ELCHE (EFE). El lienzo que simula el cielo en la cúpula de la Basílica de Santa María de Elche se ha izado con vistas a las representaciones de agosto del Misteri d'Elx, drama sacrolírico de origen medieval y declarado Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, que escenifica la muerte, asunción y coronación de la Virgen María.
Un grupo de operarios ha izado el cielo en lo alto del templo, situado a 27 metros de altura, y próximamente comenzará la instalación de las tribunas, el cadafal y el andador, el escenario donde tienen lugar las representaciones del drama asuncionista.
Los encargados de su montaje provienen de una tradición que pasa de generación en generación desde hace 250 años, cuando se diseñaron la tramoya, las estructuras y los aparatos aéreos.
“La tranquilidad y garantía de que todo sale bien", ha resaltado el alcalde de la localidad, Pablo Ruz, en referencia a la labor de esos operarios.
"Tenemos una gente arriba en la tramoya aérea que son profesionales y que a partir de este martes montarán la tramoya baja para que esté todo perfecto y empiecen los ensayos”, ha explicado Ruz en declaraciones a los periodistas.
El próximo 10 de agosto tendrá lugar la celebración del Ángel, en la que se ponen a prueba los aparatos aéreos, y los ensayos generales serán del 11 al 13 de agosto, mientras que las puertas de la basílica se abrirán al público en general el 14 y 15 del mismo mes.
“Estamos ya finalizando el periodo de preparación y es muy bonito estar en la Basílica de Santa María. Es el primer acto que llena de emoción”, ha manifestado, por su parte, el presidente del Patronato del Misteri d'Elx, Francisco Borja.
El Misteri d'Elx, considerado un tesoro cultural del pueblo ilicitano y una de las joyas más preciadas del patrimonio valenciano, se representa cada año, en el mes de agosto, en la Basílica de Santa María para celebrar la festividad de la Virgen de la Asunción (patrona de Elche) y es el único de sus características que ha mantenido sus orígenes en Europa.
Según los investigadores, su representación se inició en el siglo XV, pero, a mitad del XVI, el Concilio de Trento lo prohibió.
Por ello fue necesaria la implicación de ilicitanos y entidades religiosas locales a la hora de demostrar su devoción y culto a la Virgen para que el Papa Urbano VIII otorgara en 1632 un permiso o bula especial para que volviera a representarse.
Parte de esta devoción se debió a la tradición de culto desarrollada en España durante el siglo XV hacia los Evangélicos Apócrifos, textos que adentraban a los creyentes hacia la figura de la Virgen, especialmente en lo referente a su muerte, asunción y coronación como madre de Jesucristo.