LA YOYOBA / OPINIÓN

El blues de las falsas gordas

6/01/2017 - 

Ya están aquí las rebajas de enero y no sé en qué caja meterme. Una de las mayores torturas a las que nos enfrentamos las personas cuyo perfil antropomórfico no se ajusta a los estándares de la moda prêt à porter es la temporada de rebajas.  Todo a mitad precio, y nosotras sin un triste trapo “bueno, bonito y barato” que disputarle a las hordas de buscadores de gangas que tratan de olvidar en los mostradores los sinsabores de la cuota del gimnasio. Es el carbón que nos traen los reyes a todas las que superamos métricamente la talla 44 aunque psicológicamente nos percibamos como militantes de la 40. Debemos padecer una anorexia inversa, o como dice mi amigo Diego Escolano, a quien le copio la idea, ser un prototipo de “falsa gorda”.

Para entendernos, los “falsos gordos” o los “falsos feos” son una especie híbrida que se caracteriza porque su aspecto real no se corresponde con la percepción que tienen de sí mismos ni con la que proyectan al exterior. Les pongo algunos ejemplos. Beyoncé sería una falsa gorda y Clint Eastwood o Bette Davis, falsos feos. También hay muchas otras categorías de falsos en el mercado: los falsos ricos, los falsos demócratas, los falsos machos...pero hoy solo les voy a hablar de las falsas gordas.

Pues bien, ya me gustaría a mi ver a la “reina del pop” entrar por las puertas de Zara o Stradivarius y enfrentarse a la pléyade de dependientas, todas cortadas por el mismo patrón, que te miran como si hubiera entrado un elefante en una cacharrería: “No tenemos tallas para usted”- te espetan sin saber si estás buscando tallas para ti. Yo suelo ir de compras como terapia de choque. Algunos se machacan con el cilicio o con el spinning y otras miramos las tallas de las etiquetas como quien contempla la vitrina pecaminosa de una pastelería de postín. No hay ropa para falsas gordas, ni en rebajas ni en cualquiera otra época del año. Estamos condenadas a vestir como nuestras madres o, peor aún, como nuestras abuelas, independientemente de la edad y del estilo de vida que tengamos. Hasta no hace mucho podíamos encontrar un subterfugio en la sección de premamá (se lo escuché decir a Cristina Almeida) pero desde que las embarazadas lucen barriga en vez de esconderla, se nos acabó el filón.

Esa es una muy mala política comercial.  La inmensa mayoría de tiendas ofrecen productos similares para el mismo estándar femenino: eternas militantes de la adolescencia, sin michelines,o sin complejos para enseñarlos. Y si no das el tipo, pues que te den. Por eso, cuando encuentras alguna donde las maniquíes dan la talla “only XXL” y la dependienta comparte contigo estilo y perímetro, el corazón se te acelera en busca del probador y la tarjeta de crédito se echa a temblar. Te pegas el atracón, por si acaso. El otro frente abierto para las falsas gordas son las zapaterías. Imposible encontrar, a precios asequibles, unos zapatos que no recuerden los modelos ortopédicos. Para comprar los que me gustan tengo que apuntarme antes a un cursillo intensivo de equilibrista. El otro día me subí a un par de tacones, para descargar adrenalina más que nada, y me quedé clavada en la moqueta.

Pero bueno, todo tiene su parte positiva: nunca seré una compradora compulsiva. No puedo, no me dejan.  @layoyoba

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