debe pretender; de lo que no debe ser la política. Después de los años de esta legislatura, los valencianos habremos aprendido qué no deben hacer nuestros políticos y cómo algunos de los que representan la “nueva política” (qué cosas) son capaces de generar y producir problemas donde jamás los hubo. Quizá el Tripartito, ese que venía a “salvar a las personas” ha aprendido que la única forma de ocultar su negligencia constante, su nula gestión, es generar enfrentamientos, demonizar instituciones, abrir debates que jamás existieron. Es la única explicación que miles de valencianos encuentran ante esta nueva batalla abierta por un Tripartito que vive en la ausencia de gestión y que está sumiendo a nuestra Comunidad en una parálisis casi asfixiante. Quieren, queremos, necesitamos políticos que resuelvan problemas y que nos hagan la vida mejor, más fácil.  Ni queremos ni necesitamos políticos empeñados en enfrentarnos y en legislar para la división.

Este Tripartito se ha empleado bien a fondo en dividir. De eso nadie tiene duda alguna. Fue muy llamativo que, nada más echar a andar la nueva legislatura, no exhibieran reparo alguno en derogar la Ley de símbolos de nuestra Comunitat. Esa derogación dejó bien claro que habían venido a practicar la revancha (revancha porque los que vivimos en esta tierra no les hemos votado). 

La propia Señora Oltra, en sus declaraciones tras las elecciones nacionales del pasado junio, se expresó con rotundidad: no entendía que los valencianos, una vez más, votáramos masivamente al Partido Popular. Les cuesta entenderlo, les cuesta asumir que hemos llegado a ser lo que somos porque hemos decidido huir de los conflictos; porque no tenemos ninguna duda sobre quiénes somos; porque nos sabemos muy valencianos y muy españoles… y, desde esa visión, afirmamos que esta Comunitat sirve y quiere seguir sirviendo a nuestra España sin ningún complejo. El “Pacte del Botànic”, esa anomalía de perdedores, se ha convertido (aunque nunca ha dejado de serlo) en una losa cuyo legado nos costará años en reparar. Bien es cierto que nosotros, los que integramos el Partido Popular, somos responsables, en gran medida de esta lápida “nacida entre magnolios una tibia mañana de junio”. Los somos, lo fuimos, porque perdimos el gobierno de la Generalitat (y digo perdimos porque los actuales no ganaron nada) porque la corrupción ejercida por algunos de los que usaron las siglas, nuestras siglas, de las que tan orgullosos nos sentimos, nos hizo perder la confianza  de decenas de miles. Lo dice, de forma muy sencilla, nuestra presidenta regional, Isabel Bonig: -de tanto gestionar nos olvidamos de hacer política-.

El Decreto de imposición y chantaje lingüístico es una muestra más de por qué debemos devolver la ilusión a los habitantes de la Comunitat. Este decreto nos debe mover (a mi, en particular, me mueve) a todos aquellos que formamos este gran partido a seguir trabajando, con tesón, con fuerzas renovadas, para devolver la esperanza a los valencianos: no nos merecemos a estos gobernantes.

El futuro depende de todos nosotros. El presente, la lucha democrática contra la imposición, el chantaje y el conflicto continuado del Tripartito, también. No nos van a derrotar; no van a conseguir que esta región, que esta tierra que tanto sabe de libertad, de respeto, de esperanza y de trabajo, se pliegue a su visión desfasada y sectaria de la vida y la política. La lengua jamás debe ser un arma para la división. La lengua, nuestras dos lenguas, como siempre ha ocurrido, pronto deben volver a ser elementos de unión, signos de riqueza: el gran patrimonio común que jamás ha dividido a los valencianos.

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