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desde el palmeral  / OPINIÓN

El 30 aniversario de Elche Acoge

20/12/2024 - 

Con motivo del trigésimo aniversario de la Asociación Elche Acoge se tenía prevista su conmemoración el pasado 8 de noviembre, celebración que ha sido pospuesta debido al luto por los fallecidos a causa de la tragedia producida por la Dana que ha afectado a varios lugares de España y de modo especial a tantos municipios de la provincia de Valencia.

 Con independencia de que en otro momento se lleve a cabo esta conmemoración, quiero poner de manifiesto la extraordinaria labor de tantas personas, tanto del equipo técnico, como de los voluntarios, trabajo que de un modo especial se ejemplifica en la persona de Rita Mari Coves que por medio de esta asociación colaboran en la acogida a los inmigrantes y refugiados, desarrollando programas en los que se potencian sus capacidades para su pleno desarrollo en la sociedad, como en la búsqueda de empleo, clases de aprendizaje de las lenguas del país que les acoge y el conocimiento del entorno cultural, entre otros programas.  Poner en valor su trabajo nos ayuda a enfrentarnos ante una de las mayores inquietudes que nos rodean, pues no podemos obviar que en la ola de xenofobia que nos invade, se manifiesta la cara más agresiva de los males que nos aquejan. 

El racismo es una tentación permanente y de carácter universal; se pensaba que después de las consecuencias del nazismo, el racismo era un mal desaparecido en Europa y sin embargo, ya vemos de qué modo surgió con fuerza en la antigua Yugoeslavia en los años noventa del pasado siglo. Después hemos visto cómo el mar Mediterráneo, la cuna de nuestra civilización, se estaba convirtiendo en un cementerio enorme en el que quedaban sepultadas tantas personas que venían huyendo de la guerra, de la persecución y del hambre. 

La respuesta de las cumbres de la Unión Europea ha sido decepcionante. Han pasado ya varios años y el problema, por el hecho de no afrontarlo con valentía, no solo no ha disminuido sino que se ha agravado. En la medida que levantamos fosos de defensa frente a los otros, nos los vamos creando entre nosotros mismos. Las fronteras que se levantan en Europa frente a los inmigrantes y refugiados, lejos de cohesionar a Europa, la dividen cada vez más en su interior. El resultado de esta actitud la tenemos bien patente en estos momentos; países que hicieron bandera de la acogida, empujados ahora por los aires de los partidos de extrema derecha, en ocasiones con el argumento de preservar los valores democráticos, aplican las políticas de las ideologías de estos partidos, lo que lejos de solventar este problema, contribuyen a agravarlo. 

La presencia de estos grupos en varios gobiernos de Europa, así como en la composición del Parlamento Europeo es prueba de ello.  Mientras escribo estas letras leo que los ministros de justicia de la UE aprobaron una propuesta que facilita a los Estados miembros, castigar a quien ayude a los inmigrantes ilegales por motivos humanitarios a entrar en el espacio de la UE. El voto en contra de España honra a nuestro país. No podemos negar que en la situación actual el optimismo brilla por su ausencia. La magnitud de los problemas de las migraciones, en muchas ocasiones provocados por guerras tan crueles como las que se están viviendo en nuestro mundo, nos hacen pensar que nada podemos hacer el común de los mortales. Un pesimismo reforzado por el miedo que se está creando ante los inmigrantes y que está siendo aprovechado por algunos como modo de obtener el poder. Frente a esta actitud de pesimismo actuaciones como las de Elche Acoge abren al menos alguna rendija a la esperanza. Es necesario abordar los retos de nuestro tiempo con una mirada amplia, universal, pero a la vez desde el compromiso local. El espacio de la localidad, por la concreción y la cercanía, por la capacidad de incidencia que puede tener el ciudadano en él, es el ámbito más propio de la regeneración y dignificación de la vocación  política. En el espacio de la localidad es donde se resuelve mejor o peor la convivencia, el espacio en el que los inmigrantes dejan de ser una cifras y adquieren la condición de vecinos cercanos, personas concretas a quienes saludamos, con quien podemos coincidir o discrepar: un vecino del que podemos participar de toda la riqueza cultural que nos aporta, como él podrá participar de la nuestra. Es en el espacio de la ciudad donde se reconoce al otro. En un mundo carente de valores en el que vivimos en el desconcierto, el reconocimiento del otro, el sentido de la hospitalidad es un valor fundamental. Es el principio de la civilización. Un buen ejemplo frente a la ley de la selva que nos invade.

 En España, con todos los defectos, se apostó por un modelo de integración; en ello han sido parte activa los partidos políticos, las diversas administraciones y en especial la administración local, la más cercana a la vida diaria de los ciudadanos, el espacio en el que se resuelve día a día la convivencia vecinal y en la que las asociaciones ciudadanas de las que Elche Acoge es un ejemplo, tienen un papel fundamental. Sigamos construyendo sobre esos cimientos. La casa más habitable es la que se sabe compartir y a la vez defendamos el modelo sin complejos en el exterior,

En el fondo no existía ningún tema racional, por mucho que algunos así quisieran revestirlo, porque de eso se trata, de apelar a los sentimientos más íntimos de la gente, mejor a los instintos más básicos, la sangre, la tierra entendida no como lugar de encuentro para con los otros, sino como la cueva donde refugiarse de los demás. En definitiva, tales manifestaciones no lo son de fortaleza, sino de miedo. Leer el poemario El Hombre acecha de Miguel Hernández, este año que se cumple el centenario de su nacimiento nos puede iluminar como se despiertan estos instintos, como el hombre “se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara dispuesto a que ninguno se le acerca a la mesa”. No es agitando tales fantasmas como podemos salir adelante. Es muy tentador para los políticos populistas aprovecharse de estas circunstancias, pero sería un grave error querer arrancar votos sembrando el miedo. Es hora de poner de manifiesto que la democracia se basa en un sistema de valores y el fundamental es la dignidad del ser humano

Lo que sentimos como lo más propio es lo que se comparte con los otros. Es necesario abordar los retos de nuestro tiempo con una mirada amplia, universal, pero a la vez desde el compromiso local. El espacio de la ciudad, de nuestro pueblo, es el escenario de la representación de la vida cotidiana.El espacio de la localidad, por la concreción y la cercanía, por la capacidad de incidencia que puede tener el ciudadano en él, es el ámbito más propio de la regeneración y dignificación de la vocación  política. En el espacio de la localidad es donde se resuelve mejor o peor la convivencia, el espacio en el que los inmigrantes dejan de ser una cifras y adquieren la condición de vecinos cercanos, personas concretas a quienes saludamos, con quien podemos coincidir o discrepar: un vecino del que podemos participar de toda la riqueza cultural que nos aporta, como él podrá participar de la nuestra.

Una ciutat oberta és un element decisiu en la integració del seus veïns; la marginació és la negació de la condició de ciutadà, és la frontera interior de l’exclusió. Una ciutat per a viure i per a conviure.


Manuel Rodríguez Maciá es doctor en Filosofía y exalcalde d’Elx

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