Si después del verano sonaba con ahínco la posibilidad de un adelanto electoral en la Comunitat Valenciana, podríamos decir que esa opción no está encima de la mesa en estos momentos. Posiblemente, las encuestas que maneja el Palau no hayan cambiado mucho. Otras en cambio si ofrecían un empate técnico, muy condicionado, pero con posibilidades de que hubiera cambio, siempre y cuando entraran en juego otros factores.
No habrá adelantado electoral, por el momento (aunque las previsiones en la nueva política no suelen durar más de tres meses), porque el propio Puig y el PSPV tienen muchas cuestiones todavía que resolver y afrontar. La más inmediata, el nuevo sistema de financiación autonómica, del que ya conocemos el famoso esqueleto. Es una propuesta, que deben ser consensuada y avalada por la mayoría de las autonomías. De momento, la música suena bien. Pero si hay una cosa que no se puede permitir el PSPV (ni Pedro Sánchez) es ir a una consulta electoral sin avances en ese debate cuando el PP le ha tomado la medida y Compromís sufre fugas -más simbólicas que efectivas- en esta cuestión. Otra cosa, digo, es que sea posible el acuerdo.
Después está la cuestión de los fondos europeos. El empresariado está ansioso por saber cuándo y en qué formato llegará el maná de Bruselas para el deseado cambio de modelo productivo. En algunos sectores, la propia Generalitat ya ha transmitido que esos proyectos saldrán a licitación en concurrencia competitivas durante 20221, pero los empresarios consideran que debería haber mayor agilidad en los procesos, pero los fondos europeos tienen un problema: la nueva Ley de Contratos, que ejerce de camisa de fuerza para algunos procesos y que abre la puerta a la litigiosidad administrativa y, la más que probable, paralización de algunos de ellos.
Después, está el cisma del PSPV provincial de Alicante. Ximo Puig y los suyos consideraban el domingo 14 noviembre la posibilidad de ir primarias para elegir al nuevo secretaria general estaba enterrada. El círculo de confianza del Palau esperaba que con la integración de Alejandro Soler, Rubén Alfaro y Vicent Arques cualquier conato de rebelión no tendría éxito y llevaría a la negociación, al candidato único, y por tanto, a la no celebración de las primarias. Pero la foto del pasado sábado en Elche con Rubén Alfaro no ha gustado nada. Ahora ya no hay plan b o posibilidad de acuerdo. Las primarias se celebrarán y cómo salga el partido en la provincia de Alicante después del congreso de febrero es una incógnita. Es una moneda al aire que nadie sabe de qué lado caerá.
Y esas las tres incógnitas a las que se enfrenta el Palau -financiación autonómica, fondos europeos y congreso provincial del PSPV- marcarán el futuro, sin olvidar, la sexta ola de la Covid y su impacto en la economía. Todo ello hace indicar que de plantearse la convocatoria electoral, sería en la última parte del año, y en un escenario en el que la suma de los bloques dé holgura para ello. De lo contrario, los comicios irían a marzo o mayo, bien esperando el rebufo de Pedro Sánchez -si da para ello- bien la lógica de que la gestión municipal y autonómica se ayuden mutuamente. No hay que hacer planes porque pueden desbaratarse al momento, pero Puig necesita que las tres incógnitas salgan medio bien para ir a una consulta con ciertas garantías, también la de sus socios, necesarios para la suma final. De nada sirve que el PSPV crezca, si Unidas Podemos no llega.
Lo que sí parece descartado es que el adelanto electoral coincida con Andalucía, como se barruntó. En Andalucía, hay relato para poner las urnas. El presupuesto ha saltado por los aires. El PP ve a Cs amortizado y busca arañar en Vox para tener menos dependencia en un futuro. Y mientras, la izquierda sigue dividida, y allí no hay efecto Yolanda Díaz. Quizás esa reflexión, la que Ciudadanos no aparece en las encuestas andaluzas, es el hecho que ha hecho virar este sábado el mensaje de Inés Arrimadas, que en Alicante negó la coalición con el PP -como le propuso Mazón- y en Sevilla si lo ve para no sumar otro desastre ante de la reválida de mayo de 2023, la del resto de autonómicas y las municipales. Pues ahí sí que la lideresa ya no tendrá el argumento de que PP y Cs son dos partidos diferentes. Ahí se jugará la supervivencia. Pactar en Andalucía quizás suponga salvar una vida. Pero más allá de cuál pueda ser el futuro de Cs, la preguntaría que debería hacer es porqué no se cuestiona el presente. Si son dos partidos diferentes, ¿por qué no lo demuestra cada día?
Más allá del escaparate del Congreso de los Diputados, y lo que en su día daba Cataluña, las diferencias se marcan en la cercanía, algo que Cs ha olvidado allí donde ha entrado a gobernar con el PP hasta caer en la simbiosis más absoluta. De tener diferencia, tendría vida. Y dónde pueda demostrar diferencia, tendrá opciones, por pocas que sean. Si hay partido, hay gobierno. Vale para todos. En Andalucía ya es tarde. Pero si no aplicas lo que predicas, lo normal es que la gente no distinga, máxime cuando compites dentro de un mismo bloque. Y lo de Andalucía tiene pinta de ser un punto de inflexión. El problema es que nadie sabe hacia dónde. O sí.
La magistrada apunta a irregularidades administrativas y al desequilibrio en la distribución del dinero, pero no aprecia ilícito penal