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publicada la biografía gráfica del autor de 'rayuela'

El Cortázar de Marchamalo, Torices y Nórdica

12/06/2017 - 

ALICANTE. Con el espíritu utilitarista que la Educación contemporánea adopta, tan práctico para los tiempos del capitalismo avanzado, esos del consumo colaborativo, la economía del bien común y el "hágalo usted mismo", cada vez nos sorprende menos la categorización con que se tratan los cimientos de la cultura clásica. Al alumnado de Primero de ESO se le enseña que las leyendas y los mitos son dos categorías bien diferenciadas, casi antagónicas, no sea que las confundan y sean incapaces de marcar la casilla correspondiente en el test del examen. Evidente es que una leyenda es una leyenda y un mito, un mito, pero reducir su descripción a tres indicadores no coincidentes, con el fin de estructurar de manera correcta el cerebro de la futura unidad de producción, es ciertamente perverso.

Si esa categoría impoluta y dura como un trozo de mármol, adoptara la verdadera fisonomía líquida, rizomática, de este capitalismo moribundo que nos lleva al abismo, serviría de algo para seducir a las mentes despiertas e hiperestimuladas de los chavales y las chavalas de 12 años. Y entonces tal vez la literatura entraría en sus vidas. En algunos, incluso, de la manera en que lo hizo en la vida de Cortázar, tal y como percibió su amigo de juventud, juventud de Mario, Vargas Llosa: "En Julio la literatura parecía disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar toda la vida". Así los docentes no tendrían que tirar año tras año de esas selecciones de lecturas cutres y deprimentes, imaginariamente amarillentas para sus alumnas más exigentes (y aquí utilizo "alumnas" de manera inclusiva y exclusiva, dado que la lectura es cada vez más una cuestión de género).

¿Cómo es posible que las lectoras (inclusiva) en ciernes no conozcan la obra de un autor cuyo último libro de relatos, publicado póstumante, La otra orilla (1994), comienza con el siguiente párrafo?: "Posiblemente todos los fantasmas sabían que Duggu Van era un vampiro. No le tenían miedo pero le dejaban paso cuando él salía de su tumba a la hora precisa de medianoche y entraba al antiguo castillo en procura de su alimento favorito".

La fascinación por Cortázar hace expresar comentarios a veces insensatos, como que es un autor para una época de la vida, para la adolescencia y ese despertar de la líbido que llaman amor, pero que luego languidece en la memoria de los ratos agradables ante las páginas de Casa tomada o de Rayuela, pero ahora mismo "se caerían de las manos". Cortázar sería la leyenda que se convierte en mito, el cíclopeo creador que muta desde el barbilampiño largirucho que todavía recuerda al niño Cocó al gigante barbudo que se quita centímetros en una ahumada entrevista televisiva en blanco y negro, ante un Joaquín Soler Serrano que hacer referencia a su estatura de "uno noventa y cinco, ¿no?", a la que rebate "noventa y tres, son noventa y tres,…".

Jesús Marchamalo (Madrid, 1960), en su decidida trayectoria camino de aceptar el testigo de Alberto Manguel, como heterodoxo investigador del mundo de los libros, junto al jovencísimo Marc Torices (Barcelona, 1989), coeditor en la pequeña editorial Zángano Comix, y cofundador del festival de autoedición Gutter Fest, han captado esta esencia cortazariana en uno de esos artefactos de la modernidad literaria llamado novela gráfica. Después de la biografía publicada por Miguel Dalmau en Edhasa, el año 2015, este es ya el último intendo de condensación elegíaca de la vida del "ser humano distinto" que dijera su buena amiga Nicole Muchnik.

35 páginas de guión literario escritas por Marchamalo, que Torices traslada a las 231 del álbum publicado por Nórdica, con un soberbio despliegue de recursos estilísticos y técnicas gráficas, desde la figuración a la abstracción, desde el realismo extremo de las postales turísticas al surrealismo geométrico de la arquitectura buñueliana de algunas viñetas, que evocan los decorados del Vértigo de Alfred Hitchcock. La utilización de elementos ancla, como el convoy ferroviario como metáfora del viaje o ese dragón mítico de la infancia sublimada, fruto de una onírica visita temprana al Park Güell de Barcelona, y el color en las primeras páginas, la cubierta o las guardas, con una técnica que recuerda un Lorenzo Matotti contenido, y que contrastan con la utilización de recursos documentales, reproducciones de cubiertas de libros, viñetas vacías con líneas claras y precisas, o páginas de viñetas ausentes. Y la bruma, la bruma que respira la locomotora, la bruma que respira la pipa semicurvada del Julio Cortázar barbudo y con trinchera, pero que ya aparece en retratos de juventud, la bruma de los gauloises.

Jesús Marchamalo, periodista y escritor que ha desarrollado gran parte de su carrera en Radio Nacional y Televisión Española, que escribe sobre libros, de libros y para libros y lectores, que habla de bibliotecas (Las bibliotecas perdidas [2008] o Donde se guardan los libros. Bibliotecas de escritores [2011] ) y de lectores (Tocar los libros [2010]) marca la línea argumental para Torices, con un recorrido por los hitos vitales del autor argentino, que construye desde la leyenda de la admiración de Borges, al mito de su recorrido ciclópeo por las residencias de sus amigos europeos, tras la muerte de su compañera Carol Dunlop y la decisión de obviar el suicidio, aunque la muerte se encontraba ya a la vuelta de esa esquina de la rue Martel, en la compañía incondicional de su amiga de vida, Aurora Bernárdez.

La editorial Nórdica propuso y ejecutó su cuidada publicación. Jesús Marchamalo y Marc Torices aceptaron la propuesta y llevaron a término esta propuesta de biografía gráfica. Ahora sólo resta depositar un ejemplar de esta edición ya imprescindible para todo lector, en una de las tumbas más visitadas del cementerio de Montparnasse (París), junto a las flores, pulseras, monedas, billetes de metro, cigarrillos, velas, pajaritas, fotos y nostalgias de cronopios y famas que acompañan el mausoleo del gigante bonaerense, nacido en Bruselas, en el verano de 1914, "mientras lejanos, en las afueras, los obuses del ejército del Káiser, disparaban sus granadas sobre la ciudad".

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